En Bahrein faltará un invitado esencial: los palestinos

Manifestantes palestinos ondeando bandera israelí con los rostros de Trump y el príncipe saudí Mohamad Bin Salman. /Foto: REUTERS/Ibraheem Abu Mustafa

Poco después del anuncio de Trump de revelar la primera fase del “acuerdo del siglo” para intentar resolver el longevo conflicto palestinoisraelí, que consistirá en una conferencia económica en Bahrein, la polémica no ha tardado en estallar. En la convención, que se celebrará los próximos 25 y 26 de junio, faltará un invitado esencial: el liderazgo palestino de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Ramallah.

Tras la toma de posesión de Trump, que supuso un giro de 180 grados en la tradicional posición de Washington con el traslado de la embajada a Jerusalén y el reconocimiento oficial de la disputada ciudad como capital de Israel, el presidente palestino Mahmoud Abbas decidió cortar las relaciones con la Casa Blanca, ya que no consideraba a la nueva administración como un actor legítimo para mediar en el conflicto entre Israel y los palestinos.

Por ello, Ramallah rechazó tajantemente participar en un congreso cuya presunta intención es potenciar la economía palestina, dejando los espinosos asuntos políticos, que Trump pretende revelar en una segunda fase. El ministro de exteriores de Bahrein, Khalid bin Ahmed al Khalifa, quiso aclarar que no hay ningún “movimiento secreto” por acoger la cumbre, y que le decisión de celebrarla en Manama pretende “dar apoyo a la causa palestina”.

La mayoría de análisis en la prensa israelí, palestina e internacional coinciden en titular que los americanos están planeando una boda, pero se olvidaron de invitar a una de las partes. En este sentido, Rafael Ahren de Times of Israel remarca que “es cierto que la paz no llegará tras el 26 de junio, ni tampoco tras la revelación de la segunda parte del plan. Pero el rechazo de Ramallah, que ve a la administración Trump como hostil, olvida un punto crucial: el hecho de que la propuesta de paz se va a celebrar en una capital árabe”.

Es interesante hacer una revisión general de los postulados de las principales potencias del mundo árabe, históricamente hostiles con Israel, respecto al momento actual. Actualmente, es Qatar quien ha tomado las riendas: tras el último cese de hostilidades en Gaza, fue este país del golfo pérsico quien aportó 480 millones de dólares en ayudas para los palestinos (gran parte a Hamás), y es sin duda su principal financiador en la actualidad. Pero Arabia Saudí y Egipto, las grandes potencias del mundo suní, han acercado más o menos discretamente posturas con Israel, sobre todo por su compartida enemistad con Irán e intereses económicos y de seguridad.

“Los palestinos quieren ver el rechazo del mundo árabe, especialmente de los países más poderosos, Arabia Saudí y Egipto. Mientras, la administración Trump, incluyendo a su yerno Jared Kushner, pretenden que sea aceptado por algunas naciones árabes, o al menos, no rechazado por todas. Un escenario en que algunos estados acepten que es una base para futuras discusiones puede ser visto como un triunfo en la Casa Blanca, y una bomba para la ANP”, apuntaba Amir Tibon de Haaretz.  Bahrein es estrecho aliado de Arabia Saudí, y mantiene discretas relaciones con Israel. Aceptando acoger el congreso, lanza el implícito mensaje de que un estado árabe acepta el apartado económico del plan Trump.

Por ello, la ANP ha puesto toda la maquinaria en marcha: Ahmad Maddalani, miembro de la OLP  y cercano al presidente Abbas, declaró que “cualquier palestino que participe en la conferencia será considerado un colaborador”. Y en el seno del empresariado palestino, a quienes apela principalmente el plan de Trump, ya han surgido las discrepancias.

Mientras que Bashar al-Masri, fundador de la moderna ciudad de Rawabi, rechazó la invitación de acudir al congreso porque “rompe el consenso de la posición palestina”, otro empresario palestino de Hebrón, Ashraf Jabari, aceptó ir en representación de la cámara de comercio de Judea y Samaria, remarcando que lo importante es “la oportunidad económica que se cree”.

Jabari apareció recientemente en una fotografía junto a colonos judíos de Hebrón festejando el Iftar –fin del ayuno nocturno durante el mes sagrado de Ramadán-, una imagen que fue celebrada en las redes por Jason Greenblatt, jefe negociador estadounidense, que la catalogó como “un maravilloso ejemplo de lo que puede lograrse”. Issa Amro, activista palestino, rechazó las palabras alegando que “no hay coexistencia posible entre opresores y oprimidos”.

El analista Avi Issacharof añadió que Jordania ya avanzó que no apoyaría un plan que no incluya el establecimiento de un estado palestino con capital en Jerusalén Este, y que el egipcio Abdelfatah al-Sisi, con un tono más moderado, tampoco aceptará unirse públicamente a los esfuerzos de Trump. “Abbas, que se encuentra justamente en Qatar, no está bajo presión de rendirse ante las amenazas americanas. La ayuda humanitaria a los palestinos ya fue prácticamente eliminada hace más de un año”, destacó Issacharof.

El palestino Sam Bahour ataca los planes de Washington: “Jared Kushner cree que el primer paso para la paz es invertir capital en Gaza y Cisjordania. ¿Pero cuanto puedo influir mientras Israel está determinado en mantener el control total y explotar la economía palestina?, se pregunta en +972 magazine.

En una línea similar se expresó Hisham Melhem, periodista y analista Arab Gulf States Institute: “hablar de prosperidad económica en ausencia de una propuesta política seria, cuando ambos lados no están ni dispuestos a encontrarse, es la cima de la estupidez”.

Pero para el rabino ortodoxo de Nueva York Marc Schneier, muy cercano a la corona de Bahrein, la iniciativa supone un avance, ya que “no es sorprendente que lo haga Bahrein, porque quiere liderar los esfuerzos de paz en la región. Habrá representantes de la mayoría del mundo árabe, incluidos países del golfo, que comparten intereses comunes con Israel y quieren lograr la paz. Entienden que la economía es la base para ello”.

Desde Israel, se habla de que el ministro de finanzas, Moshe Kahlon, formará parte de la cumbre de Bahrein. Como todos los aspectos en este espinoso conflicto, siempre existen dos caras de una misma moneda. Pero lo incontestable es que, para bailar un tango, hace falta una pareja.

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