Desde un puesto militar improvisado entre Rafah y Khan Younis, el portavoz del ejército israelí, Efi Defrain, se paró frente a las cámaras para enviar un mensaje claro: “Los secuestrados están en nuestra mirada todo el tiempo. Este es un objetivo primordial para nosotros”.
La declaración fue un intento de reafirmar el compromiso del Ejército con la liberación de los rehenes que aún permanecen en manos de Hamás en Gaza, tras la creciente polémica desatada por declaraciones de uno de los ministros más duros del gobierno.
La tensión no provino esta vez del frente de batalla, sino del frente político. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, encendió la polémica al declarar que “el retorno de los rehenes no es lo más importante”. Aunque luego matizó sus palabras, la frase ya había hecho eco en la sociedad israelí y, sobre todo, en las familias de los cautivos.
Defrain, desde el terreno, insistió en que la ofensiva militar no solo apunta a presionar a Hamás para liberar a los rehenes -unos 60 según estimaciones actuales-, sino también a desmantelar por completo la estructura del grupo islamista, considerado una organización terrorista por Israel, Estados Unidos y la Unión Europea. “Estamos golpeando la cadena de mando de Hamás y vamos a seguir haciéndolo con frecuencia y constancia”, aseguró.
Las palabras del vocero fueron recibidas como un intento de contrapesar la visión de Smotrich, quien en entrevistas radiales y televisivas defendió una postura inflexible: solo debe haber liberación tras la rendición total de Hamás. “No lograr la vuelta de los secuestrados es terrible, pero no es rendirse”, afirmó.
Sus declaraciones generaron un rechazo transversal. El Foro de Familias de Rehenes y Desaparecidos no tardó en responder: “Las familias no tienen palabras esta mañana, únicamente sienten vergüenza”. En la arena política, voces opositoras como Yair Golán lo acusaron de tratar a los rehenes como “sacrificios humanos”, mientras que Avigdor Lieberman le recordó que, antes del 7 de octubre, había llamado a Hamás “un activo”.
Incluso dentro del oficialismo hubo incomodidad. Moshe Gafni, de Judaísmo Unido de la Torá, no dudó en afirmar que “la liberación de los secuestrados es el asunto más importante”.
Mientras tanto, en Gaza, Hamás mantiene su exigencia: alto el fuego definitivo y retirada total de las tropas israelíes. Netanyahu, por su parte, se mantiene firme: la ofensiva continuará hasta la “destrucción total” del grupo.
El último acuerdo de alto el fuego, pactado en enero, se rompió antes de avanzar en su segunda fase, que preveía más liberaciones. Dos semanas después, Israel relanzó su ofensiva, endureció el cerco y bloqueó el ingreso de ayuda humanitaria.
En el epicentro del conflicto, las palabras vuelan, las bombas caen y los rehenes -silenciosos, invisibles- siguen esperando.
Agencias colaboraron con este artículo de Aurora