En momentos de desencanto, cuando las instituciones y las certezas se derrumban, donde la legitimidad de nuestras autoridades políticas está por el piso y nuestros pastores o líderes espirituales no están en el nivel que gozaron en el pasado, existe la tentación de tirar la esponja.
Otra reacción posible es salir a la calle y reclamar un cambio en este cuadro decadente.
En buena medida eso es lo que ocurrió en Chile en octubre de 2019 y, antes o después, con mayor o menor intensidad, ha sucedido en diversos países del mundo.
En Shomer nos reunimos personas, con diversas ideas políticas, filosóficas y religiosas, pero que nos une la certeza que la crisis más grande, y de la que derivan las caídas de los referentes y de los “ídolos” que hemos levantado, es la falta de fe.
Desde la paz de Westfalia occidente ha construido un espacio de tolerancia que permitió lo que hoy denominamos libertad religiosa, sano pluralismo que está siendo amenazado por diversas formas de ateísmo militante y, peor aún, por millones que se han decepcionado de conductas muy reprochables en el seno de las iglesias.
Los que creemos que la fe tiene mucho que aportar como una moral comprensiva que puede impactar muy positivamente el mundo secular y, por otra parte, que la relación con Dios entraña una riqueza que se debe alentar, generalmente no encontramos un espacio para plasmar estas ideas en la realidad, y más todavía para liberales como yo.
Es por ello que Shomer, que busca promover que la diversidad y riqueza de la fe, es tan atractivo para sus miembros.
Esta maravillosa variedad de ideas cuenta con un poderoso núcleo común, nuestro amor por Israel.
La defensa de un pueblo asediado que cuenta con tantos enemigos, rodeado de países autoritarios o derechamente dictaduras, es un imperativo ético, y más todavía para quienes reconocemos a los descendientes de Jacob, como el pueblo de la alianza.
En Chile poderosos políticos son abiertamente pro palestinos, lo que en ellos se traduce en múltiples ataques a Israel, muchos de ellos de la izquierda radical que, además de su antisemitismo, han alentado la violencia en mi país, y han respaldado el despótico gobierno de Nicolás Maduro.
Con la misma certeza debo lamentar que son muy pocos los dirigentes sociales o políticos chilenos que apoyan a Israel, lo que ha impactado nuestra política exterior.
En Shomer creemos que el ejercicio de la autoridad debe ser guiado por la ética, y apoyamos a buenas personas que se desempeñan o buscan desempeñar, roles en el espacio público, de modo que los fanáticos de los extremos (que abundan en estos tiempos), no tengan protagonismo, sino que quienes ejerzan el poder sean personas moderadas, respetuosas de la democracia, tolerantes y con fe.
Con una clase política con estas características estoy seguro que la relación con Israel sería más vibrante, aprovechando lo mejor de nuestros pueblos para mutuo beneficio.
Una frase se viene a mi mente cuando pienso en Shomer: Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha (Salmos 137:5). Dios bendiga la amistad entre Chile e Israel.
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Sobre el autor
Gerard Oliger Abaroa, Abogado, Magister en Relaciones Internacionales, Ex Seremi de Transporte Región de Valparaíso, Chile, marzo 2018 a abril 2019, militante de Partido Evópoli.