Emiratos Árabes Unidos e Israel: normalización por encima de la anexión y denegación del veto palestino

Jeque Mohammed bin Zayed al-Nahyan Foto archivo en.kremlin.ru CC BY 4.0

El sorprendente acuerdo entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos es un importante logro político que les sirve a los líderes en Jerusalén, Abu Dhabi, y Washington – a cada uno de distinta manera. Pese a las objeciones, los palestinos también ganan con el acuerdo

El 13 de agosto de 2020 se anunció un logro considerable entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos en el camino para recomponer relaciones plenas. El acuerdo, bajo el auspicio de Estados Unidos, es un importante refuerzo del campo pragmático moderado en la región contra Irán y los grupos radicales chiitas y sunitas. Con respecto a los palestinos, este acuerdo elimina el problema de la anexión unilateral de la agenda y mejora las condiciones de apertura para las negociaciones y un futuro acuerdo.

El 13 de agosto de 2020 se anunció un logro considerable, bajo el auspicio de Estados Unidos, en el camino para recomponer relaciones plenas entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos. 41 años después de firmarse el tratado de paz con Egipto, y 26 años después del tratado de paz con Jordania, los Emiratos Árabes Unidos ahora se unen al pequeño grupo de países pragmáticos que no solo comparten intereses con Israel, sino que también están preparados para establecer relaciones públicas y oficiales.

Si bien hay una semejanza entre el nuevo acuerdo y los dos tratados de paz, cabe destacar diferencias entre ellos. El acuerdo con Egipto fue parte de un drástico revés estratégico, cuando el más grande y el más fuerte de los países árabes, con quien Israel había peleado cinco guerras, pasó de ser enemigo a vecino pacífico y de país con protección soviética a aliado de los Estados Unidos de América. Si bien Jordania fue enemigo en la Guerra de Independencia de 1948 y en la Guerra de los Seis Días en 1967, el país luego entabló discretas relaciones estratégicas con Israel hasta firmarse el tratado de paz en 1994, que a su vez permitió la progresión marcada de relaciones estratégicas entre los dos países. Israel comparte su frontera más extensa con estos dos vecinos, así como también comparte un interés en la disputa israelí-palestina, en particular, con la Franja de Gaza por un lado y Cisjordania y Jerusalén por el otro.

El acuerdo con los Emiratos Árabes Unidos no es un revés estratégico, sino que más bien saca a la luz las relaciones de amplio alcance que el país tiene con Israel, y que se mantuvieron durante décadas con bajo perfil, para ventaja de ambos. Ahora, el importante avance permitirá expandir y profundizar aquellas relaciones, y de algún modo facilitará para que otros países de la región, como Bahréin, Omán, y tal vez más tarde hasta Arabia Saudita, Sudán, y Marruecos los imiten. En contraste con la “paz fría” que se generó entre Egipto y Jordania tras los tratados de paz, principalmente en el contexto del conflicto permanente con los palestinos, existe el optimismo cauteloso de que la situación mejorará con los Emiratos.

En cuanto a la relación de este acontecimiento con el conflicto de los palestinos, algunos lo considerarán como defensa del enfoque “desde afuera hacia adentro” del Primer Ministro Benjamin Netanyahu. Esto significa ver a los acuerdos entre Israel y los países de la región como un paso preliminar, por no decir una alternativa a un acuerdo con los palestinos. El nuevo acuerdo pone patas para arriba el principio que sustenta la Iniciativa de Paz Árabe de 2002 – primero una solución al conflicto con los palestinos, y recién entonces una normalización árabe con Israel; un principio que no ayudó para nada para promover una solución. El paso que los EAU han tomado despertó un enojo tremendo entre los líderes palestinos; los sunitas extremistas, es decir Turquía y Qatar; y los chiitas radicales – Irán, Hezbollah, y los hutíes, cuya hostilidad hacia Israel les importa más que el bienestar de los palestinos. Por el contrario, esta medida fue recibida de buen modo por el Presidente egipcio el-Sisi y Jordania, que se encuentra aliviada gracias a la anulación de los planes de anexión y por haberse desligado de los serios dilemas y las crisis que inevitablemente se generarían. Sin embargo, una vez más Jordania recalcó su compromiso en pos de una solución para el problema palestino, que para sí es crucial.

