Foto: MEMRI

Estamos viviendo un momento en el que el tema que más se habla es el de la esclavitud. Impulsado por el activismo progresista y los movimientos en contra de la brutalidad policial en Occidente, el tema es altamente discutido y es objeto de un estudio profundo por parte de los medios de comunicación élite y la acción directa mucho más cruda de los activistas en la calle. Estatuas y monumentos de figuras tan importantes como lo son Colón, Washington, Jefferson e incluso Lincoln, el Gran Emancipador han sido atacados y tomados como objetivo. Se han hecho llamados a rediseñar radicalmente la educación, la economía y la sociedad para abordar el tema de la maldición en la esclavitud.

Los medios de comunicación en Occidente nos han sermoneado severamente sobre los horrores históricos de esclavizar a otros seres humanos, borrar su pasado e imprimirlos con su marca imperial o colonial y sobre el tóxico legado de este pasado, pero este desgarrador masoquismo decorativo parece ser algo occidental. En el Medio Oriente, todavía existen estatuas en honor a aquellos amos de esclavos y esclavizadores en masa.[1] Pero más allá de los memoriales físicos, la esclavitud como institución todavía puede ser defendida en forma impresa, sin responsabilidades ni reprimenda. El por qué este es el caso es una pregunta interesante que vale la pena considerar.

El 1 de septiembre, el portal árabe en la red de Al-Jazeera, el imperio mediático financiado por Qatar siendo este uno de los mayores e influyentes medios de comunicación del mundo, presentó una fascinante defensa al tema de la esclavitud, particularmente del papel realizado por las esclavas en la civilización islámica, escrito por Muhammad Shaaban Ayyub.[2] El extenso artículo, accesible pero con pretensiones académicas, fue una característica en la sección del «patrimonio islámico» del portal que también incluyó otros artículos sobre el tema de «la derrota europea ante la mayoría andaluza» y de los «califas y juristas que construyeron iglesias y cruzados que cristianizaron mezquitas».[3] La idea general de la sección es, tal como es lógico, dada la orientación islamista de Al-Jazeera, dar una perspectiva positiva e interesante sobre la civilización y la historia islámica.

El título del artículo es bastante extenso: «Una esclava derrota a los estudiosos de Al-Ándalus con sus preguntas científicas y otras exposiciones sobre la narrativa del Imam Malik… la contribución cultural de los esclavos a la civilización islámica». Basándose en elementos de la historia islámica, en particular de la España islámica y la dinastía abasí del Medio Oriente, el articulo comienza con una cita fascinante de un comerciante de esclavos musulmán del siglo 11 en España: «En mi posesión ahora tengo cuatro chicas romanas que ayer eran ignorantes, pero que hoy son sabias estudiosas».

Ayyub señala que la vida de un esclavo en el mundo del Islam es mucho más compleja de lo que a menudo se describe y mucho más que el mero concepto de una vida como sirviente o trabajo forzado o de entretenimiento y placer. Entre las mayores contribuciones de las esclavas a la civilización islámica se encuentran los campos de la recitación de poesía y el canto.

El artículo trata sobre esclavas, a pesar de que gran parte de las citas son de Abbasid Iraq; este no es un artículo para leer sobre el fascinante episodio de la Rebelión Zanj, la revuelta de esclavos africanos del siglo 9 en lo que hoy se conoce como el sur de Irak. Estos pueblos africanos fueron esclavizados en gran número en la costa del este de África y llevados a la Mesopotamia gobernada por los abasíes para trabajar en la agricultura de plantaciones de la región y recuperar las tierras pantanosas para ser usadas en el arado.[4] Tampoco el artículo es sobre el notable fenómeno de los soldados esclavos en el mundo musulmán, esos feroces guerreros que se levantarían y gobernarían gran parte de la región durante siglos, creando y deshaciendo dinastías, con muchos de estos soldados esclavos tomados cuando eran solo unos chicos de las tierras turcas o del Cáucaso o lo que hoy se conoce como Ucrania y el sur de Rusia.[5]

