Pandemia sin academia

8 septiembre, 2020
Judíos orando en la sinagoga en Iom Kipur. Pintura de 1878 de Maurycy Gottlieb - Foto: Wikipedia

En muchos países se tocan ya los seis meses y más de vida en pandemia.  Ni los adelantos tecnológicos, ni el conocimiento científico han podido dar con una solución efectiva. Los gobiernos se debaten entre medidas de higiene y confinamiento, aquellas que terminan erosionando las economías de todos, en lo macro y en lo micro. En empresas y en hogares.

Israel no es la excepción.  Quizás las protestas y las opiniones respecto a la actuación de las autoridades sean más vehementes y sonoras.  Lo cierto del caso, es que Israel ha tenido aciertos y desaciertos en el manejo de la crisis.  Pero la falta de datos, experiencia y la complejidad de la situación no ayudan. Se actúa bajo la modalidad de ensayo y error.

El mes de Tishrei, que se esparce entre setiembre y octubre, trae con él las celebraciones mayores. Año Nuevo, el Día del Perdón (Iom Kipur) y la Fiesta de la Cabañas. Ocasión que los judíos aprovechan para recapacitar, evaluar lo hecho en el año, tomar decisiones importantes y, muy especial, orar por el bienestar de todas las naciones.  La aparente necesaria regulación en cuanto al número de asistentes a los centros de oraciones, causa un drama mayor en todas las familias y comunidades.  Pero los números de infectados serán quienes dicten la pauta.  En todas partes.

A la hora de evaluar el año que termina, el tema fundamental ha de ser la pandemia.  En Tishrei de 5779, pocos se hubieran imaginado un panorama como el que se vive un año después. Cielos clausurados, aviones en tierra, barcos parados.  Economías paralizadas, gentes en las casas, temor en todo el mundo.  Se entiende, con algo más de precisión la razón de invocar por el bienestar de todos, porque en el mundo de hoy, de siempre, todos estamos relacionados los unos con los otros en una especie de ecosistema interdependiente.

La pandemia dio algunos avisos a principios de año.  Pocos lo tomaron en serio.  En buena medida, la supremacía tecnológica y científica de la que se goza en el siglo XXI respecto a épocas previas, daba para enfrentar el problema con cierta arrogancia.  La pandemia arrolló, hizo claudicar a todos. Quedamos a la espera de vacunas, tratamientos y la desaparición de la virulencia, todo junto si fuera posible.

En el transcurso de estos meses de reclusión y aislamiento, algunas pocas buenas noticias se dan. Acuerdos de paz en el caso de Israel y los Emiratos Árabes Unidos.  La solidaridad de las personas unas con otras en todas partes del mundo, que reconforta a quienes confían en la calidad humana de sus semejantes.  Sin embargo, siguen privando las conductas incorrectas y las campañas poco edificantes.

En Israel, el tono de los políticos es decepcionante.  Un debate que raya en lo grosero.  En los Estados Unidos, la campaña por la presidencia saca demasiados trapos sucios afuera.  Los enemigos declarados de Israel, aquellos que propugnan su destrucción, no cejan en su empeño ni en su lenguaje. Las ramas de olivo de la paz, no son recogidas por quienes más la necesitan.

Así estamos. En medio de la pandemia.  Una pandemia que no tuvo academia previa y que, de seguir así, nos dejará sin academia para la posteridad. Quizás un cambio de enfoque y de conducta, con una aproximación más humanista y menos combativa sea gran parte de la solución a muchos de nuestros problemas, mientras esperamos que naturaleza y ciencia hagan lo suyo.

En este mes de Tishrei, nos resta orar y meditar.  Para bien de todos.

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