Para estar seguros, no se llegó al acuerdo en forma aislada del conflicto palestino, sino a cambio de que Israel no intente anexar de manera unilateral las áreas dentro de Cisjordania. Además, el proceso de implementación del acuerdo da la posibilidad para una mayor ventaja en el futuro, tal como la aclaración de los EAU de que no habrá una embajada en Jerusalén hasta que se resuelva el conflicto. A lo largo de las etapas graduales y detalladas de la materialización del acuerdo, las partes se mantendrán flexibles en vista a los acontecimientos, lo que les dará a los EAU mayor influencia sobre Israel que en el pasado. Los EAU también podrán aumentar los esfuerzos para avanzar sobre la esfera palestina, en particular luego de que termine la era de Abu Mazen [Mahmoud Abbas] en la Autoridad Palestina, incluyendo a través de Muhammad Dahlan, quien goza de relaciones cercanas con el príncipe heredero y el soberano en funciones de los EAU, Sheikh Muhammad bin Zayed. También es importante la sección en la cual se invita a todos los musulmanes amantes de la paz a al-Aqsa, pues le señala al mundo musulmán que el único camino hacia Jerusalén es mediante la paz.

El proceso de regularización entre Israel y los EAU se originó con la concepción en Washington, y quizá también en Jerusalén, de que no obstante cualquier disposición en contrario, la anexión unilateral no era consistente con el plan de paz de Trump, e incluso lo debilitaba. El equipo de paz del Presidente Trump entendió que el plan estaba en punto muerto luego de que los palestinos lo rechazaran y los países árabes pragmáticos no lo apoyaran. En esa situación, Washington, Jerusalén y Abu Dabi encontraron la ocasión para dar un paso positivo, aunque parcial, como alternativa a la derrota resonante.

En lugar de la anexión unilateral, los tres líderes llegaron a un acuerdo que les sirve a cada uno a su manera. El Presidente Trump obtuvo un importante logro en política internacional en la antesala de las elecciones presidenciales de noviembre, a gran diferencia de las dificultades significativas a las que se enfrenta en varios frentes y por la crisis del Coronavirus. No menos importante, el acuerdo eliminó el riesgo del plan de paz que presentó, es decir, la anexión unilateral por parte del gobierno israelí.

Por su parte, el Primer Ministro Benjamin Netanyahu demostró diplomacia creativa, y respecto de la cercana relación que mantiene con el Presidente Trump, fue capaz de transformar la anexión de un activo venenoso a uno fructífero, al quitarlo de la lista de pendientes, (o tal como le insistió al público israelí, al “posponerlo”). Esto aconteció puesto que el Knesset vio cada vez más posible unas cuartas elecciones, y por el estado de la economía israelí y los demás efectos de la crisis del Covid-19, así como también las manifestaciones públicas, que son malas noticias desde el punto de vista de Netanyahu. En Israel, el acuerdo cosechó elogios. Una clara mayoría de los miembros del Knesset y la mayoría del pueblo lo apoyan, pese a la prolongada crisis política. En el marco, la extrema derecha se opone, dado que según su postura, frenar la anexión es una oportunidad histórica perdida para conseguir la soberanía sobre sectores de la patria y terminar con la idea de un estado palestino. Por el contrario, la Lista Conjunta (los partidos árabes) expresaron su oposición, haciéndose eco del tradicional rechazo de los palestinos y sus defensores.

