¿Un Sykes-Picot 2019 para Siria?

Netanyahu, junto a los asesores de seguridad nacional de Israel, Rusia y EE.UU. en Jerusalén. / Foto: Kobi Gideon (GPO)

El histórico acuerdo de Sykes-Picot de 1916, en que representantes del Imperio Británico, Francia y Rusia dividieron Medio Oriente tras la caída del Imperio Otomano, dio vida a nuestro “moderno” Medio Oriente. No solamente marcaría los límites de las nuevas naciones de la región, sino que también conduciría a diferentes conflictos étnicos y culturales, los cuales seguimos sintiendo en la actualidad. Pero sobretodo se trata de un acuerdo donde las potencias de aquel entonces acordarían la división de la zona según sus intereses políticos y económicos. Este acuerdo “secreto”, el cual se firmó antes de saber quién sería el triunfador de la gran guerra, establecerá una realidad en Medio Oriente, vigente por más de un siglo.

¿Podemos decir que estamos siendo testigos de un acuerdo en el cual las potencias actuales -Estados Unidos, Rusia e Israel como potencia regional-, cuidando sus intereses, conducirán a una nueva Siria por los próximos 100 años?

El 24 de junio del 2019 será una fecha muy recordada para la diplomacia israelí, y especialmente para el primer ministro Benjamín Netanyahu. En esta jornada el mandatario de Israel logró convocar en Jerusalén a los máximos consejeros en seguridad nacional de las dos máximas potencias: John Bolton (EE.UU.), y Nikolai Patrushev (Rusia). El principal objetivo de esta cumbre es restablecer la región apostando por un nuevo status quo dentro de Siria. Un estado en donde los intereses de estos mismos pueden encontrarse o chocar frontalmente.

La cumbre fue fomentada por Putin, que tiene muchos más intereses puestos en Sira. Éste quiere llegar a encontrar una nueva estabilidad en la región para poder enfocarse en otros objetivos. Rusia entiende la cercanía que tienen el presidente Donald Trump y Benjamín Netanyahu. Por ende, utilizará a Israel de mediador para que Washington pueda invertir en el proceso de recuperación de Siria una vez haya acabado el conflicto. Además, querrá que EE.UU. fomente a estados árabes de la región, como Arabia Saudita, que sean parte del plan de “rehabilitación” del estado sirio. Esto le ahorraría a Rusia grandes sumas de dinero, y seguirá teniendo satisfechos a sus clientes en la región. Por último, la Casa Blanca daría legitimidad al régimen sirio y su líder, Bashar al-Assad.

Por otro lado, Israel entiende las buenas relaciones que existen entre el Kremlin y Teherán. Ambos combaten contra enemigos que tiene en común, pero no supone que a largo plazo tengan los mismos objetivos y hablen el mismo idioma.  Israel comprende que sin la ayuda de Rusia, no podrá asegurarse que milicias iraníes salgan de las fronteras cercanas a Israel. A pesar de tener una buena coordinación con los rusos a la hora de atacar bases de Hezbollah u iraníes en Siria, desde Jerusalén son conscientes que es preciso adoptar una nueva estrategia para conseguir silencio en sus fronteras con Siria. Rusia seria un buen aliado para pasar el mensaje a Irán, y así lograr que retire sus milicias lejos de las fronteras con Israel.

A diferencia del acuerdo de Sykes-Picot, la cumbre del 24 junio del 2019 fue totalmente pública. El mundo entero pudo observar como las dos superpotencias e Israel trataban de definir y tal vez poner fin a la inestabilidad en Siria. Además, no se trata de un acuerdo que influye sobre toda la región, sino a un solo estado. Por otra parte, entendemos que la importancia estratégica de Siria en Medio Oriente para Israel, Estados Unidos y Rusia abarca intereses no solo geopolíticos, sino que también económicos. Tal vez si sea el acuerdo que traiga una nueva realidad en Siria. Lo que tal vez no se escuchó demasiado en esta cumbre, es como realmente se puede poner fin a una guerra civil de manera inmediata, la cual lleva más de 8 años en marcha, y ha costado más de medio millón de víctimas mortales.

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