¿Se enfrentará Israel con Irán, Turquía y EEUU en Libia?

28 julio, 2020 , ,
Piezas de ajedrez en el mapa de Libia, Foto vía needpix.com

Israel no necesita involucrarse directamente en combate para ayudar a sus aliados a confrontar y prevalecer sobre adversarios mutuos. En Libia, puede desempeñar un papel en el entrenamiento de las tropas de la LNA, proporcionar un importante apoyo logístico y de inteligencia, e influir políticamente en Washington para que deje de respaldar a la GNA, y a las milicias islamistas y a los actores estatales hostiles.

Se han publicado varios informes (más recientemente en Makor Rishon) sobre contactos del Ejército Nacional de Libia (LNA) con Israel. El LNA pone de relieve que los libios e Israel tienen enemigos comunes en el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, sus mercenarios sirios y las milicias afiliadas al Gobierno Islámico de Acuerdo Nacional (GNA). El LNA postula que puede trabajar con Israel para frustrar la expansión de una red islamista hostil en el norte de África.

No ha habido noticias de una respuesta de Jerusalén ni evidencia de su participación en el teatro de operaciones. Sin embargo, Israel ya está ayudando a algunos de los partidarios del mariscal de campo Khalifa Haftar (Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita) en otras operaciones contra las amenazas que están resurgiendo en áreas urbanas muy pobladas en el oeste de Libia, bajo el control del GNA.

Hay varias complicaciones que Israel debe considerar con respecto a la participación en el teatro libio. En primer lugar, las milicias de la GNA en Misrata han contado con el apoyo de Estados Unidos desde 2011. Estados Unidos no cambió su posición, aún después de los informes de un barco iraní sancionado que se dirigía a las costas locales desde un puerto búlgaro.

La trayectoria del buque portacontenedores no debería sorprender. Irán y Bulgaria ampliaron la cooperación en puertos y seguridad marítima en 2019, convirtiendo Bulgaria en un puesto de avanzada para una flota de buques iraníes que nadie desea. Estas embarcaciones y su carga masiva viajan por todo el mundo hasta Bangladesh y Brasil. Presumiblemente se usan para contrabando de varios tipos.

A pesar de la evidencia de que el GNA detuvo y pudo haber inspeccionado el barco iraní, es más probable que los inspectores hayan ayudado en la descarga de un cargamento de armas que terminó en manos de las milicias del GNA y mercenarios iraníes. El corresponsal turco de Middle East Eye, respaldado por Qatar, confirmó que, según una declaración del ministro de Exteriores iraní, Muhammad Zarif, Irán y Turquía están de acuerdo con Libia, así como en muchos otros temas.

Un análisis anterior de los eventos proyectó que Irán se mantendría en un segundo plano de este conflicto, sin exacerbar las tensiones con Moscú o extender demasiado sus tropas al unirse abiertamente con Turquía, una alianza que hasta hace muy poco estaba muy en duda entre los cabilderos pro-turcos en Washington. De hecho, la piedra angular de la política de Estados Unidos en la región ha sido apaciguar Turquía con la vana esperanza de que pacificar a Erdogan lo haría útil para contrarrestar la agresión de Irán en la región.

En cambio, la Turquía de Erdogan se ha convertido en parte integrante de la agenda geopolítica entrelazada entre ambos países. Irán parece estar limitando su participación a la provisión de armas, aunque están surgiendo nuevas pruebas de que combatientes iraquíes chiitas, ligeramente afiliados a Irán y conocidos como «Saraya Ansar», han entrado en la refriega. Según Ben Minick este grupo de combatientes pro-Irán ingresó recientemente a Misurata a través de Turquía. El Centro de Derechos Humanos de Libia proporcionó fotos de la presencia iraquí en el terreno, dando crédito a los informes sobre el papel cada vez más importante de Irán en este conflicto cada vez más complicado. Por otro lado, mercenarios sudaneses, con sede en Chad, supuestamente han entrado en el conflicto respaldados por Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita.

Mientras que los rusos parecen estar persiguiendo su propia agenda de influencia en la región, al respaldar a Haftar, los mercenarios africanos parecen estar más integrados en la red de aliados del Cuarteto Antiterrorista. En el pasado, el Gobierno de Sarraj culpó a estos mercenarios por aumentar la violencia. Sin embargo, la evidencia indica que el GNA es mucho más culpable de las víctimas civiles.

Cada vez hay más informes de una presencia resurgente de ISIS y Al Qaeda, algunos de los cuales ingresan por Túnez, así como de afiliados de Nusra respaldados por Qatar, que encuentran un nuevo escenario de guerra en el cual respaldar a Turquía a pesar de un año de avances y victorias del LNA. Hay informes de graves abusos contra los derechos humanos por parte de las milicias de la GNA, que cuentan con un fuerte contingente criminal, islamista y terrorista entre ellos. De hecho, algunas de estas milicias están relacionadas con el ataque a la embajada de Estados Unidos en Benghazi, donde fue asesinado el embajador de Estados Unidos, Chris Stevens, y otros tres. Benghazi ha sido liberado por el LNA pero, según fuentes locales, las células durmientes de las milicias islamistas todavía están en el terreno y han emitido amenazas de muerte a los afiliados activos del LNA en el área.