Aparte del «surgimiento de la esclava educada o culta», Ayyub expone un hecho histórico interesante: casi todas las madres de los califas de la poderosa dinastía abasí que gobernó la mayor parte del mundo musulmán eran esclavas. De hecho, eran esclavas de origen persa, turco, griego, bereber y de origen desconocido. Y aunque no le da tantos detalles como se merece, la más poderosa y famosa de todas estas esclavas fue en realidad de origen musulmán yemení, Al-Khayzuran, quien fue secuestrada y vendida como esclava y se convirtió en la concubina favorita y luego esposa del califa Al-Mahdi y madre de otros dos califas, incluyendo al más célebre de todos, Haroun Al-Rashid. Pero este fue solo un caso excepcional.

El autor explica el cómo las esclavas fueron adquiridas, primero durante las conquistas islámicas, como bienes extraídos de aquellos que fueron conquistados y entregados como botín a los guerreros. Posteriormente, la trata de esclavos y la piratería suplirían los cuerpos que antes habían sido tomados por la conquista. Ayyub se apresura a señalar que en el Mediterráneo, tanto musulmanes como cristianos comerciaban con esclavos y los adquirían a través de incursiones piratas.

Ayyub, apoyándose en el historiador estadounidense del siglo 20 Will Durant, afirma que los judíos fueron clave para el comercio de esclavos entre Europa y Asia y entre las tierras de musulmanes y cristianos. Este añade que aquí Durant sólo confirma lo que le transcribió el geógrafo abasí del siglo 9 Ibn Khordadbeh. Ayyub también desea corregir el historial de que la «imagen orientalista» presentada en el arte y films occidentales de esclavos desnudos que se venden es absolutamente falsa, ya que esto estaba prohibido por la ley islámica. Los mercados de esclavos estaban estrictamente controlados «solamente por compradores y vendedores autorizados a ingresar al mercado de esclavos en El Cairo» (presumiblemente, los objetos de compra y venta también eran permitidos en los mercados de esclavos).

Gran parte del artículo es dedicado a describir la formación de estas esclavas, que fueron educadas en todo tipo de artes y habilidades y el cómo algunas sobresalieron y se volvieron tan valiosas como para costar sumas exorbitantes: cien mil dirhams de plata (igual a 125.000 dólares) o incluso mil dinares de oro (equivalentes a más de un millón de dólares). Cuanto más entrenada esté la chica, mayor será el beneficio potencial. Este cita al estudioso andaluz del siglo 11 Ibn al-Kattani, quien caracterizó a estas esclavas en diferentes categorías: las destinadas a ser sirvientas, o criadoras o cantantes y animadoras y la categoría más alta «concubinas que tenían un alto grado de conocimiento y belleza suficiente como para poseer el corazón de los príncipes». Evidentemente, las esclavas de España eran buenas, pero fueron totalmente superadas por las esclavas del Oriente islámico, quienes eran mucho más valiosas y más solicitadas.

En contraste con las imágenes estadounidenses de la esclavitud, todas estas esclavas eran de origen caucásico. El califa omeya de Córdoba Abdulrahman III, heredero del Profeta, tenía los ojos azules y tuvo que teñirse la barba de color oscuro. Este era hijo y nieto de concubinas vascas.[6]

El artículo es una lectura fascinante aunque algo incómodo, no solo en un momento en que la población en Occidente habla sobre el tema de la esclavitud, sino aún más en un momento en que un poderoso movimiento llamado el Estado Islámico o EIIS, con su propio «califa», abiertamente defendió el retorno a la esclavitud, en particular el tipo de esclavitud que este artículo romantiza.[7] De hecho, la justificación por parte del EIIS de esclavizar a las chicas se basó en una lectura selectiva de las escrituras islámicas y un llamado a una visión idealizada de la historia islámica, así como también en la propia visión apocalíptica del grupo.[8] El punto más importante de Ayyub, que ha sido hecho a lo largo de la historia por los dueños de esclavos y apologistas, es que esta gente esclavizada estaban mejor bajo el Islam de lo que hubiesen estado si se les hubiesen dejado en su estado anterior. Estos ya no eran «bárbaros» o infieles, sino que habían pasado a un plano superior de existencia.

