Parashat Shelaj Lejá: El futuro pertenece a los emprendedores

Foto: Pixabay

Todavía no se cumplen dos años del descubrimiento del antiguo mosaico que representa a dos exploradores bíblicos enviados a explorar la Tierra Prometida en una sinagoga en la antigua aldea judía de Huqoq, en la Galilea de Israel. Tiene casi 1.600 años de antigüedad. El mosaico los muestra justo después de cortar un sarmiento con un solo racimo de uvas. Dos de ellos la llevaron en un poste entre ellos, junto con algunas granadas e higos a la finalización de su misión de reconocimiento por la tierra de Canaán, que era el destino del pueblo. (Ver Bemidbar 13: 17-13: 23). Estos inusuales decorados del piso de la sinagoga Huqoq permiten “rever la comprensión del judaísmo en este período», como dijera Jodi Magness, profesora de arqueología de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, quien dirigió la excavación que comenzó a encontrar los mosaicos en 2012. «A menudo se piensa –dice la investigadora- que el arte judío antiguo es anicónico o que carece de imágenes. Pero estos mosaicos, coloridos y llenos de escenas representadas, dan fe de una rica cultura visual, así como del dinamismo y la diversidad del judaísmo en los últimos períodos romanos y bizantinos.» “Los mosaicos probablemente tenían la intención de embellecer la sinagoga, así como servir un propósito educativo, porque muchas personas durante ese tiempo eran analfabetas”, dijo la profesora Magness.

Ello demuestra el interés de recordar, lo que aparece en la sidrá de la Torá de esta semana, Parashat Shelaj-Lejá, en la que Moshé envía hombres de cada una de las 12 tribus para ir a explorar la Tierra de Canaán. «Reconoced el país, a ver qué tal es, y el pueblo que lo habita, si es fuerte o débil, escaso o numeroso; y qué tal es el país en que viven, bueno o malo; cómo son las ciudades en que habitan, abiertas o fortificadas; y cómo es la tierra, fértil o pobre, si tiene árboles o no. Tened valor y traed algunos productos del país.» Era el tiempo de las primeras uvas» (Íd. 13).

«Caleb acalló al pueblo delante de Moshé, diciendo: «Subamos, y conquistaremos el país, porque sin duda podremos con él.» después que se desesperara al oír a los voceros de los exploradores diciendo: «No podemos subir contra ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros». Y empezaron a hablar mal a los israelitas del país que habían explorado, diciendo: «El país que hemos recorrido y explorado es un país que devora a sus propios habitantes. … Hemos visto también…hijos de Anac, de la raza de los gigantes. Nosotros nos sentíamos ante ellos como saltamontes, y eso mismo les parecíamos a ellos.»
¿Qué estaba pasando allí? Doce personas regresaron de explorar la tierra y 10 dieron un informe negativo. Vieron el tamaño de la gente que estaba en Canaán y sintieron que era la misión de tomar la tierra era demasiado difícil. Pero Caleb y Yehoshúa dijeron que la tierra es buena y con la ayuda de Dios podemos hacer esto; Podemos entrar a la tierra.

¿Cuál fue la versión correcta de la historia? ¿Los 10 espías o los de Caleb y Yehoshúa?

Parece que nadie mintió. Cuando hablamos con nuestra familia o amigos sobre una situación difícil, ¿qué nos guía a perseverar o a abandonar? Los 10 vieron cosas y sintieron que la realidad era abrumadora. No había posibilidad para los israelitas de conquistar la Tierra y enfrentar este desafío. Parece que todos estaban hablando honestamente. Reconocieron que las personas en la tierra de Canaán eran más poderosas y los intimidaron. Pero cuando extrapolaron a cómo debían haberse aparecido ante la gente en la Tierra, estaban renunciando a algo de su propio poder. A diferencia del informe mayoritario, Caleb respondió: «Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos» (Íb. 13:30). En el capítulo siguiente leemos: “Y Yehoshúa hijo de Nun y Caleb hijo de Yefune, que eran de los que habían reconocido la tierra, rompieron sus vestidos, y hablaron a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena. Si .A. se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra .A., ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está .A.; no los temáis”. Entonces toda la multitud habló de apedrearlos.

Caleb y Yehoshúa tuvieron las agallas de enfrentarse a la mayoría absoluta de los líderes de las tribus que prefirieron quedarse en el desierto antes que luchar por obtener lo que tenían derecho. Evaluaron –sin que nadie les pidiera-, las posibilidades externando su templanza y sus miedos, para congraciarse con el pueblo que no estaba preparado para lidiar con una realidad difícil.
El resto de la historia es bien conocida.

Los “rebeldes” Caleb y Yehoshúa, que no temieron defender sus puntos de vista frente a la mayoría complaciente, casi fueron lapidados por la masa que tantas veces prefiere el canto de las sirenas antes que les arrojen la verdad en la cara.

Debemos aprender de ellos. Cada uno de nosotros pasa por situaciones similares en las que debemos elegir entre el silencio cobarde que se supone no presenta riesgos y la dura verdad que es la única que permite, si no se renuncia a ella, lograr los objetivos de la vida.

Esta parashá nos enseña qué es lo que debemos hacer. No en vano, ese acto hasta fue eternizado en la vieja sinagoga, para que hoy lo redescubramos.

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