Un insulto a la memoria

14 febrero, 2019 , ,
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Foto: REUTERS / Susana Vera

Una de las formas más comunes de banalización de la Shoá es comparar el exterminio de seis millones de judíos con cualquier fenómeno político. Y hacerlo es muy fácil. Si tienes un enemigo, compáralo con Hitler. Si quieres insultar a tu oponente, recrimínale que está haciendo lo mismo que los nazis hicieron con los judíos. La instrumentalización de la Shoá se aprovecha de la sensibilidad que provoca esta temática para obtener rédito político a través de la manipulación e influencia en la opinión pública.

La banalización de la Shoá es, en este sentido, un doble insulto a la memoria. Altera la memoria de las víctimas judías, pero también la de los verdugos alemanes. Minimiza el sufrimiento de millones de personas y utiliza la memoria de sus asesinos para, de la manera más miserable, atacar y estereotipar a los adversarios políticos.

Esto es exactamente lo que hizo Albert Rivera en el Congreso de los Diputados de Madrid durante el debate sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2019. El líder de Ciudadanos contó que su madre tiene un cubo de pintura en su negocio porque cada dos o tres semanas le pintan lazos amarillos en la puerta. Y concluyó: «Eso es lo que hacían los nazis con los judíos, y eso es lo que hacen con nuestras familias».

La banalización es evidente. Además, la esvástica recuerda el genocidio industrializado y burocrático del pueblo judío, pero el lazo amarrillo es un símbolo pacífico y totalmente inofensivo que lo único que reclama es la libertad de los presos políticos catalanes, cuyo juicio se estaba celebrando precisamente al mismo tiempo que Rivera pronunciaba esas palabras.

Pero lo que más llama la atención es que tanto Albert Rivera como otros diputados y miembros de su partido se definen como proisraelíes y activan constantemente a favor del pueblo judío y en contra del antisemitismo. ¿Cómo es posible que estas personas asistan a un acto en recuerdo de las víctimas de la Shoá y, un mes después, la banalicen? ¿Cómo se explica que Juan Carlos Girauta, diputado de Ciudadanos, escriba un emotivo texto honrando la memoria de Simja Rotem Kazik, el último combatiente de la Rebelión del Gueto de Varsovia, y luego aplauda desde su escaño una banalización que insulta a todas las víctimas de la Shoá?

Esta paradoja demuestra, lamentablemente, que todavía queda mucho trabajo por hacer en el ámbito de la educación y que el asunto se está manejando de manera insuficiente. Hay que estudiar la Shoá. Pero el estudio no puede limitarse a las clases de historia en los colegios, sino que debe formar parte de todos los programas de formación académica y laboral vinculados a la política, la sociedad, los estudios religiosos y filosóficos o los medios de comunicación.

Es importante aclarar que no se trata de cuestiones partidistas. La instrumentalización de la Shoá con fines electorales o propagandísticos, sin importar de qué bando provenga, es siempre insoportable. La Shoá es un acontecimiento inédito en la historia de la humanidad debido a su carácter extremo de genocidio.

En consecuencia, es una vergüenza utilizar el sufrimiento de tanta gente para promover ideas políticas y desacreditar a los rivales, independientemente de si defienden la unidad de España, la libertad de Cataluña, el aborto, el medio ambiente, la tauromaquia, la legalización de la marihuana o cualquier otro fenómeno político. Este insulto a la memoria no debería tener cabida en el Congreso de los Diputados ni estar presente jamás en el discurso de un candidato a la presidencia de España.

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