¿Por qué el coronavirus no ha detenido la agresión iraní?

Foto: Reuters/Brendan Mcdermid

En resumen, Irán tiene un objetivo claro, una estrategia y la voluntad de invertir y asumir riesgos para cumplirlo. Estados Unidos demuestra exactamente lo contrario en todos los aspectos. Gracias a su enfoque inquebrantable y determinación, incluso ante la calamidad, la marcha de la República Islámica a través del Medio Oriente es probablemente imparable.

A pesar de la propagación mortal del coronavirus (COVID-19) en todo Irán que, según informes internos puede haber afectado hasta 500.000 personas, la agresión y el aventurerismo militar de Irán continúan sin cesar. Está avanzando en su cobertura de Irak, planeando ataques contra objetivos estadounidenses, continúa armando a los hutíes en Yemen y desafiando los llamados a un alto al fuego para combatir la pandemia en ese país. Según los últimos informes, las autoridades iraníes acaban de asesinar a 36 prisioneros árabes ahwazi que intentaron escapar de las superpobladas e insalubres prisiones conocidas por su brutalidad después de que el régimen no liberase ningún prisionero ahwazi, ni por las fiestas [musulmanas] ni por razones humanitarias relacionadas con la pandemia.

Según el académico israelí Raz Zimmt, es probable que esta agresión regional continúe sin cesar sin importar los obstáculos y a pesar de todas las predicciones de que las sanciones severas o una mayor presencia militar de Estados Unidos disuadirán a Teherán y lo obligarán a retroceder. Existe una variedad de razones para esto.

Primero, como Zimmt correctamente señala, la agenda regional y nuclear de Irán es anterior a la Revolución Islámica. El sha contempló el desarrollo de capacidades nucleares, archivó la idea temporalmente y nunca tuvo la oportunidad de volver a revisarla. Como Zimmt escribe:

«Una y otra vez Irán ha demostrado que a pesar de sus limitaciones y debilidades logra resistir y convertir las amenazas en oportunidades que preservan no solo la supervivencia del régimen, sino también su influencia regional. Irán ciertamente sabe cómo jugar el juego regional en comparación con otros jugadores cercanos. Teherán tiene la paciencia de esperar hasta que se cumplan sus ambiciones y es muy decidido y pragmático, sabe cómo adaptar su estrategia para enfrentar nuevos desafíos».

El persistente juego terrestre de Irán, también conocido como su «puente terrestre ideológico», ha sido observado por muchos otros académicos, incluidos Alberto Fernández, Jonathan Spyer y Reza Parchizadeh de Al Hurra.

Los ataques planificados reportados contra objetivos de EE. UU., a pesar de su mayor disposición para repeler las milicias financiadas por Irán y la reubicación de la defensa aérea en la región, son una ilustración de este juego terrestre. Lejos de ser fanáticos ideológicos imprudentes, en lo que respecta a la estrategia militar en sentido estricto, Irán ha utilizado su fuerte comprensión del contexto geopolítico para avanzar en su agenda. Desde la perspectiva de Irán es una ventaja en este momento por varias razones.

A diferencia de las sociedades occidentales, Irán está dispuesto a sacrificar lo que sea necesario para llegar a donde quiere ir. Es por eso que la propaganda sobre «guerras interminables», presumiblemente como resultado de una fuerte respuesta a la agresión de Irán, ha funcionado tan bien en Estados Unidos, lo que ha demostrado una falta de resistencia para los conflictos asimétricos prolongados y una falta de tolerancia, incluso para la mínima pérdida de vidas estadounidenses, sobre cualquier cosa que no sea una defensa directa del territorio estadounidense. Parte de esto tiene que ver con la cobertura mediática de los conflictos, otra parte se debe al cansancio resultante de las participaciones fallidas en Medio Oriente y otra porción a una cambiante cultura cada vez menos dispuesta a lidiar con cualquier dolor percibido, por distante que sea.

La pérdida de Estados Unidos ante los talibanes en Afganistán no se debe tanto a la superioridad inherente del conocimiento local como a la falta de voluntad para: a) convocar la voluntad política suficiente para establecer parámetros realistas, b) comprometerse en inversiones a largo plazo en la región y c) confrontar y desafiar a los actores estatales que respaldan a los grupos terroristas. Se puede observar una dinámica similar en Irak, donde Irán ha estado dispuesto a invertir en la «construcción del Estado» para sus partidarios, mientras que Estados Unidos ha limitado su participación a operaciones militares mínimas necesarias. Irán está dispuesto a desviar recursos infinitos de las necesidades de su propia población para el apoyo de sus milicias y acceder a posibles reclutas. Al mismo tiempo, el régimen [iraní] considera que las milicias iraquíes y sus otras tropas extranjeras, incluidos los afganos y pakistaníes, son prescindibles. Desechar estas fuerzas [en combates] contra Estados Unidos siempre será una «victoria» para Irán.

Incluso si les cuesta la vida a algunos líderes los ataques de Irán demuestran su fervor constante y su dedicación a expulsar a Estados Unidos de la región. El continuo enfoque exclusivo de los estadounidenses en ISIS y la falta de voluntad para tratar al gobierno iraquí como una colonia de Irán, una especie de ceguera voluntaria transmitida por la administración de Estados Unidos a su propio pueblo, juegan a favor de Irán. Con EE. UU. tratado en Irak cada vez más como un invitado no deseado, mientras el gobierno de EE. UU. desesperadamente trata de defender su relación con Bagdad, Irán está armando con éxito al supuesto nacionalista Muqtada Sadr y utilizando la cobertura de la pandemia de coronavirus para avanzar. Si bien es poco probable que EE. UU. salga de Irak por completo después de trasladar las fuerzas de Siria a ese país, es probable que continúe a la defensiva en el futuro previsible. Eso es todo lo que Irán necesita en este momento.

