Los esfuerzos de Polonia por borrar de la historia el colaboracionismo con los nazis

Monumento en Polonia a los niños que se escaparon en el Kindertransport.

Ofer Laszewicki Rubin – Tel Aviv

Tras una exitosa presentación en la universidad de Tel Aviv, la exposición “Perseguidos y Salvados” se preparaba para su próxima presentación en público en el Instituto Cervantes de Cracovia, en Polonia. Josep Calvet, historiador y encargado de la investigación sobre la historia de los cerca de 5.000 judíos europeos que huyeron de la barbarie nazi cruzando el Pirineo desde Francia a la España franquista, se topó con un condicionante de última hora: debido a una ley aprobada recientemente en Polonia, está prohibido mencionar el colaboracionismo que ejercieron ciudadanos polacos en el holocausto judío.

“Fue un asunto preventivo. Al enviar los contenidos de la exposición (plafones con imágenes y texto) nos dijeron que tuviéramos cautela con lo que decíamos de los campos de concentración, porque hay cosas que están prohibidas: no se puede pronunciar el término campos de concentración polacos”, explicó Calvet a Aurora. La nueva ley, que amenaza con hasta tres años de cárcel a quien incumpla la directriz, acepta únicamente describirlos como “campos de concentración nazi en territorio polaco”.

La exposición «Perseguidos y Salvados» en el Instituto Cervantes de Cracovia / Foto: Josep Calvet

El historiador de Lleida y la sede del Instituto Cervantes en la ciudad polaca tomaron medidas preventivas. “No sé si hubo supervisión durante la exposición, que incluía contenidos en castellano traducidos al polaco. Para evitar problemas, cambiamos el contenido de tres paneles”, aclaró Calvet. Como en el catálogo impreso no había ninguna mención explícita al lenguaje prohibido, pudieron traerlo sin problemas.

“Perseguidos y Salvados” recoge decenas de historias como la de Jaques Arad (93 años), judío nacido en Polonia que, tras superar un periplo heroico, terminó instalándose en Zichron Yaacov, al norte de Israel, donde actualmente reside con su esposa. En los años 20, se mudó con su familia a Amberes (Bélgica), que la describió como “la Jerusalén de Occidente” por la intensa vida judía que se respiraba. Tras la llegada de las tropas nazis en 1940, huyeron en tren rumbo a los Alpes franceses.

Jaques Arad, que cruzó la ruta de los Pirineos, en una entrevista en Zichron Yaakov. /Foto: Ofer Laszewicki

Pero entonces entraron en vigor las leyes antisemitas de Vichy, y Arad y su familia terminaron presos en campos de concentración franceses, erguidos originalmente para aprisionar a los republicanos españoles que lucharon contra el fascismo franquista. Jaques logró huir, y juntarse a otros judíos franceses que aspiraban con llegar a la entonces Palestina británica. Para ello, cruzaron el Pirineo hacia Catalunya.

El régimen de Franco, aliado de los nazis, mantuvo una posición de cierta ambigüedad, que permitió a unos 15.000 judíos salvarse del exterminio. Con la inestimable ayuda financiera y logística de la organización judía  “American Jewish Joint Distribution Committee”, Arad logró subirse a un barco rumbo a la Palestina británica.

 

REMARCAR EL SUFRIMIENTO POLACO PARA ELIMINAR LA CULPA

El pasado 27 de enero, durante la celebración del Día Internacional en Recuerdo del Holocausto, Varsovia remarcó en los actos conmemorativos el sufrimiento de los polacos durante la ocupación de la Alemania nazi y el heroísmo de los ciudadanos que arriesgaron sus vidas salvando a judíos. Pero se “olvidó” de mencionar a los polacos que colaboraron en la operación de exterminio. Historiadores siguen debatiendo las cifras, pero estiman entre “decenas de miles y centeneras de miles” los polacos que asistieron a las tropas de Hitler.

Un nuevo estudio sobre la memoria del Holocausto en Europa, publicado por las academias Yalle y Grinell, reveló que los polacos se encuentran en los puestos más altos de “rehabilitadores de colaboracionistas” con los nazis, y de “minimizar su propia culpa en el exterminio de judíos”. Según las conclusiones publicadas, Varsovia entró en un proceso de “victimización, enfatizando la experiencia de las víctimas polacas por encima de las judías. El gobierno gasta considerables esfuerzos en reescribir la historia, en lugar de enseñarla y aprender de ella”.

Además, añadió que junto a otros países como Hungría, Croacia o países bálticos, Polonia acentúa el revisionismo como expresión de los miedos a aceptar a las oleadas de refugiados musulmanes llegados a Europa –sobre todo tras eclosión de la guerra civil en Siria- y la influencia de gobiernos nacional-populistas de derechas.

Primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki. Foto: Wikipedia

Si bien el memorial de la Shoá de Yad Vashem en Jerusalén reconoce a 8.863 polacos como “justos entre las naciones” por su rol salvando judíos, en el día del recuerdo, el embajador de Polonia en Israel Marek Magierowski lanzó un mensaje público en redes sociales que parecía implicar únicamente a los alemanes como responsables materiales del genocidio.

Havi Dreifuss, investigadora de la Universidad de Tel Aviv sobre la judería polaca, afirmó al digital “Times of Israel” que “uno puede pensar que el Holocausto no fue un proyecto de genocidio masivo de judíos, sino un impresionante plan de rescate polaco”. Dreifuss recordó a los cientos de miles de polacos que entregaron a judíos a la “Policía Azul Polaca” o a las tropas nazis.

El propio primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, fue criticado en Israel por historiadores, académicos y el propio memorial Yad Vashem por aceptar los términos de la nueva ley polaca que prohíbe mencionar el colaboracionismo. Críticos con el premier israelí alegaron que su único interés era mantener los vínculos diplomáticos y económicos con el ejecutivo de Mateusz Morawiecki.

Respecto a la exposición en el Cervantes de Cracovia, el historiador Josep Calvet matizó a este diario que “lo que yo expongo no ocurrió en los campos de Polonia, sino en los Pirineos. Al no centrar el objetivo de la investigación en esa zona, era diferente. El público era mayoritariamente de nivel cultural alto, muchos hispanistas que estudian en el Cervantes”. Además, un periódico local de Varsovia dedicó una pagina completa para entrevistar a Calvet en los días previos a la exposición.

“BEBEN EL ANTISEMITISMO DE LA LECHE MATERNA”

El ministro de exteriores en funciones de Israel, Israel Katz, levantó una tormenta hace dos semanas al replicar la afirmación que hizo el ex primer ministro Yitzhak Shamir, que afirmó que “los polacos bebían el antisemitismo de la leche materna”. Además, se encargó de recordar que “hubo polacos que colaboraron con los nazis”.

Las declaraciones provocaron una crisis diplomática abierta entre Polonia e Israel, y el país europeo se negó a participar en una cumbre en Jerusalén junto a otros estados europeos.

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