¿Iom Hashoá o Iom Haguevura?

Niños mendigando comida en el Gueto de Varsovia - Foto: Wikipedia - CC BY-SA 3.0 de

El 12 de octubre de 1940 Varsovia quedó cercada y en su interior se establece un gueto para judíos. El muro contaba con ocho puertas, custodiadas por policías alemanes, polacos y judíos que controlaban la entrada y salida de los trabajadores.

Mordejai Anielewicz

El encargado del Consejo Judío ( Jüdenrat) de Varsovia, en un comienzo pudo negociar con las autoridades alemanas de que los jóvenes de buenas condiciones físicas, podían servir para trabajar en las fábricas de los polacos al servicio del nuevo régimen alemán y así crear una excusa para evitar la deportación. 

Judíos capturados por soldados alemanes eran llevados para la deportación, abril de 1943 – Foto: Wikipedia – Dominio Público

Eran pocas las cuadras enmarcadas por la muralla que dividía a los judíos allí hacinados del resto de sus vecinos polacos.

Si bien los límites del gueto no se ampliaban, sí el número de sus moradores que llegaban del resto de Polonia. A tal punto, que debían convivir siete personas en una misma habitación y la ración de comida diaria consistía en 184 calorías. Los que más padecían de este trato infrahumano eran los niños, principalmente aquellos que habían perdido a sus padres y que ya nadie podía ocuparse de ellos. Es así como podemos ver en esas filmaciones tan “prolijas” y proliferas de los alemanes, que todo lo documentaban para una posteridad por cierto nada heroica, a centenares de pequeños con sendas estrellas amarillas en sus pechitos, hambreados, famélicos, con ojos saltones yaciendo en las calles, comidos por los piojos y apestados, mostrando su miseria frente a la cámara indiferente de los ojos alemanes.  

Para los que podían salir del gueto era una bendición pues contrabandeaban algo de comida y una caloría de más hacía a una radical diferencia entre la vida y la muerte.

En el muro se fueron cavando cuanto agujero era posible, lugar estrecho donde sólo las criaturas podían reptar y robar afuera algún que otro alimento. Esto se pudo hacer en los comienzos dado que la vigilancia no era tan rigurosa. Luego este rateo se hizo imposible.

El gueto contaba con una escuela primaria, cantinas que solo unos pocos podían pagar y alguna asistencia sanitaria muy precaria.

No es nuestra intención hacer aquí un racconto histórico de lo que fue el Gueto de Varsovia, tan sólo unas breves palabras introductorias. Entonces, para dar cuenta de por qué el título que dimos a esta nota, de Iom haguevurá, queremos sostener nuestro enunciado explicándolo.

Con la creación del gueto cada uno allí debió confrontarse consigo mismo y responder a la pregunta: cómo quiero morir, como un rebaño pasivo a ser enviado a la cámara de gas o poner resistencia al horror nazi, tratar de sobrevivir luchando  y morir aún bajo la premisa de ser un hombre libre y no un sub-humano, definición injuriante con la que los alemanes trataban de justificar su masacre diciendo que: ¿quién siente culpa por matar ratas o cucarachas? 

Es así como bajo el mando del comandante del gueto, Mordejai Anielewicz, se crea un grupo de bravos combatientes, 500 almas al principio clandestinas, que luchan contra las escoltas alemanas a la hora de su traslado a los campos de exterminio. Este acto de valentía, (guevurá), hizo que se suspendiera la deportación hasta el 21 de enero de 1943. Recordemos que ya a partir del 20 enero de 1942 se había decretado, en forma secreta, la Endlösung (la Solución Final) en la Conferencia de Wannsee, residencia en las afueras de Berlín.

Es así que los combatientes del ghetto comienzan con la construcción clandestina de túneles y búnkers subterráneos para su defensa, sorprendiendo a los alemanes que deciden en la noche de Pésaj del 19 de abril de 1943   liquidar el gueto matando y/o deportando a sus moradores. Digo sorprendiendo a los nazis porque se encontraron con las calles desiertas dado que todos sus habitantes estaban escondidos en los túneles subterráneos. A partir de esa fecha se crea una verdadera resistencia que dura aproximadamente un mes, dirigida por el comandante de la ZOB ( Zydowska Organizacja Bojowa), Mordejai Anielewicz.

