Parashat Toldot

21 noviembre, 2020 ,
El Monte del Templo - Foto: Wikipedia - CC BY-SA 4.0

La personalidad del patriarca Yitzjak

La existencia de Yitzjak nuestro querido patriarca parece estar a la sombra de su padre Abraham y de su hijo Yaakov-Israel.

Recordamos a Yitzjak cuando fue atado por su padre en el monte Moriá, a la ceguera que lo golpea en la vejez, y aún más que eso, su nombre y la historia de su nacimiento, que están inseparablemente entrelazados entre sí.

En gran parte de Toldot, nuestra parashá, los acontecimientos de la vida de Yitzjak siguen a los de su padre Abraham: la dificultad de tener hijos; que sus hijos estén en desacuerdo entre sí; una hambruna que casi lo lleva a Egipto; que también él finja que su esposa es su hermana para evitar la ira de un gobernante poderoso. Pero lo más ingrato de todas las formas en que Yitzjak repite la vida de su padre parece ser tener que volver a cavar los pozos que Abraham había cavado, pero que otros habían llenado.

Su nacimiento pertenece a las relaciones de Dios con sus padres. Su nombre, que no es cambiado, tiene una connotación negativa, o por lo menos aparentemente intrascendente si lo comparamos con los nombres de otras personas que aparecen en la Torá. Esto es indicado tanto por el significado del nombre en el léxico bíblico, como por los contextos en los que el nombre se expone explícita e implícitamente en la Torá.

Podemos preguntarnos perplejos ¿Por qué el nombre del hijo que tanto anhelaba el padre, a través de quien el gran plan histórico de Dios para establecer un pueblo que habitara en la Tierra debía ser por lo menos anodino?

Yitzjak no aparece en la relación interpersonal-emocional única que nos trae el profeta Yeshayahu 41:8 «Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Yaakov, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo.»

El nombre de Yitzjak puede significar «se reirá», pero parece haber muy poca alegría en su vida. O tal vez conoce las alegrías silenciosas. Sabemos que este es un hombre que adora a su esposa y ama a sus dos hijos.

Y tal vez este tipo de alegrías silenciosas son las alegrías judías y humanas por excelencia. Después de todo, nuestra mayor tarea es ser un eslabón en una cadena de generación en generación. A veces, lograr ese objetivo ha significado ser Abraham y dejar nuestra tierra natal. Y en ocasiones nos ha dejado re-cavando pozos, recuperando lo enterrado y lo que se creía perdido. No parece poco. Si lo vemos más de cerca es una labor noble y maravillosa.

En última instancia, la vida tranquila de Yitzjak no fue una rutina. Fue uno que Dios consideró digno. Es después de volver a cavar esos pozos que Dios se le aparece a Yitzjak, lo bendice en el nombre de su padre Abraham y le promete a Yitzjak que tendrá mucha descendencia y así será un eslabón de una gran cadena que se extiende hasta nosotros. ¿Y cómo responde Yitzjak? Cava un pozo. «Y volvió a abrir Isaac los pozos de agua que habían abierto en los días de Abraham su padre, y que los filisteos habían cegado después de la muerte de Abraham; y los llamó por los nombres que su padre los había llamado» (Bereshit 26:18).

Como sabemos, Yitzjak sufre cuando Rivka su esposa lo engaña para que bendiga al hijo equivocado. Donde otros hombres podrían haber tomado medidas furiosas, Yitzjak acepta lo que la vida ha traído. Al final de la parashá, envía a su amado hijo Yaakov con la bendición de Abraham, que la descendencia de Yaakov vivirá en la tierra prometida por Dios, convirtiéndose así en un vínculo entre Yitzjak y nosotros.

Así descubrimos casi con sorpresa que Yitzjak, resulta que no estaba estancado. El suyo era un eslabón crucial en la existencia de nuestro pueblo.

Pero más que un simple vínculo, Yitzjak era un cavador de pozos. A lo largo de los años, el pueblo judío ha clamado por agua, física y espiritual. Necesitamos pozos y gente dispuesta a cavarlos.

Ir por los surcos esos lugares cómodos, es caminar por estrecheces. Ciertamente, nada es más difícil que cambiar, nada más fácil que vivir en nuestras rutinas, incluso cuando somos infelices en ellas.

Una forma de salir de nuestras rutinas es tomar conscientemente una ruta diferente y estar abiertos a donde nos lleve. Un buen ejercicio es crear conscientemente momentos de disonancia que se conviertan en oportunidades para el crecimiento personal y el aprendizaje, al tiempo de aprender momentos de destemplanza como los que vivimos en la pandemia para elevarnos y crecer más que en tiempos normales.

Por otro lado, puede ser que nos equivoquemos cuando pensamos que estamos estancados. Lo que parece y es limitante puede, más bien, ser nuestro desafío en la vida, uno del que no somos libres para alejarnos. ¿Cómo sabemos cuál es cuál y cómo aceptamos los desafíos que ambos nos traen?

Quizás si revisamos con cuidado la vida de nuestro patriarca Yitzjak haciendo una segunda lectura de su accionar, podamos inspirarnos, en quien estuvo dispuesto a pasar la prueba más difícil que pueda franquear un humano y encontrar pequeños momentos de felicidad que nos llenen de vida.

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