Edificio de las Naciones Unidas

El 14 de setiembre pasado, en la reunión del Consejo Económico y Social de la ONU en Ginebra, la República Oriental del Uruguay votó a favor de la resolución que condenaba a Israel de violar los derechos humanos de las mujeres palestinas. Con un conteo de 43 votos a favor, 8 abstenciones y 3 en contra, la Resolución fue aceptada.

Con el cambio de gobierno (por elecciones libres y democráticas cambió la orientación política del país)  cualquiera hubiera asegurado una comprensión del contexto internacional y sus intereses para una votación absolutamente opuesta a la que se venía realizando. Pero no. Increíblemente Uruguay votó a favor de la Resolución  condenando a Israel como único violador de los derechos de la mujer.

En este contexto, cabe preguntarse: ¿Por qué no se exige a países como Irán, Arabia Saudita, Egipto, o a movimientos como Hamás, Hezbollah y a las mismísimas autoridades palestinas el mismo cumplimiento? Está por demás sabido y demostrado que Israel cumple con el respeto de los DDHH (y no sólo a lo que a la mujer respecta). En Israel son libres de profesar la religión que deseen, de estudiar lo que elijan, de conducir, etc. La política exterior  árabe hasta este momento y la palestina desde el 67 en adelante se ocuparon de contarle al mundo una nueva historia del Medio Oriente. Este hecho fue reiteradamente denunciado por el Centro Simón Wiesenthal como un “robo de la identidad judía”.

La mentira llegó demasiado lejos. Esta política de mentiras y agresión terrorista acercó a los palestinos a Irán alejándolos de sus antiguos aliados y verdaderas raíces del movimiento palestino: La Liga Árabe. Hoy, poco a poco, países de la Liga se acercan a firmar la paz ante el enemigo compartido que es Irán. La relación palestino-árabe se volvió tóxica y peligrosa para la seguridad nacional de esos países.

Aun así, hay países alineados a este movimiento de desprestigio y acusación constante contra el Estado de Israel que mantienen su voto en la ONU atando a sus habitantes a un lugar que no quieren estar. Uruguay con su nuevo gobierno mantuvo esta postura. El tiempo dirá si sigue manteniendo el voto afirmativo (ante denuncias de caracteres políticos e improbables en su contexto y veracidad) ante la ONU o decide alejarse de los prejuicios.

El Comité Central Israelita de Uruguay escribió el siguiente editorial el 2 de octubre de este año:

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¿Por qué nos preocupa el voto de Uruguay en la ONU?

La inquietud, la preocupación, el desasosiego que nos causó a los judíos uruguayos y a una cantidad de otros ciudadanos que nos rodean con su amistad, tienen profundas raíces que van más allá de la amistad con Israel o de la sensibilidad que la mayoría de los judíos del mundo tenemos respecto a todo lo que pasa en relación con dicho Estado. Y esas profundas raíces tienen que ver con el significado último de esas votaciones y con el antisemitismo.

¿Cuál es el significado? Apenas la Asamblea de la ONU habilitó en noviembre de 1947 la creación del Estado de Israel, los árabes prometieron una guerra de exterminio, un genocidio. Y apenas se proclamó el Estado se inició la guerra, con el patrocinio de Gran Bretaña quien apoyó, armó y entrenó al principal ejército árabe. No bien perdieron en el campo de batalla, los árabes continuaron la guerra por otros medios: la diplomacia. El principal teatro de operaciones: la ONU. El objetivo principal: derribar la legitimidad del Estado de Israel ganada en la propia ONU y basada en la historia reconocida del pueblo judío.

La forma de llevar adelante esta guerra diplomática fue la de llenar todos los ámbitos de la ONU con mentiras. Mentiras sobre la historia antigua, sobre la historia reciente y mentir sobre lo que ocurre cada día desde aquel entonces hasta ahora. A propósito de cualquier tema imaginable. La consecuencia más visible: la demonización de Israel y del Sionismo.

¿Y el antisemitismo? Ocurre que el antisemitismo, desde sus remotos orígenes en los comienzos del cristianismo, abrevó en la mentira, en los estereotipos fabricados para demonizar a los judíos. Y la campaña de mentiras de los árabes respecto de Israel -adornada desde un principio de los estereotipos antisemitas- logró relanzar el antisemitismo a escala global después de su desprestigio causado por el Holocausto.

Así es que cada una de estas votaciones especialmente fabricadas contra Israel =en una singularización soez- constituyen un eslabón en la interminable cadena del antisemitismo. Cada voto en contra de Israel en esos ámbitos tiene el doble sentido de tomar partido en la guerra diplomática contra Israel y de echar leña al fuego del antisemitismo. Esta es la razón de la angustia de los judíos uruguayos y de nuestros amigos, a la cual se agregó la perplejidad, porque todos esperábamos una actitud diferente del gobierno que se inició el 1º de marzo de este año.

Fuente: Editorial CCIU

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