Israel es un país muy particular. Tiene amigos y admiradores. Estos son necesarios en varios ámbitos, y muy especialmente, para levantar su moral porque tiene también muchos enemigos y detractores.
Enfrenta situaciones muy complicadas. Ubicado en el medio del Medio Oriente, resulta tan solo que tres países de la zona lo reconocen oficialmente. Tiene un enemigo acérrimo que quiere destruirlo, y a todas estas no se entiende exactamente el motivo del odio pues no tiene fronteras y, además, enfrenta en su ideología religiosa a quienes apoya en contra de Israel. La frontera norte de Israel es una calamidad. Siria en guerra civil interminable, Líbano en serios problemas y con un arsenal de misiles apuntando hacia el estado judío.
El tema palestino es siempre de actualidad. Desde Gaza, se disparan globos y cohetes, además de cavar túneles. Desde la Margen Occidental, en manos de la Autoridad Nacional Palestina, no se dan señales para reanudar negociaciones y se estanca el proceso de paz. La amenaza de una intifada, siempre está en ciernes. Cualquier iniciativa de paz resulta torpedeada y abundan las quemas de banderas de aquellos países que, al no ser complacientes, se consideran enemigos.
El tema de la pandemia es de importancia vital en Israel. La clase media, que es la mayoritaria, depende de una saludable economía cotidiana. La misma que los aislamientos, la distancia social y todas las medidas de protección necesarias algunas, inevitables otras, afectan de manera considerable. Los emprendedores, todos los sectores que prestan servicios, sufren los efectos de aquellas medidas que por obligación han de adoptarse. Sin mencionar la paralización de vuelos y el turismo.
En este medio ambiente hostil, una coalición de gobierno es la responsable de conducir el país por el mejor de los caminos. Todos los partidos están enfrentados unos con otros. Los que están en la oposición, entre ellos mismos y con la coalición gobernante. Pero esto no es todo. Dentro de la misma coalición, establecida con un objetivo primordial de evitar unas cuartas elecciones en el breve transcurso de poco más de un año, bajo un esquema llamado paritario, existen dos gabinetes enfrentados.
En las noticias y en los programas de opinión, no hace falta atender a las opiniones de los sectores de oposición fuera de la coalición. Basta y sobra con atender a lo que dicen unos de otros los miembros de la coalición. Hay dos gabinetes, con opiniones distintas en varios temas y con argumentos encontrados. Se responsabilizan y culpan cual partidos de gobierno y oposición. Una situación quizás única en los anales de los sistemas democráticos en cualquier parte del mundo, en cualquier tiempo histórico.
Pero veamos la situación en forma benevolente. La capacidad israelí y judía de debate y discusión es casi infinita. La democracia llevada a una expresión maximalista. Aún así, los problemas fundamentales del país son atendidos. En el tema de defensa nacional, hay cierta unanimidad que reconforta a los israelíes, porque hay temas en los cuales no caben ni juegos ni politiquerías. En el manejo de la pandemia, aún tomando en cuenta los desaciertos, los errores no forzados dado lo inédito de los días que se viven, los números de Israel son de los mejores del mundo en muchos rubros. No es consuelo de tontos, es una realidad sorprendente.
Sí, Israel es un país de milagros. De eventos inexplicables. David Ben Gurión, el fundador del estado, dijo una vez que para comprender la existencia de Israel se debe creer en milagros. Estaba en lo cierto en su momento, lo estaría ahora.
Un gobierno, dos gabinetes. Un primer ministro en funciones, un primer ministro de cambio para dentro de 18 meses. Una oposición formal en el parlamento y otra en el gabinete.
Sí, Israel es un país complicado. Como los judíos, su historia y las explicaciones que podamos encontrar.