Jag Hashavuot

16 mayo, 2021
Un juego completo del Talmud de Babilonia - Foto: Wikipedia - CC BY 3.0

Jag Hashavuot (la Celebración de las Semanas); Jag Hakatzir (la Festividad de la Cosecha); Iom Habicurim (el Día de las Primicias); Atzeret (Asamblea y Hacer un Alto), y Zman Matan Toratenu (el Momento de la Entrega de nuestra Torá).

Atzeret, en este caso significa vinculación, conclusión y clímax. Nuestra tradición nos dice que recibe este nombre porque, al igual que el octavo día de Sucot, que se conoce como Sheminí Atzeret, también Shavuot es el apogeo de un largo proceso. Un Atzeret concluye Sucot, el otro, Pésaj.

Ahora bien, debemos preguntarnos: ¿Por qué en el caso de Sucot el período de espera antes del Atzeret es de una semana, mientras que entre Pésaj y su Atzeret deben transcurrir siete semanas?

Se han ofrecido varias respuestas para explicarlo.

Shavuot es verdaderamente el Atzeret, por la revelación la celebración de Matán Torá, la entrega de la Torá, con un esplendor lógico. Creemos que Dios se revela principalmente en eventos históricos, pero para percibirlo necesitamos lo que llamó Yehuda Halevy, un «ojo interior», y exige nuestra atención y reflexión.

El Talmud (Shabat 88a) nos cuenta que el rabino Avdimi bar Jama bar Jasa dijo: «El pueblo judío estaba debajo de la montaña, y el versículo enseña que el Santo, Bendito sea, levantó la montaña sobre los judíos como una artesa, y les dijo: Si aceptas la Torá, excelente, y si no, será vuestra tumba. Rav Aja bar Yaakov dijo: A partir de aquí hay una advertencia sustancial sobre la obligación de cumplir con la Torá. El pueblo judío puede afirmar que fue obligado a aceptar la Torá y, por lo tanto, sus normas no son vinculantes. Rava dijo: Aun así, los hijos de Israel, lo aceptaron nuevamente de buena gana en el tiempo de Ajashverosh, como está escrito: «los judíos establecieron y tomaron sobre sí, sobre su descendencia y sobre todos los allegados a ellos»… (Ester 9:27), y enseñó: Los judíos aceptaron lo que ya habían tomado sobre sí mismos mediante la coerción en el Sinaí», volviendo válido el primer contrato firmado bajo coacción. Esta vez fue espontáneo y voluntario.

Un acto moral es auténtico sólo si surge de una auténtica libertad. La Torá es significativa solo si el hombre es libre de aceptarla o rechazarla. La vida espiritual no tiene sentido donde es coaccionada. La Torá nos dice en Devarim 30:19, «Al cielo y a la tierra pongo hoy como testigos contra vosotros de que he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tu descendencia». Dios nos da la alternativa y somos libres de elegir. Si me veo obligado a punta de pistola a violar Shabat, no puedo ser responsable de mi acción. No soy culpable, porque mi acto cae en la categoría de una acción bajo coacción que puede ser no sólo física, sino también psicológica.

Dentro de esta categoría cae también la exaltación espiritual ardorosa extrema que también implica una negación de la libertad y, por tanto, falta de responsabilidad. Por tanto, si de repente me enfrento a la necesidad interna de cumplir determinada mitzvá con un gran riesgo para mí, y procedo heroicamente a hacer precisamente eso, no se me puede dar crédito por mi actuar. Al no elegir no hago nada voluntariamente, por lo que no tiene mérito y puede incluso ser tan peligroso que le quite la vida a quien lo intenta. También en esas circunstancias que pocas veces se han comentado, la libertad para rechazar la búsqueda de la mitzvá casi se ha desvanecido como resultado de una experiencia espiritual descontrolada…

Los hijos de Israel, al pie del Sinaí, se vieron envueltos en la teofanía, la manifestación sensible de la divinidad, cuando escucharon la voz de Dios directamente en la revelación de la Torá. Por supuesto, bajo la impresión de tal revelación, aceptaron la Torá. Estaban en un estado de máximo éxtasis, al grado que perdieron la libertad para negarse, como que el monte estaba sobre sus cabezas. Y mientras, careció la opción de decir No, su Sí no tuvo mérito. Si no se tiene la alternativa a la negación, entonces la fe no es una gran virtud. Fe y la creencia, la sumisión y la renuncia son todas significativas sólo en la presencia de la libertad moral para hacer todo lo contrario.

Pero, hay otra paradoja: así como la felicidad de la presencia de Dios puede ser coercitiva y frena la libertad de desobedecer, por lo contrario la tragedia de Su ausencia – es coercitiva y nos niega la libertad de obedecer y creer. Cuando Él se aparta de nosotros y nos abandona, se requiere un acto de fe sobrehumano para creer y obedecer, orar y arrepentirse. No podemos ser considerados moralmente responsables en su totalidad por falta de fe provocada por la coacción existencial.

Tanto la fortuna como la desgracia, la felicidad y la tragedia, son igualmente coercitivas, si en cada conjunto de circunstancias nuestra actitud hacia la Torá pierde su libertad y elegibilidad.

Quizás para reflexionar sobre estos temas debemos esperar siete semanas hasta este Atzeret y volver a recibir la Torá con la alegría de la libertad.

Las recientes trágicas circunstancias, nos invitan a reflexionar para llegar a Matán Torá, con libertad y alegría.

Compartir
Subscribirse
Notificarme de
guest

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

0 Comentarios
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios