Los viajes de Bobby Fischer a Cuba dan pie a un libro en Miami

Bobby Fischer en 1992 Foto archivo: REUTERS/Ivan Milutinovic

Un viaje a Cuba en el famoso transbordador que salía de Cayo Hueso (Florida) y la primera vez que Bobby Fischer derrotó a un maestro de ajedrez, con solo 12 años, son dos momentos de la vida del campeón mundial recreados por primera vez en un libro que se acaba de presentar en Miami.

Dos periodistas vinculados al denominado juego ciencia, los cubanos Miguel Ángel Sánchez y Jesús Suárez, utilizaron sus recuerdos personales de Fischer en la isla caribeña, y además se sirven de dos fuentes orales para completar «Bobby Fischer en Cuba: Sus viajes, partidas y aventuras en la tierra de Capablanca» (Bowker, 2020).

El volumen, publicado por ahora en español y que los propios autores acaban de presentar en la tertulia literaria La otra esquina de las palabras, de Miami, detalla ambos momentos «poco conocidos» y los tres viajes del ajedrecista a Cuba, contando uno «virtual».

«El libro comienza con el viaje de Fisher a Cuba en 1956, que es su primer viaje al extranjero. También tiene la característica de que en ese viaje Fischer derrota por primera vez a un maestro de ajedrez en una partida formal, no en una simultánea ni en una partida rápida», aclara Sánchez durante una entrevista.

Aquel maestro que en la isla se enfrentó a Robert (Bobby) James Fischer cuando este tenía solo 12 años y perdió, era el cubano José R. Florido.

«Había un señor muy aficionado al ajedrez, Eliot Forry Laucks, que organizaba giras por Estados Unidos. Fischer, junto a su madre, fue invitado a una de ellas, un viaje de 3.500 millas (5.632 km). Además de venir a la Florida, fueron a Pensilvania y a otros lugares», incluyendo Cuba, indica Sánchez.

«Decían que Laucks era pro nazi, lo cual es muy significativo, porque entonces era muy extraño que llevara a un niño judío en ese viaje, porque Fischer era judío», comenta el autor.

Según Sánchez, un periodista que junto a Suárez fundó en Miami la editorial Bowker para publicar libros de ajedrez, ese viaje del luego campeón mundial estadounidense a Cuba «es muy desconocido».

«No había muchos detalles. Para los ajedrecistas tiene la característica especial de que por primera vez aparece una partida de Fischer desconocida, que es la de él contra Florido», matiza Sánchez.

En el libro, escrito a cuatro manos por dos personas que participaron como árbitros auxiliares en la décimo séptima Olimpiada de Ajedrez celebrada en La Habana en 1966, a la que Fischer asistió, se muestran las partidas del estadounidense en la isla.

«También aparece por primera vez la casa donde Fischer vivió en la Habana en 1956, en Cuatro Caminos», apunta Sánchez y afirma que en ese viaje, y con 12 años, Fischer jugó al béisbol en la calle.

«A lo largo de los años, luego de conocer personas vinculadas al ajedrez, sabíamos dónde buscar información. Hay un cubano que viaja con Fischer, que trabajaba en la tienda de souvenir del barco, es el que me hace el cuento de que Fischer llevaba un tablero de ajedrez imantado», narra Sánchez.

«Entrevisté en La Habana a ese hombre, Pedro Urra. También a un testigo importante, que falleció poco después de la entrevista, Óscar González-Lanuza», agrega.

«Este señor era un director de Cultura en Cienfuegos (ciudad del centro de Cuba). Fue el encargado de recibir y atender a Fischer en un viaje de dos días a Cienfuegos tras la Olimpiada de La Habana», detalló.

Pero anteriormente, en 1965, Fischer había jugado por teletipo desde Nueva York, en el torneo que lleva el nombre del gran maestro cubano José Raúl Capablanca.

«Un viaje virtual”, comenta el autor.

«No recibió permiso para viajar a Cuba por parte del aparato del Estado, parece que fue por las regulaciones de la ley de embargo», apunta Sánchez.

«El Capablanca del año 1965 duró un mes y cada dos o tres días había uno de descanso. De manera que fue un esfuerzo muy grande de Fischer. Claro, en esa época era un hombre joven y hacía muchos ejercicios, pero él mismo reconoció que terminó muy agotado», dice este investigador que, en 1980, publicó una biografía en dos tomos sobre su compatriota Capablanca.

Pero al año siguiente Fischer «va a Cuba formalmente», comenta Sánchez, un jubilado que actualmente vive en el sur de Florida.

«Era un evento mundial de la Federación Internacional de Ajedrez. El embargo (de Estados Unidos a Cuba) seguía existiendo, pero se trataba de un hecho importante en el calendario (…). La propaganda iba a ser peor si no lo dejaban ir», asegura.

En ese viaje, en el que el Gran Maestro estadounidense le regaló a Fidel Castro su libro «Bobby Fischer Teaches Chess», el ajedrecista «no creó ningún problema».

«Se portó muy tranquilamente. Yo era muy joven y trabajé como uno de los oficiales de las Olimpiadas. Recuerdo que la actitud de él siempre fue muy correcta, no hubo ningún problema con él», afirma el autor.

Para Sánchez, el genial jugador, que murió en 2008 en Islandia sin poder regresar a su país, era «un Van Gogh del ajedrez, un atormentado». EFE

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