Si bien el autor intenta basar su trabajo en fuentes primarias, a excepción de Will Durant, faltan algunas cosas. El tipo de esclava que Ayyub alaba era algo inusual, tan costosa y exquisita porque de hecho estas estaban destinadas a la élite, los súper-opulentos de la época. Estos fueron productos excepcionales de un horrible proceso de selección impregnado de crueldad humana. Estas esclavas son poco conocidas más que por sus nombres (elegidos por sus amos), las habilidades que les enseñaron laboriosamente y los altos precios que obtuvieron. Lo mismo pudiera haberse dicho de un sabueso o caballo muy preciado o, para ser más generosos, de un gladiador romano que ganó renombre. La crónica de Ayyub de estas esclavas «afortunadas» y consumadas que tanto agraciaron a la civilización islámica suena hueca con la ausencia de todas esas otras, sin rostro alguno y sin nombre, que no deben haber sido exitosas.

Sería más fácil reprender a Al-Jazeera por su mal gusto al publicar esta parte tan parcializada de la herencia islámica. Pero esta visión no es tan infrecuente y existe muy poco apetito en Oriente por conservar el revisionismo histórico. Algunos apologistas incluso han defendido prácticas históricas tales como el devshirme, el «impuesto a los hijos» de los chicos cristianos balcánicos arrebatados por la fuerza a sus familias para convertirlos en soldados otomanos, o el sistema dhimmi y el impuesto jizya aplicado a aquellos no-musulmanes durante siglos (no solo al EIIS sino también los yihadistas e islamistas modernos han hecho esfuerzos incipientes para revivir esto último).[9]

La realidad es que el tipo de rechazo público integral repleto de culpa por supuestas fechorías pasadas parece ser una innovación mayoritariamente occidental y especialmente anglosajona. Solo el tiempo dirá si la angustia y el remordimiento de los occidentales construyen algo más duradero que estos himnos a la grandeza de la civilización islámica.

[1] Providencemag.com/2020/07/statues-slavers-imperialists-still-stand-middle-east-turkey-egypt, 7 de julio, 2020.

[2] Aljazeera.net/turath/2020/9/1/%D9%81%D9%82%D9%8A%D9%87%D8%A7%D8%AA-%D8%B7%D8%A8%D9%8A%D8%A8%D8%A7%D8%AA-%D9%85%D9%88%D8%B3%D9%8A%D9%82%D9%8A%D8%A7%D8%AA-%D9%85%D9%87%D9%86%D8%AF%D8%B3%D8%A7%D8%AA, 1 de septiembre, 2020.

[3] Aljazeera.net/turath.

[4] Medievalists.net/2019/02/zanj-revolt-slave-war-medieval-iraq.

[5] Mamluk.uchicago.edu/MSR_XVI_2012_Yosef_pp55-69.pdf, 2012.

[6] Revistadehistoria.es/las-vasconas-que-engendraron-emires-y-califas-andalusies, 8 de noviembre, 2017.

[7] Icct.nl/publication/isis-and-their-use-of-slavery, 27 de enero, 2020.

[8] Brookings.edu/blog/markaz/2014/10/14/satans-slaves-why-isis-wants-to-enslave-a-religious-minority-in-iraq, 14 de octubre, 2014.

[9] Washingtontimes.com/news/2013/sep/10/egypts-muslim-brotherhood-convert-islam-or-pay-jiz, 10 de septiembre, 2013.

Fuente: MEMRI

*Alberto M. Fernández es Vicepresidente de MEMRI.

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