¿Por qué importa la soberanía israelí sobre los Altos del Golán?

Foto: REUTERS / Leah Millis

Fuente: Jerusalem Center for Public Affairs.

  • Los críticos de la decisión estadounidense de reconocer la soberanía israelí sobre los Altos del Golán interpretaron erróneamente el significado legal del preámbulo de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, de noviembre de 1967, que contiene una referencia al principio de “inadmisibilidad de la adquisición de territorio por la guerra”.
  • Los estudiosos jurídicos han establecido una distinción entre la confiscación de territorio en las guerras de agresión, que es ilegal, y la confiscación de territorio por un Estado que ejerce su legítimo derecho a la defensa.
  • En una publicación en el American Journal of International Law en 1970, Stephen Schwebel, quien se convirtió en el asesor legal del Departamento de Estado de los Estados Unidos y luego presidente de la Corte Internacional de Justicia en La Haya, escribió sobre el significado legal de esta diferencia. También citó al gran erudito británico Elihu Lauterpacht, quien argumentó que «el cambio territorial no puede ocurrir adecuadamente como resultado del uso ilegal de la fuerza».
  • ¿Qué pasa con los casos del uso lícito de la fuerza? A raíz de la Segunda Guerra Mundial se implantaron importantes cambios territoriales en Europa. Por ejemplo, Alemania perdió tierras considerables en Polonia y en la Unión Soviética. Estaba claro que la Carta de la ONU reconocía el derecho de los Estados a usar la fuerza en defensa propia, tal como es el caso de la entrada de Israel en los Altos del Golán.
  • En 1967, en el Consejo de Seguridad de la ONU, la Unión Soviética fracasó cuando se comprometió a obtener la condena de Israel como agresor en la Guerra de los Seis Días, perdiendo la votación por 11 a 4. Los soviéticos luego fueron a la Asamblea General y fracasaron otra vez. Estaba claro para los Estados miembros de ambos organismos de la ONU que Israel había actuado en defensa propia.
  • Tampoco es cierto que la decisión del Golán represente un nuevo cambio importante en la política de Estados Unidos. En 1975, el presidente Gerald Ford le escribió al primer ministro Yitzhak Rabin que los Estados Unidos «darán gran importancia a la posición de Israel con relación a que cualquier acuerdo de paz se pronuncie sobre la permanencia de Israel en los Altos del Golán».
  • En 1991 el secretario de Estado James Baker escribió una nueva carta al primer ministro Yitzhak Shamir reconfirmando la carta de Ford. En 1996, el secretario de Estado Warren Christopher escribió al primer ministro Benjamín Netanyahu, volviendo a comprometer a Estados Unidos con la carta de Ford.

Hay dos argumentos principales que se usan con frecuencia para criticar la decisión del presidente Trump de reconocer la soberanía israelí sobre los Altos del Golán.

El primero se centra en el estatus legal de la captura por parte de Israel de los Altos del Golán de manos de Siria en la Guerra de los Seis Días en 1967 y su posterior decisión de extender su ley al área. Los críticos de Israel argumentaron que el Estado judío había violado el derecho internacional. Por extensión, dicen que el movimiento de Estados Unidos tuvo el efecto de legitimar una situación ilegal. Se armaron con una mala interpretación del significado legal del preámbulo de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU de noviembre de 1967, que contenía una referencia al principio de «inadmisibilidad de la adquisición de territorio por la guerra».

Esta posición conduce a una segunda afirmación común en los críticos de la decisión de Estados Unidos de reconocer la soberanía israelí sobre los Altos del Golán.

Se dice que la medida del presidente Trump representó una brusca ruptura en la política de Estados Unidos sobre este tema. Así, un columnista del Washington Post escribió el 22 de marzo: “Ningún presidente ha reconocido el control de Israel sobre los Altos del Golán. Trump cambió eso con un tuit». ¿En serio?

El hecho es que los estudiosos jurídicos han establecido una distinción entre la toma de territorio en guerras de agresión, que es ilegal, y la toma de territorio por un Estado que ejerce su legítimo derecho a la defensa.

Así fue como, cuando los diplomáticos aceptaron la frase «la inadmisibilidad de la adquisición de territorio por la guerra» se referían a la guerra agresiva, no a la guerra defensiva.

En una publicación en el American Journal of International Law en 1970, Stephen Schwebel, quien luego se convirtió en el asesor legal del Departamento de Estado de los Estados Unidos y luego en el presidente de la Corte Internacional de Justicia en La Haya, escribió sobre el significado legal de este diferencia. También citó al gran erudito británico Elihu Lauterpacht, quien argumentó que «el cambio territorial no puede ocurrir adecuadamente como resultado del uso ilegal de la fuerza».

¿Qué pasa con los casos del uso lícito de la fuerza? A raíz de la Segunda Guerra Mundial, se implementaron importantes cambios territoriales en Europa, a medida que los territorios del eje pasaron al lado de los aliados. Por ejemplo, Alemania perdió tierras considerables en Polonia y en la Unión Soviética. Schwebel se refiere a la decisión de la ONU al final de la Guerra de Corea de respaldar los reclamos de Corea del Sur sobre «territorio sustancial» al norte del paralelo 38.