Irán calculó correctamente que es poco probable que Estados Unidos esté dispuesto a comprometerse con algo que pueda aumentar la óptica de la violencia y un mayor compromiso en el extranjero en un año electoral, especialmente en medio de una pandemia. El coronavirus ha ejercido presión sobre los recursos navales de EE. UU. y los iraníes que proliferan en todo Iraq y Siria son un peligro biológico ambulante. Los limitados ataques aéreos de represalia son lo máximo con lo que se puede contar en respuesta a provocaciones violentas.

Mientras tanto, Irán continúa recibiendo las infusiones de efectivo que necesita para seguir su camino. Ese flujo de efectivo no se ve obstaculizado de ninguna manera por la derrota de los funcionarios iraníes por el virus, gracias a la negación del régimen y la mala atención médica del país. La voluntad europea de proporcionar ayuda humanitaria; continuos negocios con europeos, chinos y rusos; exenciones nucleares civiles proporcionadas por Estados Unidos, y la aceptación por parte de varios países de eludir las sanciones, compensó la presión económica generada por la falta de voluntad de los estadounidenses para levantar esas sanciones. Además, la economía informal de Irán, que se basa en emprendimientos pasados por alto en Omán y otros lugares, inversiones ilícitas, tráfico de drogas y esquemas del crimen organizado, sigue siendo una fuente estable de ingresos incluso en estos tiempos difíciles.

Irán también tiene la ventaja de un objetivo y una estrategia claros en términos de exportar su revolución y afirmar su presencia más allá del Levante en el Mediterráneo. Estados Unidos, aunque reclama un interés en revertir la influencia iraní, no ha presentado ninguna visión de lo que eso implica. Ya admitió tácitamente que la contención ha fallado, y a pesar de las duras conversaciones de la Casa Blanca, parece que no hay posibilidad de un golpe interno que derrocaría al régimen desde adentro. «Hacer retroceder» la ideología y el alcance iraníes requeriría un plan detallado, una estrecha cooperación con otros actores regionales importantes, participación ideológica y la dedicación de recursos financieros, de inteligencia y tecnológicos. Estados Unidos no está en condiciones de dedicarse a tal proyecto en este momento y, en cualquier caso, no está dispuesto a hacerlo.

Además, esta es una nueva era. Una vez EE. UU. tuvo la visión audaz y la voluntad de invertir estratégicamente para incitar a la Unión Soviética a suscribir programas espaciales y de armas que agotaron sus recursos, revelaron sus debilidades [soviéticas] al público, contrarrestaron décadas de propaganda e inspiraron a generaciones en ambos lados de la Cortina de Hierro a admirar EE. UU. como una vanguardia para el progreso científico, ahora EE. UU. se centra en disputas políticas internas y retrasa a China en la inversión en inteligencia artificial y tecnología cuántica. Y si bien EE. UU. son muy superiores a Irán en términos de fuerza militar, la confianza de Irán en una guerra asimétrica, combinada con la falta de voluntad estadounidense de usar decisivamente su formidable poder, esencialmente neutralizan esta superioridad operativa en términos de su impacto físico y psicológico en el adversario.

A pesar de los muchos desafíos que enfrenta, el establisment revolucionario iraní está facultado por su división exitosa de todos los movimientos de oposición, la capacidad de manipular porciones de la población y la continua dependencia del régimen de esa población.

Si bien los levantamientos ocasionalmente hacen que Basiji u otros apparatchiks del régimen iraní huyan hacia la periferia, los movimientos de oposición carecen del nivel de cohesión que podría tentar a los jugadores clave dentro de la extensa burocracia iraní a abandonar sus posiciones y socavar el régimen hacia un estado de colapso. Además, el IRGC ha asumido un papel cada vez más central en el funcionamiento del Estado. A pesar de los obstáculos sigue siendo una máquina formidable, disciplinada, agresiva y bien armada, y permanece alerta para evitar cualquier penetración de los percibidos como adversarios. Los expertos en política de Estados Unidos no han mostrado comprensión de las divisiones políticas dentro del gobierno iraní o su aparato de inteligencia que podrían ser efectivas si se enfrentan entre sí hasta que el régimen se debilite y se autodestruya (tampoco nadie más lo ha comprendido) .

Finalmente, el régimen ha observado divisiones internas e inconsistencia de Estados Unidos en la configuración de cualquier tipo de estrategia de política exterior y ha aprendido a aprovechar la gran cantidad de información que Estados Unidos revela sobre sus propias vulnerabilidades.

La combinación de todos estos factores explica el descarado impulso de Irán a pesar de la retórica aparentemente dura que emana de la Casa Blanca. Las acciones hablan más que las palabras, y si bien Irán está dispuesto a seguir en su rumbo, Estados Unidos sólo se limita a una esporádica demostración de fuerza. Cuando Estados Unidos parece no tener ningún tipo de plan, la estrategia de Irán gana por defecto.

Fuente: The Begin Sadat-Center for Strategic Studies


Irina Tsukerman es una abogada de derechos humanos y seguridad nacional con sede en Nueva York. Ha escrito extensamente sobre geopolítica y política exterior de Estados Unidos para una variedad de publicaciones estadounidenses, israelíes y de otros países.

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