La Turquía de Erdogan, enemiga de la humanidad

Iglesia Santa Sofía - Foto: Wikipedia - CC BY-SA 3.0

Como celebrando el cuarto año del autogolpe -que se cumplió el 16 de julio- la última locura del mandatario turco Recep Tayyip Erdoğan fue convertir la veneradísima catedral cristiana de Santa Sofía (Iglesia de la Santa Sabiduría de Dios) en mezquita.

La catedral fue construida en el año 306 por el emperador romano de Oriente Constantino II y estuvo en manos de las iglesia Ortodoxa y Católica, y a la caída de Constantinopla, el imperio Otomano la transforma en mezquita.

A su vez, el fundador de la Turquía moderna, Mustafa Kemal Atatürk la convierte -en el siglo XX- en museo -aunque había salas de oración para cristianos y musulmanes-, siendo declarada Patrimonio Mundial de la UNESCO.

El Papa Francisco, la UNESCO y la cristiandad han lamentado la decisión del dictador, que es una bofetada a la civilización, a la paz, a la cultura y al ecumenismo.

Las verdaderas razones de Erdoğan no han sido religiosas, sino políticas, para distraer el descontento popular por la crisis económica, agravada por el virus chino, y su pérdida de popularidad.

El autogolpe del año 2016 sirvió al sátrapa turco para enviar a prisión a más de 150.000 personas y eliminar a sus opositores políticos, entre los cuales fueron acusados jueces, fiscales, periodistas, militares y pacíficos profesores incluyendo al cultural movimiento Hizmet, que dirige el erudito turco Fethullah Gülen, a quien Erdoğan culpa del golpe, afirmación que fue desmentida por los servicios de inteligencia occidentales.

Miles de seguidores del pacífico movimiento de Gülen, fueron perseguidos y ajusticiados, y a los que huyeron del país, el gobierno turco los tilda falsamente de terroristas, pidiendo incluso su extradición, petición que es rechazada por los países.

No contento con ello, Erdoğan envía comandos para secuestrar a los disidentes. Su propio ministro del Interior confirmó esa noticia, diciendo que más de un centenar habían sido raptados, llevados a Turquía y torturados.

Los ministerios del Interior deben conocer de estas prácticas delictivas, y las cancillerías rechazar cualquier acuerdo de extradición que solicite esta Turquía opresiva y despótica. Más aún que miles de turcos se encuentran en el extranjero, salvándose de la persecución.

Lo ocurrido con Santa Sofía, es un hecho más de la belicosidad de Erdoğan, que persigue a la minoría kurda en donde esté e interviene en el conflicto sirio. Además, ha enviado a miles de soldados turcos a luchar en la guerra civil libia, estando a punto de provocar una guerra con Egipto, cuyo Parlamento autorizó hace unos días la intervención militar en Libia.

Cabe mencionar, que en el mes de abril Turquía -actuando como pirata- se apoderó de material sanitario (respiradores y mascarillas) de España, de un avión que había hecho escala en Ankara.

De otro lado, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), incluyeron a Turquía -a principios de año- en la lista de amenazas a la seguridad en su evaluación anual de la seguridad nacional, por su creciente agresividad en la región. Su apoyo a la Hermandad Musulmana y a los movimientos terroristas así lo acreditan.

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