En última instancia esas reclamaciones no se hicieron efectivas, pero estaba claro que la Carta de las Naciones Unidas reconocía el derecho de los Estados a usar la fuerza en defensa propia, como es el caso de la entrada de Israel en los Altos del Golán, y que esto tenía implicaciones en las modificaciones de los límites anteriores a la guerra.

¿Cómo sabemos que Israel no fue el agresor en 1967? En ese momento, en el Consejo de Seguridad de la ONU la Unión Soviética se comprometió a obtener la condena de Israel como agresor en la Guerra de los Seis Días. Fracasó perdiendo el voto por 11 a 4. Los soviéticos luego fueron a la Asamblea General y fallaron una vez más. ¿Cómo se puso la Unión Soviética en una situación tan precaria? Fue tan claro como el día para los Estados miembros de ambos organismos de la ONU que Israel actuó en defensa propia.

Como se señaló anteriormente, los críticos acerca de la decisión del Golán de la administración de Trump también dicen que representa un cambio importante en la política de Estados Unidos en el Medio Oriente. Sin embargo, eso no es cierto. A partir de 1975, con la carta del presidente Gerald Ford al primer ministro Yitzhak Rabin, Estados Unidos dirigió una serie de cartas en las que expresaba su política sobre los Altos del Golán. En su momento, Ford escribió: «Estados Unidos no ha desarrollado una posición final en las fronteras. Si lo hace, le dará mucho peso a la posición de Israel con relación a que cualquier acuerdo de paz se basará en la permanencia de Israel en los Altos del Golán».

Estados Unidos mantuvo vivo en el tiempo el compromiso de Ford. En 1991, en el contexto de los preparativos para la Conferencia de Paz de Madrid, el secretario de Estado James Baker escribió una nueva carta al primer ministro Yitzhak Shamir reconfirmando la carta de Ford.

También hubo una tercera carta. Durante el trabajo de la administración Clinton en la negociación del Protocolo de Hebrón, el secretario de Estado Warren Christopher escribió una carta de garantía al primer ministro Benjamín Netanyahu, con fecha 19 de septiembre de 1996, que volvió a comprometer a Estados Unidos con la carta de Ford.

Estas cartas no constituían un reconocimiento formal por parte de Estados Unidos de la soberanía israelí sobre el Golán, pero sí indicaron que en algún momento en el futuro, cuando haya «desarrollado una posición final en las fronteras», podría decidir otorgar ese reconocimiento. Ese momento ha llegado. Claro que hubiera sido bueno si todo esto estuviera sucediendo en el contexto de un tratado de paz israelí-sirio.

Pero ahora se ha revelado hasta qué punto el presidente sirio Assad cometió asesinatos en masa de sus propios ciudadanos. La paz real no está a la vista, pero la idea de que Estados Unidos eventualmente reconocería la soberanía israelí en los Altos del Golán sobrevivió. Bajo la presidencia de Trump «eventualmente» se convirtió en “el día de hoy”.

En resumen, la declaración de Trump no fue una brusca ruptura en la política de Estados Unidos, sino un cumplimiento de esa política cuarenta y cuatro años después de que se articuló por primera vez.

Quizás el aspecto más importante de la decisión de Estados Unidos de reconocer la soberanía israelí sobre los Altos del Golán se deriva de su contribución a la estabilidad.

Históricamente, desde 1949 a 1967, Siria abusó de su Acuerdo de Armisticio atacando granjas y pueblos israelíes en Galilea, situados a 1700 pies por debajo del Golán. Siria se unió a la coalición de guerra árabe en 1967, lo que llevó aún más al fracaso del antiguo sistema de armisticio. Finalmente lanzó un ataque sorpresa a Israel en 1973.

Hoy, el régimen sirio se alió con Irán e invitó a las fuerzas armadas iraníes y a las milicias chiitas bajo su mando a desplegarse frente a Israel y los Altos del Golán. El general Qassam Suleimani, comandante de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria, ha propuesto que esta fuerza llegue a 125 mil hombres. El comandante adjunto del Cuerpo de Guardias Revolucionarios Islámicos declaró en el verano de 2018 que estaba esperando órdenes para erradicar el «malvado régimen» de Israel.

Claramente existe un agresor con intenciones hostiles en el norte de Israel, llamado Siria, y un Estado que puede verse obligado a defenderse, a saber, Israel.

Dadas estas condiciones, el reconocimiento por parte de Estados Unidos de la soberanía israelí sobre el Golán es una forma diplomática de castigar al agresor y recompensar a la parte que ha sido víctima de la agresión. Los Estados que se niegan a hacer esa distinción no solo están socavando la seguridad de Israel, sino que también están debilitando una piedra fundamental de un futuro orden mundial.


Acerca del embajador Dore Gold. Se ha desempeñado como presidente del Jerusalem Center for Public Affairs desde el año 2000. Desde junio de 2015 hasta octubre de 2016 se desempeñó como director general del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel. Anteriormente se desempeñó como asesor de Política Exterior del primer ministro Benjamín Netanyahu, embajador de Israel en la ONU (1997-1999) y asesor del primer ministro Ariel Sharon.

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