El árbol de la vida. Los senderos brillantes.

El Árbol de la vida, en la Cábala - Foto: Wikipedia - Dominio Público

Y es el molde o modelo original del cual emergen todo aquello que pensamos, sentimos o hacemos.

El árbol de la vida en el judaísmo se encuentra representado por las 10 sefirot o atributos divinos, o emanaciones, por medio de las cuales D’os crea, maneja y hace funcionar el mundo terrenal y los otros mundos metafísicos.

Cábala y el árbol de las Sefirot.

Si nos internamos en el mundo cabalístico (del sod o secreto), las Sefirot conforman el árbol o el dibujo, y se encuentran conectadas por 22 senderos de la sabiduría que se corresponden con las 22 letras del alfabeto hebreo. Es decir, cada emoción, actitud y acciones tienen su asidero o fuente en una determinada sefirá.


Macrocosmos y microcosmos.

Todo el árbol, representa al universo, y las fuerzas que en él operan, y por correspondencia, pero en pequeño, su representación en cada ser humano, que adquiere el valor de un microcosmos. Para rematar este tercer bloque, diríamos que nuestro mundo material se encuentra sostenido por una energía espiritual.

El ser humano es el reflejo y un resumen del universo o macrocosmos.

Tres columnas y cuatro mundos.

En el maravilloso, pero al mismo tiempo complejo mundo del misticismo judío, el árbol sefirótico muestra tres columnas:

1_ la columna de la derecha de tinte expansivo y masculino(activo), donde predomina la fuerza

2_ la columna de la izquierda de características restrictivas, limitante y femenino (pasivo), donde prevalece la forma.

3_ la columna del medio que es la del equilibrio. En el juego constante de estas tres columnas se desarrolla el pulso de la vida.

Además, el triángulo superior, conformado por las sefirot de Keter, Jojmá y Biná, se encuentran en el mundo de la emanación donde el elemento es el fuego y luz. Esta terna constituye el Gran rostro o Arik anpín, donde todo es fuerza y nada de forma y todo es inmaterial, y obvio la zona misteriosa y pobremente comprensible al intelecto humano tan finito y mortal.

Las otras 6 sefirot que son Jesed, Guevurá, Tipheret, Nétzaj, Hod, Iesod, son sefirot de la construcción y constituyen el zeir anpín o pequeño rostro y se relacionan con los aspectos emocionales, y la última sefirá o malkut representa al mundo físico o terrenal. Resulta evidente que todo lo que es el Pequeño rostro se aprecia como comprensible a la mente humana, pero se encuentra separada del Gran rostro por una sefirá invisible que es el Daat o conocimiento (un abismo) que por diccionario se define como: «la facultad de conocer por medio de la razón, la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas». No cabe duda que en ocasiones el conocimiento es la llave, mientras que en otros casos es el candado o pared que no puede ser franqueada.

Si bajamos por el árbol, nos encontramos con el mundo de Berihá que está constituido por el elemento «aire», y acercándonos a Malkut, el mundo de ietzirá o de la formación que tiene «al agua» como elemento distintivo. Por último​; Malkut que tiene como sustrato el elemento «Tierra» y esta última sefirá recibe la influencia de todas las otras demás.

Geometría Sagrada. Final.

Esta materia, evidencia que, por intermedio de las sefirot o los 10 atributos, que actúan como canales donde el Ein Sof o infinito se revela a sí mismo y crea continuamente el mundo físico y todos los otros mundos nombrados y todos los otros mundos que podrían sernos desconocidos. Por ende, lo que por un lado abre, por el otro lado cierra.

Las Sefirot tienen una correspondiente relación planetaria y también con los «Ushpazin » o los distinguidos invitados a la Sucá (una especie de Jardín del Edén terrenal), que inicia Jesed con Abraham, y continúa con Isaac, Yaakov, Moisés, Aarón, Yosef y David.

Para concluir, la suma de las 10 sefirot más los 22 senderos da 32 que tiene el mismo valor que la palabra hebrea «lev» o corazón. Y qué duda cabe, que D’os desea el corazón de la persona, su emoción o energía en su práctica y su estudio. El intelecto es un punto de partida y necesario, mas no suficiente, ya que las ideas «per se» sin el aditivo de una fuerza adicional, son solamente pensamientos fríos, y lo que la Torá pretende es que el hombre se sienta motivado a actuar, ya que solo pensar, nos quedamos a medio camino.

Resumiendo, si pasamos del pensamiento a la acción emulamos (imitamos) a Hashem, por el contrario, la inteligencia y el acumulo de saber cómo​ una teoría sin práctica no el objetivo ni el deseo del Todopoderoso.

Mientras caminos de Pésaj a Shavuot, en la cuenta del Omer, cada día tiene que ver con una Sefirá y sus relaciones con las demás, dónde el punto (la clave) es ejercitarnos en inspeccionar y perfeccionar nuestras cualidades humanas.

Como siempre, la Torá es «un árbol de vida para los que se aferran a ella», y tiene un océano de conocimiento manifestado en el Pentateuco mismo, en el Talmud y en los Midrashim (relatos rabínicos) y también en la Cábala que es la profundidad o la intimidad de los secretos de la Torá.

Los senderos brillantes y los igulim o círculos, nos permiten ver parte de ese lado oculto de la verdad divina, y lo comparamos a la relación del alma, respecto del cuerpo donde ella se inviste o reviste.

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