¿Victoria pírrica de Netanyahu?

Benjamín Netanyahu Foto: Knéset

Se dice que en el combate de Heraclea, contra los romanos, en el año 280 a. C., las pérdidas del ejército del rey Pirro de Epiro fueron tan graves que, mientras contemplaba el campo de batalla, expresó: “Otra victoria como esta, y tendré que volverme solo a casa”.

Considerando la noción de las llamadas “victorias pírricas”, podría insinuarse en alguna medida que paradójicamente el enorme triunfo de la corriente ideológica que representa el primer ministro, Benjamín Netanyahu, terminó conduciendo al país al empate político y amenaza actualmente con derribarlo del poder.

De hecho, tras la retirada de Gaza, en 2005, y la consiguiente toma del poder de la Franja por parte de Hamás, en 2007, no hay demasiado entusiasmo en el público israelí por repetir la misma aventura en Cisjordania (Judea y Samaria) -que dicho sea de paso domina desde sus colinas la planicie costera mediterránea, que alberga el corazón económico de Israel-.

Habida cuentas de que los palestinos están amargamente divididos y que las probabilidades de llegar a un acuerdo son casi ínfimas, era posible sospechar que el eje político electoral se trasladaría desde el “conflicto” hacia cuestiones, hasta hace poco, secundarias, tales como la relación entre Estado y religión, corrupción, justicia social, etc.

En este sentido, el primer ministro, de la Autoridad Palestina, Mohammed Shtayyeh, destacó acertadamente la inexistencia de diferencias significativas entre Netanyahu y sus principales rivales políticos.

“Francamente, la diferencia entre Benny y Bibi (Benny Gantz y Benjamín Netanyahu), no es más grande que la diferencia entre la Pepsi Cola y la Coca-Cola”, apuntó Stayyeh.

Efectivamente, el partido Azul y Blanco (Kajol Laván) lleva como líderes a tres generales, dos de ellos sirvieron como jefes del Estado Mayor (Benny Gantz y Gabi Ashkenazi) durante el mandato del propio Netanyahu y uno como su ministro de Defensa (Moshé Yaalón). Por lo que no es de suponer que estemos a las puertas de un cambio de paradigmas en relación a los asuntos de seguridad.

Incluso, desde el partido Likud, encabezado por Netanyahu, algunos diputados han reconocido que la hostil campaña electoral del primer ministro hacia los árabes-israelíes, que componen alrededor de un 20 por ciento de la población, terminó movilizando masivamente a ese sector hacia las urnas, dañando como un boomerang las posibilidades del titular del Ejecutivo.

Extrañamente, pareciera que la victoria ideológica de Netanyahu no estuvo a la par de su estilo político, que terminó alienando a muchos de sus antiguos aliados (tales como Avigdor Liberman, Moshé Yaalón, Benny Begin, etc.), lo que podría ser una de las razones que están minando sus posibilidades de mantener las riendas del poder.

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