Una mirada a la investigación y desarrollo en Israel

Foto Ilustración: Maxpixels

Benito Roitman
En un mundo en que la innovación permanente es una característica central, el mantenimiento de un proceso de crecimiento dinamizado por la producción y venta de alta tecnología requiere de una corriente continua de nuevos desarrollos,  que en gran medida son aportados por las  llamadas startups y que en Israel constituyen ya un fenómeno común. Pero lo que es preciso recordar es que detrás de ese fenómeno se ubica una actividad permanente de investigación y desarrollo (IyD), centrada principalmente en temáticas afines a las áreas arriba mencionadas, y  desenvolvimiento de esas start-ups.
En esa actividad de investigación y desarrollo, los datos disponibles muestran en qué medida Israel destaca. En efecto, la información estadística informa que en Israel el gasto civil -excluyendo el gasto del ejército- en  IyD (que en inglés se conoce como R&D, por las iniciales de Research and Development) representaba 4,3% del PIB para el año 2015 (algo más de 13 mil millones de dólares equivalentes), por encima del promedio de los países de la OECD (situado en 2,3%) y muy por encima de los países latinoamericanos.
Israel no mostró siempre ese tipo de dinamismo. Hacia la primera mitad de la década de los 90, el gasto civil en I y D se situaba en el orden de 2% del PIB. Dicha proporción se aceleró durante el resto de la década hasta alcanzar, a comienzos del presente siglo, los niveles que mantiene actualmente. Como ya se señalara, las actividades de I y D constituyen de alguna manera una  condición necesaria para el desarrollo de actividades productivas asociadas a diferentes áreas de alta tecnología, por lo que ambas avanzan en paralelo; y en ambos casos se trata de fenómenos relativamente recientes -se podría hablar de los últimos 20/25 años, aunque precedidos por desarrollos tecnológicos en el ámbito militar- y asociados también con el aporte que representó, en ese terreno y en esa etapa, en la década de los 90, la inmigración procedente de los países de la antigua Unión Soviética.
Ahora bien, si aceptamos la importancia que tiene la I y D en Israel en el proceso de conversión de sus estructuras productivas hacia actividades cada vez más altamente tecnificadas, puede aventurarse también que las formas en que esa I y D se orienta y las direcciones que está tomando tienen un peso significativo en la conformación de esas estructuras, con su indudable influencia en el futuro de la economía, y por ende en el de la sociedad. Vale la pena entonces echar una rápida mirada al interior de esa I y D para entender hacia dónde y cómo podría estar avanzando.
Las informaciones disponibles, tomadas de un reciente estudio sobre el Gasto Nacional en Investigación y Desarrollo preparado por la Oficina Central de Estadística (OCE),  muestran que en el año 2013 la mayor parte de las actividades de I y D en Israel -el 83.1%-  fueron llevadas a cabo por el sector empresarial, mientras que las universidades y otras instituciones de educación superior ejecutaron un mero 12.7%. Mientras tanto, en otra publicación de la OCE se informa que en el mismo año 2013, las actividades (gasto) en I y D de las empresas multinacionales establecidas en Israel constituyeron el 62% de todo el sector empresarial; por su parte las empresas israelíes con sucursales en el exterior ejecutaron un 37% de ese gasto.
Esto llevaría a concluir que las actividades de I y D en Israel estarían concentradas en un conjunto acotado de empresas (lo que se refuerza si se toma en consideración que las informaciones disponibles muestran que el 80% de las actividades de I y D se lleva a cabo en y por empresas que cuentan con más de 50 empleados). Cabe agregar además, en materia de financiamiento de I y D, que  el 50% viene del exterior, aunque el mencionado estudio de la OCE no aclara si su origen proviene, en gran medida, de las casas matrices de las propias multinacionales instaladas en Israel.
Si eso fuera así, seguramente apoyaría la hipótesis referida a la concentración de las actividades empresariales de I y D en un número reducido de empresas.  Y no es prudente olvidar que, como dice el refrán, “quien paga la orquesta pone la música”.
Una posible consecuencia de toda esta situación, que de acuerdo a la información disponible ha venido acentuándose en los últimos años, sería la inclinación por privilegiar aquellas actividades de I y D que mayores posibilidades parecen ofrecer en relación con la demanda de los mercados, en desmedro de lo que pudiera definirse como necesidades individuales y sociales. En ese marco,  la ya señalada vinculación de las actividades de I y D con las de las startups puede estar ofreciendo (¿imponiendo?) a estas últimas, alternativas sesgadas de desarrollo.
Quizás algo de esto es lo que ha estado preocupando al Banco de Israel, cuando insiste en la  asimetría existente entre los niveles de productividad de los sectores de alta tecnología y los de las industrias y actividades más tradicionales y la forma en que esto afecta tanto a la competitividad económica como a la problemática social de pobreza y brechas salariales. En efecto, una de las formas de luchar contra esa asimetría y contra sus consecuencias, es investigar, diseñar formas novedosas de producción, basadas en los modernos desarrollos tecnológicos, para aplicarlas a las actividades productivas tradicionales, tanto en el área de bienes como en el de servicios, porque es en esas áreas que se concentra el mayor número de empleos en la economía israelí (y en muchos otros países).
Pero una política de esta naturaleza, que promoviese la investigación y el desarrollo de técnicas adecuadas para esos sectores tradicionales y reorientase recursos para ello en un volumen significativamente superior al que hoy en día se dedica a ello, chocaría contra los sagrados mandatos del mercado, de manera que lo más probable es que se continúe privilegiando lo que puede producir ganancias en el corto plazo, en lugar de procurar una más alta rentabilidad social.
Entendámonos: los esfuerzos dedicados en Israel a la investigación y desarrollo en todos los ámbitos son admirables y la creciente incorporación de innovaciones a través de los trabajos de las startups para crear, ofrecer y comercializar nuevos bienes y servicios, se ha constituido en un elemento central en el dinamismo económico del país. Pero para el mantenimiento y la continuidad de su papel para un desarrollo inclusivo, que lleve a ampliar hacia toda la población el disfrute de los beneficios de ese desarrollo, es necesaria una política que oriente todos esos esfuerzos en el marco de una programación nacional, más allá de los intereses de corto plazo del mercado y de las grandes empresas.
Hoy son las grandes corporaciones las que definen, en gran medida, las áreas y ámbitos de investigación; y son las grandes corporaciones, en gran medida, las que compran las startups exitosas. ¿No será tiempo que sea la sociedad -y el gobierno que la represente- quien decida hacia dónde y cómo queremos que se oriente nuestro futuro?

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