Estos jóvenes combatientes, hambreados, débiles, pero no faltos de coraje, estaban munidos de granadas de fabricación casera, pocas armas automáticas y pistolas, o sea, un pequeño arsenal con el que sorprendieron a los alemanes y sostuvieron una defensa que duró un mes. En ese enfrentamiento el comandante alemán, General de las SS Jünger Stroop pierde a doce de sus hombres. Luego de este enfrentamiento decide arrasar con el gueto, destruir edificio por edificio, hecho que en el filme El pianista, Roman Polanski supo bien mostrarnos esa barbarie. Es así como asesinan al joven comandante Anielewicz en la calle Mila número 18, el 8 de mayo de 1943. Dos años más tarde sería ésa la fecha de finalización de la Segunda Guerra Mundial.

La lucha, despareja, encarnizada, habría de durar un mes. Luego 7000 almas fueron deportadas a Treblinka, 42.000 a Maydanek. 

El final del Levantamiento del Gueto de Varsovia fue el 16 de mayo de 1943.

Esta resistencia fue el primer levantamiento urbano en contra de los nazis en la Europa ocupada por Hitler. Luego sería emulado en otros campos, a saber Sobibor.

A este acto de bravura queremos recordarlo como IOM AGUEVURÁ pues rompe con el concepto del judío sumiso y temeroso que es conducido al cadalso sin ofrecer oposiciones ni resistencia.

Y este acto de coraje no deja de evocarnos aquel otro acontecido en el año 66 de la era común, cuando los zelotes que habitaban el peñasco de Masada, luego de hostigar y defenderse de los romanos por el lapso de dos años, deciden suicidarse con tal de no dejarse capturar vivos y ser enviados a Roma como botín de guerra. Dejan sus graneros intactos y las cisternas con agua para dar a ver que no se quitaron la vida por hambre, sino como un acto decidido que todo ser libre tiene el derecho de elegir acerca de su destino como mortal: ser libre o esclavo, morir combatiendo o en las cámaras de gas.

Masada marca una determinación, la de un pueblo que decide ser libre en su propia tierra. El Levantamiento del Gueto de Varsovia nos enseña que la libertad tiene un precio, y que es el sujeto el que elige y determina de qué manera quiere vivir o morir.

Para finalizar y como un homenaje a aquellos que han caído otrora, y los que caen día a día defendiendo el derecho a que todos podemos tener una Patria y ser libres, tomo las palabras de Hirsh Glick, asesinado a la edad de 25 años en los bosques por campesinos polacos. 

En su Himno a los Partisanos dice: 

Nunca digas que emprendes el último camino
Cielos  plomizos ocultan días azules
Aún vendrá la hora ansiada
Y nuestro paso marcara:
                                   Mir zeinen du!!( Estamos aquí!)

Escritura que denota un espacio libre, distinto a la pluma de Paul Celan, sobreviviente de la Shoá, donde su poética entona toda la tristeza de quien fue testigo de los campos de concentración. Escribe:

Leche negra del alba te bebemos en la tarde
Te bebemos al mediodía y en la mañana te bebemos de noche
Bebemos y bebemos
Cavamos una tumba en los aires donde no estamos estrechos

Esta es su Todesfüge, su fuga de muerte, su muerte en vida y una vida muerta, atravesada por el horror y la culpa, distinto a la poética de aquel que aún tuvo la oportunidad de morir en libertad. 

Con éstas palabras queremos rendir un sentido homenaje a la bravura, la libertad y al derecho de sostener la diferencia porque cuando el mundo quiere hacer consistir al Uno totalitario, surgen los Hitlers de ayer, de hoy , de siempre, agazapados y a la espera para sojuzgar al diferente, cuando un mundo ciego le da su oportunidad. 

La ceguera ha sido la responsable de la creación de las cámaras de gas, la ceguera acontece día a día cuando frente al débil caído nadie levanta la mano diciendo :
                                               ¡ Estamos aquí!

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