«El Eterno dispersará a ustedes entre las naciones, y quedarán pocos en número entre los pueblos adonde el Eterno los conduzca allá».
Deuteronomio (Debarim) 4-27
Demografía. Definición.
Con ayuda de internet podemos definir a demografía como el estudio estadístico de las poblaciones humanas según su estado y distribución en un momento determinado o según su evolución histórica. Por otra parte, la estadística a partir de datos numéricos extraídos, posibilita sacar conclusiones y realizar inferencias.
Población judía. Población mundial
Según ciertas referencias la población judía mundial rondaría los 14,7 millones de personas en todo el orbe. Y, además, nosotros constituimos el 0,2% de la población mundial.
Obviamente nuestra cantidad no se relaciona con la gravitación que han tenido y tenemos los judíos en la historia universal, e incluso en el presente, al Estado de Israel en el plano internacional, e incluso de los porcentajes de políticos, periodistas, científicos, pensadores, filósofos, economistas, y comerciantes que se destacan constantemente en todos los países de nuestra dispersión global.
Se trata claramente de un colosal aporte a toda la humanidad.
Lógica humana. Verdad divina.
Ingresamos en este tercer bloque al nudo de la cuestión. Un choque (¿aparente?) entre la lógica humana, que se explica según el diccionario como un método o razonamiento en que las ideas o la sucesión de hechos se manifiestan o se desarrollan de forma coherente y sin que haya contradicción entre ellas. La lógica aquí tiene que ver con un conocimiento inferido y con poder conocer la realidad.
Por otro lado, he encontrado en una explicación de algunos versículos del capítulo semanal de la Torá (Parashat Vaetjanán), que justamente la propia Torá es superior a cualquier ciencia o filosofía o cálculo que los humanos podamos desarrollar o argumentar.
La verdad del hombre muchas veces necesita ser modificada o actualizada, por el contrario, la verdad divina es Eterna e inmutable.
Por lógica (humana), los judíos ya no deberíamos existir, dado la cadena o sucesión universal de persecuciones, matanzas, holocaustos, restricciones, difamaciones y expulsiones, que hemos sufrido históricamente. Y aún más, si ponemos sobre la mesa el otro holocausto silencioso, que es la asimilación, que fagocita enormes porciones del pueblo judío tanto en la diáspora y aún me atrevería a decir en el propio Estado de Israel, si entendemos como un proceso de alejamiento en la identificación o pertenencia y alejamiento de la práctica de la vida judía tal como lo ordena la ley de Moisés.
El ave Fénix.
Tal como el ave Fénix renaciendo de las cenizas, o como el sol que desaparece por la noche, para volver a nacer cada mañana, esta ave simboliza el poder del fuego, símbolo de la purificación, del renacer físico y espiritual, y símbolo de la inmortalidad.
Para otros, el ciclo lunar tiene su correspondencia con el derrotero de los hebreos, cuando desaparece nuestro satélite y se invisibiliza, solo se trata de un fenómeno transitorio, y justo entonces, al reaparecer, marca los novilunios, y crece hasta lograr su plenitud y luego volver a repetir el ciclo en forma constante sin interrupciones ni pausas.
En definitiva, subidas y bajadas, auge y declinaciones, que luego vuelven a transformarse en nuevas y sorprendentes y milagrosas resurrecciones. Y si retrocediéramos al libro del Éxodo, la imagen de la zarza o ese arbusto que arde, pero no se consume simboliza también la eternidad de nuestra persistencia por voluntad divina.
Emuná o convicción. Final.
La Emuná algunos la traducen como confianza o fe plena, y solo sustentada por las letras que revelan y ocultan luz y muchos misterios y mensajes que, si los repasamos con atención, no tendríamos más opción que creer que fueron escritas hoy y no hace miles de años y cito nuevamente: «Pues el Eterno tu D’os es D’os misericordioso, no dejará que te aflojes ni te destruirá (completamente), y no olvidará el pacto con tus ancestros que Él les ha jurado» Deuteronomio 4-31
Y si continuamos el recorrido y la sucesión de los versículos encontramos en el capítulo 7-7 la aclaración que Hashem hace: «No porque ustedes son más numerosos que todas las naciones fue que el Eterno los deseó y los ha escogido, pues ustedes son los menos entre todas las naciones».
Para concluir, todas las ramas del saber humano se caen, frente al fuego eterno que no se consume. Todo conocimiento humano, aún de aquella mente reconocida como más lúcida o filosa, y cualquier estimación o cálculo se cae frente a reiterados milagros que se revisten y disfrazan de meras coincidencias o casualidades. Es que en el hebreo la palabra olam (mundo) proviene de elem (ocultamiento). Se trata de aquello que más sorprende a los más grandes Cabalistas de todos los tiempos, la capacidad de D’os de ocultarse tras el ropaje de aquello que los seres humanos conocemos como naturaleza.
Obvio, que la presente reflexión no elude la necesidad de estudiar demografía y estadística, y debemos continuar en el esfuerzo de calcular e inferir y proyectar y edificar (aún con viento en contra), dado que ese es el trabajo terrenal que se nos ha asignado, entiéndase trabajar por el idishkait o judaísmo al límite de nuestras fuerzas. Igualmente, y a la par, sin que exista contradicción en esto, siempre tener presente y considerar que: «aquel que ha fijado las reglas también puede cambiarlas a su voluntad y deseo sin límites ni oposición de ninguna clase, en aquellos momentos y tiempos que Él crea conveniente».
Para nosotros seres de carne y hueso se trata de una fórmula que combina armoniosamente Fe y razón.
Hashem no cambia (ya que no es persona para cambiar de parecer) ni el amor que Él ha manifestado por su pueblo desaparecerá ya que esta es su promesa eterna e inmutable revelada en la Torá Santa o Kedoshá por intermedio de su profeta Moshé en la montaña de Sinaí.