Victoria Ocampo y su rechazo al nazismo

Victoria Ocampo - Foto: Wikipedia - Dominio Público

Cuando en Argentina había cierta simpatía por Hitler, incluso en algunos sectores del gobierno, Victoria Ocampo fue muy crítica con el nazismo e hizo lo posible por salvar a algunas personas.

Gisèle Freund – Foto: Wikipedia – CC BY-SA 3.0 de

El 27 de enero próximo se conmemorará el Día Internacional de la Memoria del Holocausto. Ante el regreso de actividades antisemitas y ciertas corrientes de pensamiento que relativizan o directamente niegan los crímenes nazis, viene bien recordar el rechazo al nazismo de la escritora argentina Victoria Ocampo y su solidaridad para con las víctimas.

La insigne escritora argentina Victoria Ocampo, en este tema, como en tantos otros, fue un ejemplo de humanidad.

En 1946, Victoria Ocampo presenció como oyente el Juicio de Núremberg a los principales dirigentes nazis. La evidencia de los crímenes del nazismo y la experiencia del Juicio como suceso único de la historia de la humanidad, la inspiraron a escribir uno de sus ensayos más conmovedores: “Impresiones de Núremberg”.

Por su historia y legado, Victoria Ocampo y la revista Sur fueron las primeras voces de la cultura argentina contra el antisemitismo y Villa Ocampo fue refugio de varios exiliados del nazismo- entre ellos Gisèle Freund.

Villa Ocampo, vivienda de la escritora, donada a la UNESCO y en 1997 el gobierno argentino la declaró Monumento Histórico Nacional

En 1960, cuando se debatía la legalidad del secuestro de Adolf Eichmann en territorio argentino para ser llevado a juicio en Israel, Victoria terció en la disputa para recordar la ignominia sufrida por tantos seres humanos por el solo hecho de ser judíos. Su ensayo “Porque eran judíos”, publicado en el tomo sexto de sus Testimonios, demuestra su absoluto rechazo a lo ocurrido. Decía Victoria:
“que la Argentina (al parecer tan aferrada a la legalidad hoy día) haya servido de refugio a criminales de esta calaña y les siga sirviendo de segunda patria… es cosa atroz para quienes queremos a nuestra tierra. No puedo conformarme con lo que ello significa de complicidad. O de indiferencia”.

Victoria tampoco había demostrado indiferencia cuando, muchos años antes, había logrado rescatar a Gisèle Freund (1908-2000), una de las fotógrafas más notables del siglo XX, pagándole su traslado a la Argentina, unas pocas semanas antes de la invasión nazi a París, con la excusa de que había sido contratada como retratista por la revista Sur.

Gisèle se destacaría, años después, por perpetuar las imágenes de escritores famosos. Con el correr de los años, Gisèle recibiría el Gran Premio de las Artes de Francia, en 1980 y el Premio de Cultura de la Asociación Alemana de Fotografía. Nada hubiera sido posible sin la humanidad de su rescate.

Al afortunado episodio del rescate de GisèleFreund se contrapone el dramático fracaso de Victoria en su intento de salvar la vida del escritor judío Benjamin Fondane (1898-1944). Pero se trató de un fracaso parcial, porque Victoria logró poner a salvo su obra. Nacido en Rumania de familia judía, Fondane viajó dos veces a la Argentina invitado por la directora de Sur. En su primera visita, en 1929, trajo a nuestro país las primeras obras de René Clair, de Buñuel, de Man Ray. Volvió en 1937, para dirigir una película hoy lamentablemente perdida. Victoria narró con palabras dramáticas su intento de rescatar a Fondane:
[En París], el 18 de junio de 1939 vi a Benjamin Fondane por última vez, en circunstancias bastante extrañas. Lo había llevado en mi auto hasta su casa. Yo me embarcaba al día siguiente de regreso a la Argentina. Al bajar del auto, Fondane me pidió que esperara un minuto. Esperé. Volvió a salir de su casa con un enorme sobre, voluminoso y lacrado. A la luz de un farol que no alumbraba demasiado leí estas líneas que llevaba escritas: «Chestov. Manuscrito inconcluso que contiene las cartas que Chestov me escribió y mis conversaciones con él. Deposito en manos de Victoria Ocampo el manuscrito en el que estoy trabajando. En caso de guerra, ese manuscrito puede ser usado por ella como lo juzgue conveniente. Por consiguiente, podrá abrir el sobre». Desconcertada, miré a Fondane. No se reía, como de costumbre. […] Me dijo: «Creo que habrá guerra. Creo que no volveremos a vernos nunca más. Perdóneme este siniestro presentimiento». Recuérdese que los nazis estaban ya persiguiendo a los judíos en Alemania. Fondane era judío. […] Estábamos haciendo gestiones para tratar de sacarlo de Francia cuando él y su hermana (no su mujer: no era judía) fueron conducidos por la Gestapo a la prisión de Drancy (marzo de 1944.) […] Después los trasladaron a Alemania y el 30 de mayo los internaron en Auschwitz. El 29 de septiembre, Fondane y su hermana entraron en la cámara de gas.
No acaba aquí la historia. Sigue contando Victoria:
Cuando después de su muerte abrí el sobre, encontré estas líneas suplementarias: “Entrego este manuscrito inconcluso a Victoria Ocampo por temor de que una guerra súbita me obligue a abandonar mi domicilio sin poderlo salvar. En caso de que esto ocurra y las otras copias se extravíen o se destruyan, prefiero que quede algo del manuscrito por inconcluso e informe que resulte: es el bien más precioso que poseo. Si yo o los míos desaparecemos, cuento con Victoria Ocampo para velar por la publicación de estas páginas. París, 18 de junio de 1939”.

Y Victoria cumplió con el pedido. No pudo salvar a Fondane, pero salvó su obra, que lo perpetúa. Entregó el sobre a su viuda.

El repudio que le provocaba el nazismo se refleja también en su descripción del juicio de Núremberg. Fue la única argentina que asistió a sus sesiones, durante junio de 1946, invitada por el gobierno inglés. No sólo presenció varias audiencias, sino que también pudo ver, palpar, tocar y sentir las pruebas de la ignominia: pantallas de piel humana, toneladas de pelo, parvas de anteojos, jabón hecho con grasa de las víctimas…
Manifestó el hondo rechazo que le producía la mera visión de los jerarcas nazis juzgados allí, en las cartas que dirigió a sus hermanas (publicadas por la Editorial Sur bajo el título Cartas de posguerra en 2010) y en un ensayo aparecido en “Soledad sonora”, el cuarto tomo de sus Testimonios (Sudamericana, 1950):
la defensa me repugnaba. Argumentos de guerrero y de conquistador. Pero moral falsa e insostenible… En Núremberg no había podido menos de permanecer replegada sobre mí misma, hecha un ovillo, paralizada, crispada hasta perder contacto con mi propio corazón… Ahora la necesidad de llorar sobre lo visto me anudaba la garganta…

Quizás una reflexión última de la propia Victoria sirva como colofón, como cierre, como enseñanza luego de que ella hubiera vivido y escrito cuanto vivió y escribió sobre el Holocausto y sus víctimas:
Que Ana Frank, que mis pobres amigos Crémieux y Fondane, que tantos otros mártires inocentes (millones) me escuchen. Que nos perdonen. No me perdonarían si callara. O no me lo perdonaría yo misma, lo que es peor.

El testimonio de Victoria Ocampo debería resonar en los oídos de quienes se permiten negar el Holocausto.■

Texto extraído de Facebook – Personalidades Judías de Todos los Tiempos.

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