Purim y Jánuca: las intervenciones y las circunstancias

29 diciembre, 2019 ,
Canastas de dulces, bocadillos y otros alimentos ofrecidos como mishloaj manot (lit. 'envío de porciones') durante el día de Purim. - Foto ilustrativa: Wikipedia - CC BY 2.5

Purim y Jánuca son dos celebraciones extra Pentateuco. Es decir, fueron instituidas por los Rabinos luego de la entrega de la Torá a Moisés. Y celebran dos milagros muy importantes que sencillamente salvaron al Pueblo de Israel de su desaparición física e intelectual.

Menorá de Jánuca – Foto Wikipedia – CC BY-SA 4.0

Purim celebra la salvación del pueblo judío gracias a una cadena de eventos que parecen desconectados y que se unen en los momentos precisos para lograr evitar el cometido del Amán y sus secuaces de asesinar a los judíos en todo el extenso imperio persa de la época.

La intervención Divina, que se logra percibir en el relato de la Meguilát Esther, el Pergamino de Esther, está oculta. No se menciona el nombre de Di-s en todo el relato. La verdad que el milagro logrado es apoteósico. Las suertes cambian de momento a momento, y las víctimas eventuales se salvan llegando a ser los victimarios de sus gratuitos enemigos.

En el relato de Purim, milagro presente, se escabulle lo relacionado con el honor y la altivez del pueblo judío.

El episodio ocurre en territorio y dominación persa. No hay independencia judía. Se depende del favor del monarca y gobierno de turno. La reina Esther, llega a su posición gracias a un concurso de belleza producto de la insolencia de la reina anterior y la rabia de su consorte. Oculta su identidad judía, pues la pondría en riesgo de no ser aceptada. Además, su entronización significó la separación de su familiar más cercano, quizás único, Mordejai. De alguna manera, su calidad de reina, esposa del rey, contravenía algunas normas halájicas. Y es esa condición de reina la que al final logra la salvación de los judíos y la condena de Amán.

Mordejai era un consejero, que llega a Primer Ministro. Para llegar a su puesto, importante y útil, ha sido frontal y orgulloso de su condición judía, aunque no pudo revelar la verdadera identidad de su sobrina Esther. Como Yosef en Egipto, llega a la posición más alta de gobierno. La más alta posible para un judío, un israelita. Nunca el tope.

Esther, Mordejai, los judíos y todos dependen en apariencia del favor de los gobernantes, y han de comportarse de manera adecuada. Cumpliendo con las leyes y tradiciones judías, pero sometidos al yugo de un gobierno tiránico. En las buenas con el poder, pero dependientes del buen humor de los gobernantes y de las habilidades propias de su condición judía, por cuya causa son siempre más exigidos que el resto de las personas.

Los judíos se salvan, logran derrotar a sus enemigos y celebran en grande. Para el presente y la posteridad. Pero no hay “orgullo nacional”, no hay triunfalismo, no hay heroicidad de la nación judía. Es el milagro y la acción Divina, presente siempre, pero oculta y descifrada a posteriori.

Jánuca es el enfrentamiento militar de los débiles, de los pocos. Contra los poderosos y los muchos. Está en juego la supervivencia intelectual del pueblo judío para las generaciones por venir. La salvación física ha de significar la muerte más lenta y en etapas: asimilación y disolución en el medio gentil predominante.

En Jánuca la lucha es nacional. Con héroes, posiciones claras y expresadas. Nada está oculto. El enfrentamiento es abierto. Es la nación judía que se alza, se rebela contra la opresión. No teme morir en la guerra, teme morir en el helenismo. Di-s está presente, es invocado y ayuda con el milagro absoluto de la victoria militar y de la reinauguración del Templo, la menorá y el aceite por siete días. Hay sacrificios de vida previos, muerte y guerra. La iniciativa es de los judíos de carne y hueso, nada parece casualidad ni nada es fortuito. No hace falta hilvanar los hechos, atar cabos y descubrir la mano omnipresente del Creador.

Como la menorá misma, todo está alumbrado. La luz se vierte sobre los hechos claros: rebelión, lucha y victoria. A viva voz. Será por ello por lo que en Jánuca se recita Halel, se resalta el hecho de ser una nación independiente, con rey propio, templo y costumbres de rigor. No es Purim, cuando el disfraz es la patente, el agradecimiento a las causalidades casuales es la norma, y la sumisión al monarca gentil es necesaria, por más respeto y libertad de acción que se tenga.

Purim es diaspórico. Es la nación que no tiene independencia. Sus acciones son de subterfugio, escondidas. Con temor. Elige, muchas veces, entre lo malo y lo peor, no entre lo bueno y lo mejor. El pueblo judío siempre necesita de Di-s y confía en El, pero en Purim la iniciativa es muy limitada, la valentía se esconde detrás de la prudencia y la temeridad no aplica. Se pide permiso para todo, y se agradecen los derechos mínimos. El de la vida mismo.

Jánuca es rebelión. Es batalla con sacrificio, es enfrentarse utilizando los medios propios y confiando en Di-s. No es sólo Di-s, es también necesariamente Di-s. Es como el Israel de nuestros días, un milagro viviente donde se advierte la mano del Creador, milagros en todas las instancias y circunstancias, y la incansable acción y esfuerzo de las personas. Es un estadio de mayor madurez, responsabilidad. Quizás riesgo, pero también orgullo y honor.

Para ser independiente y para tener estado, se deben tomar decisiones y acciones difíciles, reñidas a veces con el sentido común o ético. Se debe tener ejército, entrenamiento. Se está dispuesto a matar para no morir. ¿Es el precio de la libertad y la independencia? Quizás. El Rey Saúl perdió su reinado al no acatar la orden Divina de ejecutar al monarca de Amalek en la batalla final. Saúl se compadeció, el rey enemigo engendró hijos y Amalek se perpetuó. Hasta llegar a Aman, y al innombrable Adolfo. La piedad de Saúl no fue retribuida… ¿tuvo el temple de actuar en aras del bien nacional como un estadista? ¿Fue débil?

Los Macabeos eran valientes, arrojados y sin temores a la muerte. La mujer que prefirió morir con sus hijos antes que desecrar el nombre de Di-s, constituye un ícono de nacionalismo, religiosidad e independencia. Los soldados que enfrentaron a los griegos no midieron sus posibilidades en números sino en la justicia de su causa y su confianza en Di-s.

Se parece Jánuca más a la epopeya de la creación y consolidación del Estado de Israel: milagros, ejército, himno, bandera, renacer nacional, disputas de valores judíos en la sociedad. Se parece Purim a la diáspora: temor, agradecimiento, discreción. En Jánuca hay reyes judíos, en Israel Primeros Ministros Judíos. En Purim hay consejeros y segundos al mando, la autoridad máxima es otra y ha de subordinarse a ella. Se recibe el favor merecido, pero no deja de ser un favor.
Estado y diáspora, el pueblo de Israel está con Di-s y depende de su accionar, de su cuidado. En sus manos se entrega. En toda circunstancia. Purim y Janucá son dignas de celebración. Alegres y festivas. De milagros claros y revelados. En una de ellas hay más orgullo que en la otra. En ambas sentimos agradecimiento, alegría y lo reconfortante de sabernos cuidados por Di-s.
De una u otra manera… no pudieron terminar con el Pueblo de Israel.■

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