La alarma por el coronavirus estalla en los geriátricos argentinos

Buenos Aires Foto ilustracion: Bodypel Pixabay

Tras un mes y medio de aparente calma, los casos de coronavirus en geriátricos argentinos se han disparado en la última semana, con más de 60 contagios y dos muertes en Buenos Aires, unos hechos que han encendido las alarmas por el impacto de la enfermedad sobre la población más anciana.

De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) destacó que más de la mitad de las 110.000 muertes por COVID-19 registradas en Europa eran personas que vivían en residencias para mayores, una «tragedia humana inimaginable» que en el futuro podría evitarse con sensibles mejoras en este tipo de instituciones.

Aunque el país suramericano todavía está lejos de ese escenario, los geriátricos ya se han puesto manos a la obra para elaborar protocolos ante la llegada de la enfermedad y evitar de este modo la muerte de la población que está más en riesgo.

LOS GERIÁTRICOS, UNOS LUGARES «EXPLOSIVOS»

El país ha informado de más de 160 muertes por coronavirus desde el pasado 7 de marzo, unas personas cuya edad media ronda los 70 años.

Es por eso por lo que las instrucciones y los protocolos especialmente destinados a los geriátricos «estuvieron desde el principio», debido a la gran concentración de personas de riesgo en un espacio tan cerrado.

«Si bien puede haber un poco de mala suerte, hay geriátricos y geriátricos. No todos son iguales ni todos tienen los mismos cuidados. Es un lugar explosivo, porque no solo ahí está el grupo en riesgo mayor, sino que además están todos juntos», aseveró el ministro de Salud argentino, Ginés González García, en una entrevista en Radio con Vos.

En ese sentido, tres geriátricos porteños han reportado al menos 65 casos y dos muertes por COVID-19 esta semana, hasta el punto que uno de ellos, situado en el distrito de Belgrano, tuvo que cerrar sus puertas al advertirse posibles irregularidades en su gestión.

A este respecto, el ministro de Salud de la capital, Fernán Quirós, confesó en declaraciones al canal A24 que «va a aparecer gente que se enferme» en estos centros, por lo que instó a «hacer rápidamente los diagnósticos y distanciar a la persona contagiada llevándola a un hospital o a dónde corresponda».

DETECTAR A LOS ASINTOMÁTICOS, CLAVE PARA EVITAR MÁS MUERTES

Fue precisamente esto lo que hicieron desde el hogar Beit Sión, de la colectividad judía en Buenos Aires, en donde hasta ahora se han detectado 39 infectados por el coronavirus, incluyendo al residente que falleció el pasado 9 de abril.

«Esta es la impresión infectológica que tenemos, que el COVID va a entrar en todas las casas y en todos los sanatorios», afirmó Ricardo Barmat, director médico de la residencia, la cual comenzó a prepararse hace un mes y medio para llegada de la pandemia.

Una vez se notificó el primer positivo el 7 de abril -la misma persona que falleció el día 9-, los responsables del centro pidieron al Gobierno de la ciudad reactivos para examinar a sus 84 residentes y al personal, pero en ese momento no había suficientes en Argentina y solo se utilizaban sobre aquellos pacientes con síntomas.

Fue entonces cuando, después de una recaudación de fondos de la comunidad judía, se compraron 170 reactivos para probar en los ancianos y en el personal, y el resultado fue esclarecedor: de los 39 positivos, diecinueve eran asintomáticos, con cinco de ellos presentando «neumonía bilateral asintomática afebril», por lo que «las internaciones fueron muy precoces».

«Por cada COVID positivo que había, prácticamente hay otro asintomático. Y esto nos cambia el paradigma en la Ciudad de Buenos Aires. Hasta ahora, Salud Pública nos daba la indicación de internar cuando la persona tenía 37,5 de temperatura y síntomas respiratorios. Con esto, si yo espero esos datos, llegamos tarde», aseveró Barmat.

Sin esas medidas de detección temprana del virus, el centro habría tenido «más del 50 % de muertos» a estas alturas, según el doctor, «porque 19 asintomáticos iban a reinfectar a todos».

REGLA «15X15» PARA EL PERSONAL: QUINCE DÍAS DE TRABAJO Y QUINCE DE DESCANSO

Otra de las medidas implantadas por el Beit Sión fue la regla del «15×15» para el personal de plantilla: quince días de trabajo por quince de descanso sin salir del centro, en aras de detener la circulación del virus y asegurarse que nadie dentro de la residencia tenga COVID-19.

«Ayer se produjo el recambio de personal de quince días, y también fue muy interesante, porque cinco días atrás hemos hecho (el hisopado) a todos los que iban a ingresar, y nos encontramos con que dos de los que iban a hacerlo tenían COVID positivo, que no tenía que ver con el interior del lugar, sino que lo traían de sus casas», aseguró el doctor.

Desde el centro trabajan ahora en una línea que todavía necesita varias semanas para confirmar si reduce o no la mortalidad: ante la presencia de un caso de coronavirus, hacer hisopados a todos los residentes y trabajadores, cerrar el lugar y separar a las personas con síntomas del resto, además de medir con unos kits la presencia de anticuerpos que permitan rechazar al virus.

«¿Qué llegaría a pasar si la mortalidad llega a ser menor? Que nosotros estaríamos aplanando la curva, y dentro del geriátrico nos encontraríamos con gente que retorna con anticuerpos aumentados, (por lo que) cada vez el geriátrico tendría menos posibilidades de tener más COVID. Es una suposición que tendríamos que demostrar con el tiempo», sentenció Barmat. EFE

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