Sheikh Muhammad bin Zayed, quien al parecer evaluó que el costo público y regional del acuerdo iba a ser bajo, obviamente estaba decidido a obtener beneficios estratégicos, económicos, y de seguridad de Israel y Estados Unidos para su país, y tal vez también para levantar la imagen de su país en Washington en el contexto de la guerra en Yemen y los lazos de los EAU con China y Rusia. El mismo hecho del acuerdo demuestra que EAU está poniendo los intereses nacionales por encima de la solidaridad estéril  para con el rechazo palestino, y se niega a continuar subyugándolos a los obstáculos del arreglo del conflicto israelí-palestino. Como tal, EAU neutraliza el veto palestino sobre sus relaciones internacionales y las moldea cómo le parece adecuado.

Los Emiratos Árabes Unidos, un país pequeño y que avanza en el Golfo, está preocupado por las amenazas a la seguridad nacional y regional, tanto de parte de Irán y sus representantes, como de Turquía y Qatar. Estas son preocupaciones que comparte con Israel. La sociedad con Israel, y el fortalecimiento de la sociedad con EE.UU, también podrán facilitar la adquisición de armas de alta calidad, tanto defensivas como ofensivas. En efecto, EE.UU hace poco levantó las restricciones de exportación sobre vehículos aéreos no tripulados armados (UAVs, por sus siglas en inglés), y EAU estaría como mínimo interesado en variar su flota de UAVs que en la actualidad está conformada por sistemas chinos. Tal vez también pretende adquirir aviones de combate F-35. Flexibilizar las restricciones sobre exportación de armas al Golfo requiere de la atención de Israel, sobre todo el espectro de conflictos relacionados, lo que incluye las exportaciones de defensa de Israel, la competencia con fabricantes occidentales, quizá en coordinación con EE.UU, y el mantenimiento de la ventaja militar cualitativa de Israel en la región conforme a las nuevas circunstancias. El potencial considerable de las inversiones de EAU en Israel seguramente será evaluado por el comité asesor que supervisa las inversiones extranjeras, sobre todo en el contexto de China.

Tras el anuncio del acuerdo, se esperan ceremonias de firma en los jardines de la Casa Blanca, en tándem con el trabajo de equipos profesionales sobre los detalles de la relación formal entre Jerusalén y Abu Dabi, así como también en otras áreas. Sin embargo, no está en juego una ceremonia de festejos de casamiento, sino una vida en conjunto a lo largo del tiempo. Israel debe manejar el proceso con los EAU con inteligencia, y mostrar los frutos de la paz y los posibles beneficios para aquellos otros países que aún dudan en formalizar relaciones con el país.

Si bien ha aumentado la cantidad de gobernantes en el Medio Oriente que se hartaron de subyugar su política al rechazo palestino, el conflicto israelí-palestino sigue siendo una consideración importante a la hora de lidiar con los desafíos locales en sus países. El conflicto ciertamente no es el núcleo de las dolencias de la región, pero para Israel y los palestinos es importante, hasta existencial. Las relaciones en desarrollo entre Israel y los países pragmáticos aportan otra posibilidad para mejorar la situación y las condiciones de progreso para un acuerdo para cuando maduren. Archivar la anexión no significa que Israel se rinde con sus pretensiones sobre los acuerdos de fronteras y de seguridad. Éstos serán debatidos y acordados cuando llegue el momento, mediante negociaciones y no de manera unilateral.

En resumidas cuentas, el acuerdo entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, patrocinado por Estados Unidos, es un importante logro para la seguridad nacional de Israel y un avance en la situación geopolítica en el Medio Oriente. Refleja el destacado fortalecimiento del campo pragmático y moderado contra Irán y las fuerzas radicales chiitas y sunitas en la región; elimina el problema de la anexión unilateral de la agenda, por lo tanto, extiende el círculo de paz en la región; y genera mejores condiciones de apertura para las negociaciones y un futuro acuerdo israelí-palestino.

Fuente: INSS The Institute for National Security Studies

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