Mito y verdad sobre los refugiados árabe-palestinos

Campo de refugiados palestinos en Siria en 1948 - Foto: Wikimedia

De los aproximadamente 35 millones de refugiados y desplazados que se cuentan actualmente en el mundo, los cuatro millones de palestinos acaparan sin duda la atención pública. ¿Cuántos de nosotros podemos enumerar otros pueblos que han sufrido similar o peor destino? La ONU tiene una agencia que se encarga del tema en general (ACNUR), pero los palestinos tienen otra exclusiva (UNRWA).

Esta organización, cuya financiación ha reducido drásticamente el gobierno de Washington, se ha dedicado durante décadas a perpetuar el problema, en lugar de resolverlo. Y ha impartido, desde sus inicios, una educación que fomenta el odio y el revanchismo entre los niños palestinos.

En Europa, por ejemplo, tras la caída de Alemania en 1945 decenas de millones de personas fueron desplazadas de sus hogares y reubicadas. Stalin impuso destierros colectivos a los pueblos acusados de apoyar a los ocupantes nazis.

Entre 1948 y 1953, Israel recibió unos 800.000 judíos expulsados de los países árabes, además de otros cientos de miles que escaparon del nazismo. Hoy mismo, millones de refugiados huidos de Siria, Congo y Venezuela se han establecido en diferentes naciones. Los casos abundan en la Historia.

Afirma la narrativa oficial palestina que “no hay ciudad israelí desde la cual no se vean los restos de alguna aldea palestina abandonada”. Nada más alejado de la realidad histórica. Los hechos no pueden -o no deben- modificarse de ese modo para defender una causa.

Llama la atención, sin embargo, el eco que han logrado sus afirmaciones.

Un ejemplo es la propagandista antisemita e integrante del BDS (“Boycot, Desinversiones y Sanciones” a Israel), que utiliza el seudónimo María Landi, una fanática uruguaya que defiende la destrucción del estado hebreo y el terrorismo de Hamás, a contramano de la mayoritaria simpatía de que goza Israel entre los uruguayos.

Incluso Abu Mazen, el dictador que gobierna las zonas autónomas de Cisjordania ha afirmado que “Jesús fue el primer mártir palestino”. Justamente un judío que predicaba en el Templo de Jerusalén y fue crucificado por el Imperio Romano con una corona de espinas que decía “Rey de los judíos”. Si viviera hoy sería ciudadano israelí.

En 1947, la ONU votó la partición de Palestina (no de todo su territorio histórico, pues el 75% lo ocupaba ya Jordania) en dos estados: uno judío y otro árabe. Jerusalén sería internacionalizada. Los judíos aceptaron dicha resolución y proclamaron la independencia; los dirigentes árabes la rechazaron e invadieron al nuevo Israel.

El llamamiento de los dirigentes musulmanes -entre ellos el líder palestino del momento, el Mufti de Jerusalén, que había colaborado con Hitler- invocó la “guerra santa” para “echar a los infieles al mar”. Una guerra de exterminio. Las exhortaciones a la población árabe a abandonar sus hogares y sumarse a las fuerzas invasoras, eran permanentes.

Sin embargo, el resultado de la guerra sorprendió al mundo, pues los judíos triunfaron y consolidaron su estado. El grueso del territorio adjudicado al estado árabe fue ocupado por Egipto (Gaza), y Jordania (Cisjordania y Jerusalén oriental). Tras la derrota militar, los gobiernos árabes impusieron a los palestinos la permanencia en campos de refu
giados. Es decir: los -en aquel momento- 700.000 palestinos que abandonaron sus hogares, no fueron integrados al resto de la población de Jordania, Siria, Iraq o Egipto. Y ello a pesar de que tenían la misma lengua y religión y de que no existía aún una voluntad nacional palestina autónoma del mundo árabe.

De aquellos campamentos, que ni siquiera los miles de millones de dólares producto del petróleo “pudieron” erradicar, surgieron todas las organizaciones terroristas palestinas, alimentadas en un odio irracional a “los cristianos, judíos y sionistas”. Más de setenta años después, nadie puede afirmar seriamente que la falta de solución para dichos refugiados se debe a la carencia de medios. Fue en realidad la falta de voluntad árabe lo que ha mantenido a los refugiados en su triste situación. ¿Por qué? Simplemente porque de ese modo tenían un arma propagandística para oponerse a todo acuerdo pacífico.

Hablamos de más de 20 países árabes, con millones de kilómetros cuadrados de extensión, que obviamente poseían infinitamente más recursos que Israel para integrarlos.

La diferencia es que los judíos, en menos de 30.000 km2, absorbieron en el mismo periodo a unos 4 millones de inmigrantes, mientras los gobiernos árabes utilizaron a los suyos como arma política permanente. Una opción muy triste, decidida por los verdaderos culpables de la nakba palestina.■

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