Niños sobrevivientes de Auschwitz, liberado por el Ejército Rojo en 1945 Foto: Alexxander Voronzow Wikimedia Dominio Público

De lo que no se puede decir mejor callar, según enseñara Wittgenstein entonces, mostrar los horrores de Auschwitz como una instalación de objetos, residuos y desechos, ¿sería el nacimiento de un nuevo arte llamado hoy en día de performance?

Después de Auschwitz ya no habrá más poesía en el mundo, palabras establecidas por Theodor Adorno. ¿Entonces qué?, quizás instalaciones con los restos de lo humano y a veces con el humano hecho resto: latas de mierda (obra que se llamó por un artista rosarino: Mierda de artista), esculturas con jabón humano, lámparas de piel humana, preferentemente de aquellos que tenían tatuajes en el cuerpo, bancos hechos con pelvis, ceniceros hechos de osamenta.

¿Podemos llamar a eso arte, o en verdad es un testimonio del horror? Se conmueve así el concepto de estética para dar lugar a una mostración muda. “Arte de las cenizas” título del libro de Langier, arte del horror entonces. Es creación artística o usamos y pensamos en el término testimonio, escritura del testigo que da a ver lo improferible y lo quiere dejar asentado, para todos nosotros, lo que vio, oyó y sufrió, cuando la maldad extrema se desata y la pulsión de muerte queda expuesta entonces, ya no tiene coto ni medida.

Los testigos de la Shoá que hicieron dibujos de lo allí vivido pusieron su saber, su mirada y su sufrimiento a través de esa herramienta; el cuadro, la escultura, el poema, encuadre que  quiere  acotar algo de ese sufrimiento, de ese horror.

¿Cómo podríamos nombrar al intento de aquellos otros que quisieron poner por escrito la experiencia de “eso” innombrable, qué palabras usar para intentar al menos balbucear y enmarcar en ideas esas imágenes, recuerdos y olvidos que son de una crueldad a-histórica en el pensamiento y la palabra en cuanto al concepto de cultura y de humanidad?

¿Cómo hacer para que “eso” sea creíble y no pensado como una ficción, una pesadilla o una fabulación infantil?

Nuevamente lo que no se puede decir, quizás se lo pueda mostrar, y la propia paradoja de los nazis ha sido que cuando ellos decían: “aunque ustedes relaten lo que les hemos hecho, quién les va a creer”, se ocuparon muy bien de dejar asentado su invento, las experimentaciones y cremaciones a través de documentos, filmes y fotografías. Las ironías del destino hacen que hoy en día se exponga públicamente las esculturas que otrora fueron nominadas como “arte degenerado”, sobre todo si eran de artistas judíos, sustraídas de los museos y galerías de arte por no responder a la mirada monótona, aburrida y repetitiva de lo que pretendía el arte nazi, con su estilo neoclásico, perfeccionista y obsesivo que tan bien los caracterizó. Vemos así como la escultura prohibida de Otto Baum que lleva por nombre Chica de pie, vuelve a ganar su merecido lugar en el Neues Museum de Berlín, con sus manchas de óxido que nos recuerdan su pasado violento, discriminado y maléfico.

Volviendo a la meticulosidad alemana, exacerbada por el sujeto nazi, vemos, como entre otros, el prolijo equipo del doctor Mengele y los ejecutores de la Endlösung (Solución Final) se tomaron un prolijo trabajo de registro y codificación de todos sus actos, tanto criminales como de experimentación o sea, ordenaron y registraron todos sus movimientos.

También la Resistencia se ocupó de filmar las cámaras de gas y los crematorios junto a las filas de mujeres y niños, desdichados y perplejos ante la inminente capacidad de exterminar de esos otros sin el mínimo gesto de compasión y de humanidad. Todos estos documentales fueron salvados de la destrucción gracias a la audacia de un grupo de prisioneros que sobrevivieron y que arriesgaron sus vidas escondiendo tal documentación.

José Burucúa en su libro Historia y ambivalencia. Ensayo sobre arte,( Biblos 2006) tiene un capítulo dedicado a la imposibilidad de representación de la Shoá, allí escribe estas  sentidas palabras: “  Tampoco el doctor Mengele o el doctor Emil Kaschub, su ayudante, cuando sacaron fotos de los niños que usaron en sus experimentos y procuraron asimilar esas figuras a las de los animales, obligados éstos humanos a formar cuadros o escenas para los libros de ciencias naturales, o a las de hombres exóticos en poses para la toma de los antropólogos, o a las de enfermos registrados por los médicos en sus archivos de patología, tampoco ellos, a pesar del espectáculo abominable de las pieles laceradas, de los seres esqueléticos todavía con vida, consiguieron suprimir el enigma y la hondura de esos ojos radical y tozudamente humanos”.

Si bien Auschwitz fue un intento de experimentar con la especie humana, de querer doblegar y domesticar el espíritu de lo vivo, de arrancar a cada sujeto su nombre y en su lugar tatuarle un número, no obstante no pudieron decodificar los misterios del alma, la emoción por lo vivo y el tenaz esfuerzo por sostener el espíritu de la  diferencia, pues a igual ración de esa nada comible, algunos llegaron al límite de los llamados “musulmanes” muriendo no sólo de hambre sino de desesperanza,  otros lograron burlar ese sometimiento bajo la firme decisión de sobrevivir para poder contar, testimoniar, transmitir y procrear, y desde ese afán llamado: amor por lo vivo y la vida, más allá de toda experimentación, maldad y maltrato, lograron rearmarse desde las cenizas, recomenzar una vida y traer hijos al mundo para generar una continuidad. Entonces, desde esta definición, los nazis de ayer y los de hoy  perdieron, en un punto, la batalla contra la aniquilación del ser humano , ese que no les cuadraba en la medida aria, sea éste  judío, gitano o homosexual. Todos aún están aquí para testimoniar.

Todos estamos aún para escribir.

Estamos para decir: No pasarán!!

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