Yoni Ben Menachem
Al final de la cumbre islámica en Estambul, el 13 de diciembre de 2017, el presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbas, anunció que los palestinos apelarán ante el Consejo de Seguridad de la ONU para anular la declaración del presidente Trump de que Jerusalén es la capital de Israel, y también pedirán a las Naciones Unidas membrecía plena del Estado de Palestina.
Abbas no explicó cómo se haría el llamamiento a las Naciones Unidas o qué se proponía hacer con respecto a un posible veto estadounidense en el Consejo de Seguridad. Sin embargo, parece haber decidido quitarse los guantes y lanzar una lucha diplomática total contra el presidente Trump.
Abbas ahora quiere echar a Estados Unidos de su papel de mediador entre Israel y los palestinos y crear nuevos hechos diplomáticos.
El presidente de la AP está bajo mucha presión. Mientras Abbas estaba aún en la cumbre en Turquía, el alto funcionario de Hamas, Musa Abu Marzouk, le pidió que no volviera a la sede central de la Muqata en Ramallah hasta que el presidente Trump se retracte de su declaración de Jerusalén como la capital de Israel.
En Cisjordania y Gaza, el llamado de Hamas a una nueva intifada ha desatado una extendida protesta popular. Al pedir una intifada, Hamas se adelantó al presidente de la Autoridad Palestina y se atribuyó el mérito. La calle palestina ve a Abbas como un líder confuso y débil que no sabe cómo luchar contra Estados Unidos.
Ha pasado una semana desde la declaración del presidente Trump, y Abbás no ha logrado formular un plan diplomático para cambiarla. Abbas está hablando ahora de acudir a las instituciones de la ONU. El alto funcionario de Fatah, Abbas Zaki, dijo que los palestinos llevarán la lucha contra Estados Unidos e Israel también a la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
Zaki afirma además que los palestinos han preparado un plan legal para luchar contra la Administración. «Estamos a la ofensiva, no a la defensiva», se jactó.
Abbas, de 82 años, parece sentir que no tiene nada más que perder. Está al final de su carrera política, y no quiere abandonar la arena política con otro fracaso sobre sus espaldas.
De hecho, durante sus doce años en el cargo ha perdido el control de la Franja de Gaza ante el movimiento Hamas y ha dividido al pueblo palestino.
Abbas ignora el consejo árabe
Abbas está en un estado de ánimo combativo. El 12 de diciembre de 2017, el sitio web Alkhaleej Online informó que había «amenazado con pagarles a todos con la misma moneda» y revelar los nombres de los países árabes y europeos que ayudaron a Trump a tomar la decisión de declarar Jerusalén como la capital de Israel.
Abbas les dijo al presidente egipcio Sisi y al rey Abdallah de Jordania que lucharía contra la Administración Trump hasta el final en un esfuerzo por obligar a Trump a retractarse de su declaración sobre la cuestión de Jerusalén.
Egipto y Jordania temen que el deseo de Abbas de vengarse de la Administración obstaculizará sus relaciones con los Estados Unidos.
Eso explica por qué no se convocó una cumbre de emergencia de los países árabes en Jordania. En la reunión a tres bandas entre Sisi, Abbas y Abdallah en El Cairo, estallaron supuestamente argumentos acalorados, según un informe del 12 de diciembre de 2017, de Alkhaleej Online.
Abbas exigió que los países árabes adoptaran medidas enérgicas contra la Administración Trump, pero se encontró que le dieron la espalda.
Sisi le pidió que se calmara y que no tomara medidas políticas o diplomáticas que probablemente lamentará y que exacerben la crisis entre él y Trump.
El presidente egipcio le dijo al presidente de la AP que debería dejar la puerta abierta a la Administración y dejar que Trump le presente el nuevo plan de paz que está preparando; de lo contrario, Abbas perderá todo su poder de negociación.
Sin embargo, Abbas se mantuvo firme, insistiendo en ir a muerte en su lucha contra la Administración. Los líderes de Egipto y Jordania rechazaron por completo este enfoque, y el presidente de la Autoridad Palestina fue a Turquía a buscar apoyo y asistencia de Turquía, Qatar e Irán.
Es probable que la estrategia que está siguiendo Abbas socave por completo el anuncio del plan diplomático de Trump, que se espera para el comienzo del Año Nuevo.
Perdiendo una oportunidad, otra vez
Abbas podría mirar con recelo el plan porque teme hacer concesiones adicionales sobre las cuestiones del control de seguridad en el valle del río Jordán, la soberanía en Jerusalén este y en el Monte del Templo, y el «derecho de retorno» de los refugiados palestinos.
Durante su reunión en Arabia Saudita hace tres semanas con el Príncipe Heredero Mohammed Bin Salman, Abbas se dio cuenta que se le exigiría hacer concesiones en las líneas rojas establecidas por los líderes palestinos.
Enfrentó presiones similares en la Cumbre de Camp David, en julio de 2000, entre Yasser Arafat, el presidente Clinton y el entonces primer ministro israelí Ehud Barak. Cuando Abbas se dio cuenta que le pedían a Arafat que hiciera concesiones sobre las líneas rojas palestinas, le aconsejó que se negara y, por su parte, abandonó la cumbre de inmediato para no ser acusado de desempeñar un papel en las concesiones.
Abbas ha optado por una confrontación directa con la Administración Trump sin saber cómo librarse de ella. Confía en el apoyo de los países europeos, Turquía, Qatar e Irán, y posiblemente también de otros países.
El campo árabe moderado, que incluye a Arabia Saudita, Egipto y Jordania, no busca una confrontación con Washington. Parece que Abbas, sin embargo, ha decidido no prestar atención a sus consejos.
Las próximas semanas estarán marcadas por una amplia actividad diplomática. Las protestas populares en los territorios continuarán, proporcionando un telón de fondo de apoyo a los esfuerzos diplomáticos de la Autoridad Palestina.
Fuente: Jerusalem Center for Public Affairs