Monumento del Holocausto en Berlín Foto: Gianni Crestani Pixabay

En estos tiempos y los que vienen, el tema del Holocausto perderá fuerza y dejará de impresionar.  Las nuevas generaciones verán la Shoá, el término correcto de lo que significa el Holocausto, como un episodio de la historia sujeto a determinadas interpretaciones.

Esto ocurre por varias razones. Algunas involuntarias, naturales. Difíciles de enfrentar o evitar.  Con el tiempo, desaparecen los sobrevivientes y también quienes oyeron de primera mano el horrendo testimonio.  Se pierde el dramatismo y se esfuma el sentimiento de solidaridad, terror, rabia y lástima que genera escuchar la historia contada o leída, frente al testimonio del protagonista de los hechos.

El triste episodio de la expulsión de los judíos de España, fue algo terrible.  Conversiones forzadas, hoguera para los infieles, persecuciones por doquier y en toda la geografía ibérica y de la América conquistada. Hoy en día, descubrimos que un porcentaje importante de quienes hayan tenido nexo con España, son sefarditas.  Nos parece algo hasta folkórico, más que aterrador e inhumano.  ¿Atina uno a ponerse en lugar de quienes abandonaron su lugar de residencia, de quienes se convirtieron, de quienes vivieron como judíos escondidos, de quienes murieron quemados, de quienes fueron expulsados, de quienes en pocas décadas dejaron de se lo que eran y se transformaron en otros distintos, con un pasado a esconder?

De la expulsión pasaron 600 años. Del Holocausto han pasado escasos 75 años. La velocidad de olvido y de apatía parece mucho mayor para este último capítulo de muy triste historia.

Ya son demasiados los negacionistas.  Y son más numerosos, e igualmente peligrosos, quienes se escudan en ellos para afirmar que sólo repiten o se acogen a quienes tienen una opinión o información distinta, a la cual le atribuyen todos los derechos de libertad de expresión y difusión.

Es así que nos encontramos con verdaderos antisemitas negando el Holocausto.  Y un séquito de repetidores que se denominan algo así como cultos lectores de la historia vista desde otro prisma.  Todo en aras de las libertades.

En posiciones importantes, en varias partes del mundo,  nos encontramos ya con algunos elementos de este tipo.  Y su blindaje lo constituye la falta de acción de aquellas autoridades y grupos de opinión que pueden hacer fuerza y presión, la necesaria para que quien niegue el Holocausto sea tratado como un criminal y se le cierren las puertas de cualquier puesto visible, los accesos a medios de comunicación y redes sociales. Ley, presión, opinión, actitud, firmeza, valentía. Justicia y verdad, serían suficientes.

A los negacionistas y sus seguidores, aquellos quienes difunden sus opiniones y conceptos, les encanta despotricar del sionismo. El movimiento de liberación nacional del pueblo judío, cuyo único objetivo es la creación y mantenimiento de un Estado Judío, se describe como cualquier cosa menos eso.  Resulta interesante y aleccionador, que quienes niegan el Holocausto también están en contra de Israel y cualquiera de sus acciones.  Bajo el lema de no ser antisemitas, atinan a embestir contra las bases de la identidad judía de un pueblo que ha sobrevivido a pesar de tantos infortunios.

Negacionistas y sus seguidores, de quienes podemos afirmar que son, simplemente, antisemitas.  Que tienen fobia a los judíos.

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