La Aguná – El drama de la mujer encadenada

Antigua sede del Gran Rabinato de Israel, ubicada junto a la Gran Sinagoga en King George Street, Jerusalén - Foto: Wikipedia - CC BY-SA 3.0

El judaísmo raigal, que permite el divorcio, exige una ceremonia religiosa según la cual el esposo o un agente designado por él debe entregar a la esposa o a su representante, un documento escrito conocido como «guet» en presencia de testigos.

Si una de las partes se negara o no pudiere participar en la ceremonia religiosa de divorcio, la otra parte no podrá volver a casarse dentro de la fe.

En la mayoría absoluta de las veces el cónyuge victimizado será la esposa.

La mujer que enfrenta tal desventaja marital se conoce como «aguná», que liberalmente significa encadenada o anclada a su matrimonio anterior y está inhabilitada a formar nueva pareja.

Ni las autoridades civiles ni las religiosas pueden efectuar esa disolución matrimonial religiosa, si no cuentan con la anuencia de las propias partes.

Dicho en otras palabras, en la práctica, los divorcios religiosos judíos requieren consentimiento mutuo y la participación de las partes, y por lo tanto da lugar a la posibilidad de que una de ellas se niegue a cooperar, o que extorsione, chantajee o intimide a la otra, para obtener beneficios pecuniarios; ventajas de otro tipo, o simplemente para infligir dolor, suponiendo que se trata de un objeto de su propiedad.

Obviamente, las mujeres cuya vida matrimonial ha finalizado y que incluso cuentan con un divorcio civil se ven impedidas por sus principios religiosos de contraer nuevo matrimonio sin el divorcio religioso.

Pese a que la mayoría de los judíos ya no siguen la ley religiosa y, en consecuencia, contar o no con un «guet» podría significarle algo secundario, sigue siendo una preocupación importante para ellas, por las implicancias secundarias que les provocaría esa situación de mujer anclada y encadenada religiosamente.

La falta de un «guet» se convierte así es una verdadera cadena y una fuente de angustia, porque la vida de esas mujeres queda peor que en el limbo.

No pueden finalizar religiosamente una situación acabada y quedan a merced de otra persona que puede recurrir al chantaje y a otras presiones, y sus hijos viven en mayor tensión.

Se sienten rehenes de una persona perversa, aviesa, malintencionada y retorcida. Muchas mujeres quedan en esta situación por decenas de años.

Cada caso demuestra la miseria humana y sirve como un triste recordatorio de cómo las nobles enseñanzas religiosas pueden ser manipuladas para servir a individuos inmorales.

También destaca la relativa impotencia de los tribunales religiosos cuyos jueces no siempre están dispuestos a aplicar el arsenal de medidas que la jurisprudencia les concede, dentro del marco de comunidades que no tienen poder jurisdiccional que les brinde instrumentos que puedan aplicar.

La labor de esclarecimiento de Mujer y Judaísmo para el público de habla hispana, y la movilización de las mujeres y hombres que se está desarrollando en estos días en la Argentina, ha roto el cerco de los medios de comunicación interna.

La situación de mujeres en estado de encadenamiento, se está describiendo en las redes sociales y en la prensa nacional, y las voces se oyen y se convierten es una excelente noticia para las mujeres mantenidas como rehenes.

Es un ejemplo que debe ser seguido por los núcleos preocupados por los derechos de las mujeres en todos los países.

Pese a que lleva apenas pocos días, ha logrado además de desenmascarar a los protervos y malintencionados aprovechadores y explotadores, que al final apurarán la concesión del «guet«, empoderar a muchas mujeres que se encuentran en esta situación a salir de la sombra y exigir sus derechos.

Algo bueno está sucediendo y esperemos que se intensifique todavía más para apoyar también a los tribunales que tienen sensibilidad y conciencia y buscan soluciones sin dilación.

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