Premios merecidos

23 noviembre, 2020
El Instituto Nobel Noruego ayuda al Comité Nobel Noruego en la tarea de elegir a los destinatarios del Premio Nobel de la Paz, así como a organizar el evento anual del Nobel en Oslo. - Foto: Wikipedia - CC BY-SA 3.0

El Premio Nobel de cualquier área es codiciado y admirado por todos aquellos que pudieran ser candidatos. El Premio Nobel de la Paz tiene sus sorpresas, además de los aspirantes.

El Medio Oriente y el conflicto árabe-israelí, se ha llevado un par de premios.  Los mismos, además de reconocimiento significaron. sin duda, un aliciente para que los intentos por conseguir la paz siguieran adelante.  Motivación pues.

En 1978, lo ganaron Anwar el Sadat y Menachem Begin.  Ciertamente, ambos líderes lograron el acuerdo de paz entre Egipto e Israel, y desarmaron uno de los focos más importantes de tensión en el Medio Oriente.  Además, sentaron el precedente increíble de reconocimiento mutuo, visita de Sadat al parlamento israelí y luego, una amistad sincera entre ambos.  Sadat y Begin dieron un cambio muy significativo a la región y al mundo.

En 1994, Shimon Peres, Itzjak Rabin y Yasser Arafat, se llevaron el Premio Nobel de la Paz.  Sus esfuerzos para concretar los Acuerdos de Oslo fueron recompensados, y no cabe duda de que se premió tanto como se trató de motivar a seguir adelante.  Lamentablemente, en muy poco tiempo, se desinfló este espíritu pacifista, los resultados se diluyeron y el proceso se estancó. Los galardonados, quedaron con su galardón.

En el año 2009, Barack Obama, recién ungido presidente de los Estados Unidos, se hizo acreedor del Premio Nobel de la Paz. El motivo: sus extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia y la cooperación entre los pueblos.  La verdad sea dicha, aquí se premiaron las expectativas que generaba la figura de Obama en la Casa Blanca, al romper una serie de paradigmas cuando un hombre de origen humilde y de color, llegaba a la cúspide del poder en contradicción con la propia tradición del coloso del norte.

En 2020, el presidente Donald Trump, con Benjamín Netanyahu y los gobernantes de los Emiratos Árabes, han firmado el llamado Pacto de Abraham.  En una sorpresiva maniobra, impensable tan solo semanas antes, Israel y ciertos países árabes, siempre enfrentados y sin reconocimientos mutuos, se declaran amigos a todo vapor. Se comprende que, por la personalidad de Trump y de Netanyahu, no haya quizás una petición unánime de premios para ellos pero, al menos, un reconocimiento más sentido y sonoro, en todas partes, era lo justo. Lo merecido.  En Estados Unidos, en Israel, en varias otras partes de este mundo que se ha polarizado entre izquierdas y derechas, y se ve sometido a la inclemencia de algunos de los miembros del Cuarto Poder.

A decir verdad, hay un merecedor del Premio Nobel de la Paz o de un equivalente al mismo. Quien ha impulsado a Israel a buscar aliados antes improbables.  Quien ha hecho entender a países árabes antes hostiles a Israel, que les conviene por su seguridad e integridad, ser amigos de Israel y seguir algunas de las pautas de la diplomacia que promueve los Estados Unidos. Este merecedor del premio, también ha logrado que un grupo de países con problemas entre ellos, hagan frente común para enfrentar la amenaza del terrorismo o del peligro nuclear que tal incentivador significa.

Sí. Quizás no sea Trump el merecedor de un premio. Ni tampoco Netanyahu. El premio quizás se lo gana, por resultados más que por intenciones y procedimientos, la República Islámica de Irán.

Que novel esta aproximación. Premios merecidos.

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