mar. May 13th, 2025

Por el equipo de redacción de Aurora.


A medida que Irán y Estados Unidos se preparan para una segunda ronda de conversaciones en Roma, el pulso diplomático en torno al programa nuclear iraní revela la persistente desconfianza entre ambas naciones, agravada por la historia reciente de rupturas y recriminaciones. El escenario, aunque revestido de optimismo cauteloso, parece todavía lejos de una resolución estable.


Durante la primera ronda celebrada en Omán la semana pasada, que ambas partes calificaron como “positiva”, Teherán manifestó su disposición a aceptar ciertas limitaciones en su programa de enriquecimiento de uranio. No obstante, un alto funcionario iraní advirtió que el país persa no aceptará desmantelar sus centrifugadoras ni eliminar sus reservas, subrayando que estas posiciones forman parte de las “líneas rojas impuestas por el líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei”.


La exigencia iraní más firme, sin embargo, va más allá del ámbito técnico: garantías de que Estados Unidos no volverá a abandonar un eventual acuerdo. Un reclamo que responde directamente a la experiencia del pacto de 2015, del cual Donald Trump se retiró unilateralmente en 2018, reactivando sanciones que devastaron la economía iraní.


En su regreso a la arena política y tras reactivar la llamada política de “máxima presión”, Trump ha reiterado su posición tajante: Irán no debe obtener armas nucleares. “Si lo tienen, todos estarán en grave peligro”, declaró el exmandatario, sembrando nuevas dudas sobre la viabilidad de cualquier compromiso a largo plazo con Washington.


Desde la ruptura del acuerdo en 2018, Irán ha acelerado progresivamente su programa nuclear, superando los límites establecidos hace una década y acercándose peligrosamente al umbral necesario para una bomba atómica. Aunque Teherán insiste en que su programa tiene fines pacíficos, el nivel de enriquecimiento alcanzado y la opacidad en ciertos aspectos técnicos inquietan a la comunidad internacional. Rafael Grossi, director del OIEA, advirtió durante su reciente visita a Teherán que el tiempo para un acuerdo “se está agotando”.

La paradoja es evidente: mientras Irán busca garantías para un acuerdo duradero, Estados Unidos -especialmente bajo administraciones republicanas- ha demostrado que los compromisos internacionales pueden ser efímeros. La administración de Joe Biden no logró satisfacer las exigencias de Teherán en este punto, y con el regreso de Trump como figura determinante en la política exterior estadounidense, las posibilidades de un acuerdo blindado parecen aún más remotas.


Por su parte, el nuevo enviado estadounidense a las negociaciones, Steve Witkoff, ha oscilado entre posturas conciliadoras y declaraciones de línea dura. Según fuentes diplomáticas citadas por Iran International, Teherán habría propuesto un acuerdo de tres fases que permitiría retomar los niveles de enriquecimiento del acuerdo original a cambio del levantamiento de las sanciones. La sorpresa, según estas fuentes, fue que Witkoff pareció inicialmente dispuesto a aceptar el marco propuesto, para luego endurecer su posición pública.


Teherán ha dejado claro que no negociará sobre su programa de misiles -considerado fuera del alcance de cualquier pacto nuclear- ni aceptará una desnuclearización completa. Sin embargo, ha abierto la puerta a una mayor cooperación con el Organismo Internacional de Energía Atómica, al que considera “el único organismo aceptable” como garante técnico.


En este contexto de posturas rígidas, intereses estratégicos enfrentados y memorias recientes de traición diplomática, las negociaciones en Roma se presentan más como un ejercicio de contención que como una vía real hacia la reconciliación. Para Irán, cualquier concesión sin garantías tangibles podría significar una repetición del ciclo de sanciones y aislamiento. Para Estados Unidos, cualquier concesión sin supervisión efectiva supone un riesgo estratégico inasumible.


Lo que está en juego no es solo la contención de un programa nuclear, sino la redefinición de las reglas del juego en una región marcada por décadas de desconfianza, amenazas cruzadas y promesas rotas.


Fotos: Captura de pantalla de YouTube

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