Asher Yatzar, la bendición del cuerpo.

5 marzo, 2021
Shacharit en la playa de Tel Aviv - Foto: Wikipedia - CC POR 2.5

«Desde mi carne veré a D’os».
Libro de Job 19:26

Mi rebe me enseñó.

Cuando era pequeño, tuve la suerte de tener lo que podríamos definir como un «Rebe» o un «maestro de religión». No cabe duda que la impronta permanece, y una de las primeras cosas que me enseñó fue la Berajá (bendición) que se recita al salir del baño, luego de hacer nuestras necesidades fisiológicas.

Y siempre recuerdo su insistencia en no olvidar decir el Asher Yatzar (que ha formado), que tiene que ver con el cuidado de nuestro cuerpo físico a lo largo de nuestra existencia.


Órganos huecos y macizos.

Muchos años más tarde al estudiar medicina, recordaba frecuentemente esta Berajá, y para el que esto escribe, estas palabras ratifican como es habitual, que aquello que nos enseñan como algo nuevo, ya se encuentra registrado, y señalado en la Torá y por nuestros jajamim o sabios hebreos. Es decir, la Torá es siempre una adelantada, y lo que viene solo la ratifica y amplía y amplifica el tópico.

Esta bendición, manifiesta que nuestro cuerpo se encuentra formado por órganos huecos y macizos, y que, si alguno de ellos se abriera o se cerrara, no podríamos tener existencia ni permanecer de pie, frente al Creador del mundo, aún una sola hora.


La estructura corporal.

Nuestros órganos que algunos denominan «tubulares» (con forma de tubo, dícese de un objeto cilíndrico y alargado que está abierto por uno o sus dos extremos), y del punto de vista de la embriología, subdisciplina de la genética y rama de la biología, que tiene que ver con lo que denominamos «morfogénesis» palabra que deriva del griego que alude al proceso biológico que lleva a que un organismo desarrolle su forma.

Y claramente, esto se da desde el momento de la concepción hasta que la mayoría de las principales estructuras y órganos del cuerpo ya se han generado y el embrión pasa a ser nombrado como feto.

En verdad, la embriología se encuentra conectada a la anatomía (ciencia que estudia la estructura, las relaciones y la ubicación de las diferentes partes del cuerpo) y con la histología (rama de la biología que comprende la composición, y estructura y las características de las diferentes partes de los seres vivos).

Ejemplos.

Si dividiéramos a los órganos en macizos como aquellos que tienen un tejido fundamental o esencial (parénquima), junto a un tejido de soporte o sostén que denominamos estroma, podríamos citar al hígado, bazo, riñones, y ovarios. En segundo lugar, los órganos huecos son aquellos que tienen o presentan una luz o lumen central, y el clásico sería el tubo digestivo desde la boca, pasado por el intestino hasta llegar a la zona rectal.

Reflexión final.

Si pensamos una perforación de un órgano macizo como el hígado o el bazo, o por el contrario el taponamiento o la obstrucción de una parte del intestino, en particular el intestino grueso, o de un cálculo (piedra) que tapona la vía urinaria, estaríamos frente a una verdadera catástrofe de no ser por una rápida intervención de los médicos.

Y para ir al final, recordando que nuestro cuerpo estaría formado por muchos tubos internos (tracto digestivo, canales vasculares, vías respiratorias, y tubos urinarios), no cabe duda, que lo maravilloso es que, funcionando en conjunto, igualmente deben permanecer abiertos y separados los unos de los otros.

Al final de cuentas, el sufriente Job tenía razón, la perfección intrínseca de nuestro organismo, alude a que existe una entidad superior, y si quisiéramos o pudiéramos ingresar en la ontología del desarrollo (estudio del Ser en cuanto al Ser), la filosofía (del griego amor por la sabiduría) y su rama la metafísica (también del griego que etimológicamente se refiere a lo mas allá de la naturaleza), entonces podríamos en cierta medida, cada uno según su sapiencia y capacidad de análisis y creencia, vislumbrar que existe «un dedo rector», que direcciona la existencia desde que solo somos un huevo o cigoto, hasta nuestro desarrollo, nacimiento y maduración,etc,.

Solo por este sendero, podríamos ubicar el sentido de la existencia y su objetivo. Ya que la materia y su conservación o el buen mantenimiento es solo un medio para el cumplimiento de un objetivo superior.

De todas formas, la Torá vuelve a sorprendernos, con una maravillosa simplicidad que nos posibilita pensar en lo que somos, y que todo el sentido del buen funcionamiento corporal (cada mañana y muchas veces al día a lo largo de nuestra vida), tiene el sentido de alabar y servir al Todopoderoso que nos ha dotado con la máquina más perfecta jamás creada.

Después de todo mi Rebe, y el Asher Yatzar, ya comprendían la gran profundidad que oculta la aparente sencillez de las palabras y de nuestros actos.

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