¿Hacia un tercer torneo electoral?

25 octubre, 2019 ,
Foto: Comité Electoral Central

Un camino hacia el desastre. Si los líderes de Azul y Blanco no aciertan a componer una razonable coalición gubernamental en las próximas cuatro semanas Israel conocerá por primera vez en su historia una crisis radical integrada por varios elementos.

Uno de ellos -acaso el de menor importancia aunque severas serán sus consecuencias- es el económico-financiero.

La actual parálisis gubernamental implica la postergación de importantes ajustes y rectificaciones en el presupuesto nacional, especialmente en las áreas de educación, transportes y salud. Y, por añadidura, un nuevo y alto volumen de gastos superfluos por parte de los partidos empeñados en reproducir- al menos- el apoyo público que han conseguido hasta la fecha.

Circunstancias que en conjunto provocarán un radical bajón en el crecimiento nacional.

El segundo resultado gravitará con superior fuerza en el juego y en la confianza en la democracia como sistema de gobierno.

El público elector está perdiendo la confianza en políticos que reiteran y declaman oraciones vacías, sólo entregados aparentemente a sus ambiciones personales sin en verdad atender los intereses nacionales.
Cabe anticipar este resultado: fatigados y frustrados por el estancamiento político no pocos resolverán abstenerse del juego electoral y dedicar el día de asueto a más nobles actividades.

Y el tercero de superior gravedad: el vacío -también la vaciedad- de nuestros políticos animará a factores -Irán, Siria, grupos extremistas en El Líbano y en Gaza- a poner a prueba la capacidad militar de Israel cuando sus líderes políticos parecen absorbidos en tareas y fraseologías en desmedro de esta capacidad. Cabe suponer -y también confiar- que los estratos superiores del ejército y de la inteligencia han multiplicado la vigilancia dirigida a evitar agresiones contra Israel en momentos en que ni Trump ni Putin parecen particularmente preocupados por nuestra suerte.

De aquí esta conclusión: Israel no puede permitirse un nuevo giro electoral por sus costos sociales, económicos y estratégicos.

Ganz y Netanyahu deben llegar a un acuerdo sin olvidar las cargas jurídicas que gravitan sobre este último.
Si esto no es alcanzable, líderes potenciales del Likud deberán rebelarse y revelar que la estabilidad del país -más que de su partido- les es de alta importancia.

En suma: sin despreciar sus logros en el curso de sus trece años de gobierno Netanyahu deberá entender que le conviene una acordada pausa. Juzgo que si asume con equidad esta actitud y si logra eximirse de algún cargo en los tribunales, podría después de algunos años asumir con sensato equilibrio la presidencia del país. ■

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