Los recientes eventos deben ser vistos como algo más que otra pelea y una escalada temporal, luego del cambio de lealtades hacia la LNA por parte de tribus afiliadas a GNA (algunas de las cuales alguna vez apoyaron a Gadafi). Las tribus hicieron esta movida luego de que el GNA no pudo mantener su parte de la negociación financiera y social y la mayoría de sus recursos se concentraron en manos de las élites urbanas y de los islamistas.

Irán y Turquía están convergiendo en planes para controlar la mayor parte de África, rica en recursos naturales y material para el contrabando y lavado de dinero, como oro, diamantes, fosfatos y minerales raros, así como bases navales claves y rutas marítimas.

Turquía ha articulado una «línea de defensa» con la cual espera restaurar los límites del Imperio Otomano desde sus propias costas hasta Libia y, en adelante, presumiblemente hasta las Puertas de Viena. Ha tendido su mano a todo tipo de islamistas, desde ex combatientes de ISIS hasta extremistas salafistas y miembros de la Hermandad Musulmana, hasta jomeinistas y milicias iraquíes, en un esfuerzo por armar una coalición de los que estén dispuestos pero también para cerrar la división ideológica entre los grupos y eventualmente subsumirlos.

Si bien el objetivo oficial del bloque islamista recién formado al que Turquía se unió recientemente es contrarrestar la influencia de Arabia Saudita en Medio Oriente y el mundo, la fuente mucho mayor de influencia regional en la visión de Turquía de las fronteras otomanas es la antigua colonia y ahora némesis de Ankara, Egipto.

Egipto es un poder militar fuerte y ha declarado a Libia como prioridad de seguridad nacional. Si Egipto entra en la guerra el conflicto, podría escalar a una confrontación directa con las tropas turcas, lo que sería muy perjudicial para Ankara. Sin embargo, El Cairo sigue siendo el premio máximo en la retórica populista de Erdogan. Si bien, no hay ninguna esperanza real de conquistar a más de 100 millones de egipcios con las fuerzas que Erdogan ahora tiene bajo su control, es muy posible que Egipto pueda verse envuelto en una costosa y prolongada conflagración que desestabilice todo lo que lo rodea. Un conflicto prolongado podría construir una alianza más fuerte entre islamistas y sus patrocinantes ideológicos en el norte de África. En el caso de que la mayor parte de la región caiga en el islamismo, el veneno ideológico de la Hermandad Musulmana podría regresar a Egipto, donde la amenaza de seguridad que plantea no se ha erradicado por completo, a pesar de los mejores esfuerzos del presidente Sisi. La Hermandad Musulmana aún persiste en Egipto en la educación, cultura y medios de comunicación.

Irán, por su parte, busca exportar la Revolución Islámica pero, igualmente importante, busca crear una red de milicias islamistas y partidarios combatientes que puedan ser llamados a lavar dinero, participar en la recopilación de inteligencia y otras medidas activas; subsidiar la economía sumergida de Irán mediante una variedad de artimañas criminales globalizadas o, incluso, atacar objetivos en cualquier parte del mundo. Por esta razón, Irán ha estado dispuesto a alinearse con movimientos separatistas o terroristas locales como el Frente Polisario en el norte de África. El régimen islámico está subsidiando y entrenando milicias nigerianas para convertirlas en otra organización seria y bien armada que sigua los modelos de Hamás, Hezbolá y Huti, e incluso está dispuesto a comprometerse con los islamistas sunitas que compartan algunos preceptos ideológicos y revolucionarios básicos y estén dispuesto a compartir inteligencia. Esto explica por qué Irán estaba feliz de cooperar con Muhammad Morsi, el hombre de paja de la Hermandad Musulmana durante su breve mandato como presidente de Egipto.

Las ambiciones de Turquía, por lo tanto, no se interponen en el camino de Irán. Irán no puede derrocar el Gobierno egipcio por sí solo, pero si un partidario islamista recuperara el poder en el país fuertemente sunita, la República Islámica podría contar con una recepción mucho más amigable, así como con inteligencia y coordinación operativa.

Esto deja a Israel enfrentando redes de enemigos en expansión con planes globales mucho más allá de las fronteras de Libia. Ambos grupos de enemigos están dedicados a una visión supranacional de imperios y califatos que rechazan las fronteras nacionales. Son racial y étnicamente supremacistas e ideológicamente radicales, fundamentalistas y revolucionarios.

A partir de ahora, Israel se encuentra en una situación difícil, dado que el LNA ha estado sufriendo contratiempos debido a la capacidad de Turquía de abrumar sus fuerzas con decenas de nuevos reclutas de todos los antecedentes imaginables. Además, según Seth Frantzman, las tropas del LNA están mal entrenadas y tienen un respaldo real muy limitado de sus aliados. Estos son los dos frentes donde Israel puede ser útil sin tener que involucrarse directamente. Jerusalén también podría, y de hecho debería, convencer a Washington para que retire su apoyo a los terroristas e islamistas antes de que terminen enfrentándose cara a cara con los verdaderos aliados de Estados Unidos. Esos aliados incluyen a Israel, que no permitirá que su seguridad se vea comprometida por bandas de extremistas en expansión.

Fuente: BESA Centro Begin-Sadat para Estudios Estratégicos

Irina Tsukerman es abogada de derechos humanos y seguridad nacional con sede en Nueva York. Ha escrito extensamente sobre geopolítica y política exterior de Estados Unidos para una variedad de publicaciones estadounidenses e israelíes.

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