Tropas de Hamás en Gaza

La Jihad Islámica, Hamás, Al Qaeda y el Estado Islámico (Daesh) no nacieron de un repollo ni tampoco los trajo la cigüeña. Se trata de distintas versiones del islam político, engendradas en el mundo árabe sunita, que tienen sus raíces en los Hermanos Musulmanes. En ese esquema ideológico no cabe lugar para Israel, ubicado en las tierras que alguna vez fueron conquistadas por el islam. Solo podrían alcanzar teóricamente un cese del fuego, cuando el enemigo es más poderoso, siguiendo el ejemplo perfecto de Mahoma, quien violó la tregua ni bien estimó que sus huestes estaban lo suficientemente preparadas para la victoria.

En agosto 2005, el entonces primer ministro, Ariel Sharon, emprendió una retirada unilateral de Gaza. Los israelíes, incluso, desenterraron a sus muertos y se los llevaron para evitar la posibilidad de que sean profanados sus restos.  El Gobierno dejó las llaves del enclave costero en las manos del presidente palestino, Mahmoud Abbas. Sin embargo, el enero de 2006, Hamás ganó las elecciones parlamentarias y en junio de 2007 sus fuerzas echaron de la Franja al movimiento Fatah, columna vertebral de la OLP y de la Autoridad Palestina (AP), mediante un brutal y sangriento golpe de estado.

Desde entonces, las ilusiones israelíes sobre un acuerdo con los palestinos en gran medida se han derrumbado. Los expertos sugieren que si no fuera por las fuerzas israelíes que ingresan todas las noches en Cisjordania (Judea y Samaria), el Gobierno de la AP en Ramallah habría colapsado y caído en manos de los islamistas.

Paralelamente, Gaza se ha visto envuelta en una ronda cíclica de escaladas de violencia con Israel. Pero, los estrategas israelíes prefieren enfocarse en la frontera norte -en el Líbano y Siria-, donde Irán que trata de afianzarse, constituye una amenaza muchísimo mayor. Tampoco muestran demasiado entusiasmados por la idea de lanzar una prolongada y costosísima guerra para desplazar a Hamás del poder en Gaza y terminar haciéndose cargo de una población hostil de dos millones de personas.

En esta última escalada, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, prefirió absorber la frustración de los habitantes del sur al postergar el choque armado para la próxima oportunidad. Seguramente, el Estado Mayor le presentó al titular del Ejecutivo un abanico de posibilidades y éste comprendió que no hay buenas opciones la Franja de Gaza.

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