La Parashá de la Semana – Rabino Yerahmiel Barylka

6 diciembre, 2019

PARASHAT VAYETZE – «¿Soy yo acaso Dios, que te ha negado el fruto de tu vientre?” (Bereshit 30:1-2) –  Rabino Yerahmiel Barylka

En los últimos años se ha puesto de moda enseñar adoctrinando y para ello, no sólo quienes lo hacen se alejan del texto sagrado, sino que también ignoran, con intención o no, las investigaciones y comparaciones de los exegetas clásicos. Lo más grave es que la enseñanza mutilada, es contraria al espíritu de los jajamim z”l, que no temían a las letras de la Torá y de cada una sacaban las enseñanzas más valiosas. Es ese el espíritu que queremos, también en esta parashá, plantear aspectos muy humanos de nuestros patriarcas. Seguimos así esa vieja tradición y tenemos muy presente el versículo magistral, que nos enseña: “El ojo que se burla de su padre y menosprecia la enseñanza de la madre, que lo saquen los cuervos de la cañada y lo devoren las crías del águila” (Mishlé 30:17). El desafío no es simple, pero, si deseamos honrar las enseñanzas de la madre, y dignificar las instrucciones del padre, debemos aceptarlo y ver de qué manera actos y palabras de nuestros antepasados tal como los trae la Torá nos brindan enseñanzas que perduran por los siglos.

Vayetzé – “Y salió Yaakov”. No fue. Rashí nos dice que el que se va a la golá, ‘sale’, no va. Fuera, ya no puede ver la “escalinata apoyada en la tierra, y cuyo extremo superior llegaba hasta el cielo. Por ella subían y bajaban los ángeles de .A.” (Bereshit 28:12). Durante toda su estadía en la casa de Lavan .A., recién aparece nombrado al final para ordenarle regresar a la casa de sus padres. Mientras estaba en tierra ajena, aun cuando el peligro lo acosaba, debe arreglárselas solo.

Y Yaakov esa persona tan sensible y tan enamorada de Rajel, el mismo que en su encandilamiento recibe fuerzas que no contaba para mover la enorme piedra que guardaba la fuente, no siempre puede guardar todas sus virtudes y todos sus modales, fuera de su medio. Cuando tiene que apoyar y contener el dolor, reacciona con enojo. Su respuesta contradice la imagen que tenemos del patriarca. ¿Con quién estaba enojado Yaakov? – Acaso, ¿consigo mismo?, ¿con .A. cuya presencia percibía lejos? ¿con su Rajel, por la manera en que le reclamó?

También en nuestros días muchas mujeres gritan como Rajel “tráeme descendencia pues si no me siento como muerta”, pese al gigantesco adelanto en los tratamientos de fecundidad, impensable hace pocos años atrás, todavía no todos logran éxito en sus anhelos de paternidad y maternidad.

De la requisitoria de Rajel y de la respuesta de Yaakov, de este grito desesperado, de otra de nuestras figuras históricas que sufrió de esterilidad, podemos aprender magistralmente cómo manejarnos en situaciones difíciles, frente a personas que atraviesan por momentos de angustia y zozobra.

Lamentablemente, cuando la persona que está frente nuestro sufre ante escenarios que no siempre se pueden manejar, dominar o elaborar, no siempre sabemos cómo reaccionar, qué decir, qué hacer, cómo poder ser útiles, cómo sobrellevar la situación.

En nuestra parashá, nos encontramos con uno de los casos en los que una persona está desesperada y reclama de otra una ayuda que ella no puede conceder, por lo que reacciona con enojo que deja ver la frustración que siente por no poder satisfacer el pedido recibido.

Los versículos de la Torá: “Cuando Rajel se dio cuenta de que no le podía dar hijos a Yaakov, tuvo envidia de su hermana [que ya en ese entonces tenía cuatro descendientes] y le dijo a Yaakov: — ¡Dame hijos! Si no, ¡muero! Pero Yaakov se enojó muchísimo con ella y le dijo: – ¿Soy yo acaso D-os, que te ha negado el fruto de tu vientre?” (30:1-2), hablan por sí solos. Rajel, no acepta esa respuesta. No la entiende. Pero, no protesta. Deseosa de lograr con su deseo le da la solución a Yaakov, la de una matriz sustituta, y le dice que tome a su criada Bilhá*.

Nuestros sabios compararon la respuesta de Yaakov a la angustia de Rajel, con la que dio Abraham a Sara, a su zozobra por la misma causa de su esterilidad. “Ya ves que .A. me ha imposibilitado de dar a luz; te ruego… y oyó (atendió) Abram el ruego de Sarai (16:2)”. Abram, deseoso de tener descendencia no menos que Sarai, no toma decisiones sin ella, y cuando ella viene a él, con el tema de la esterilidad y encara a su pareja, éste sólo reacciona escuchándola. Sin duda, esa actitud es la más recomendable. Abraham respondió como un sabio, nos dice el midrash, y Yaakov, desde sus entrañas.

La lección que nos da el Midrash, nos presenta varios principios de relaciones humanas. Las personas no pueden escuchar regaños cuando se encuentran deprimidas y angustiadas.

No se deben pronunciar admoniciones, ni llamar la atención, y reconvenir a quienes sufren. No se le ponen caras feas a una persona enojada ni se consuela a nadie cuando frente a él se encuentra el cadáver de la persona que quiere. Cuando queremos que alguien corrija su conducta, no necesitamos hacerle doler manipulándole puntos neurálgicos para tener éxito, con palabras amables, con una sonrisa y con un abrazo, se puede lograr mejor efecto.

En circunstancias aciagas del otro, hay que ser empático, asociarse al dolor, acompañarlo, dolerse juntos, estar en silencio, ofrecerse para servir. Llorar, oír la angustia, compartir la aflicción, sumarse a la agonía, ansiedad, amparar en el desamparo, sosegar en el desasosiego, descompostura, dolor.

En momentos de tribulación y zozobra se postergan las explicaciones eruditas y no se sacan conclusiones. No se disfraza la realidad ni se la disimula, por más dramática que sea. Se deja para otro momento la adulación, el halago, y la lisonja. No en el momento del gran dolor.

Pero…, todos tenemos la tendencia de actuar impulsivamente, de otra manera, de decir nuestras verdades, pese a que son duras. Y eso no ayuda a nadie. Ni a nosotros.

Entre la respuesta medida de Abraham y la impulsiva de Yaakov, el midrash prefiere la del primero.

Nuestra parashá comienza con la salida de Yaakov, y finaliza con su regreso a Israel.

La guemará en Ketuvot 100 b, nos dice: “quien habita en Eretz Israel, es como si tuviera Dios, y quien lo hace fuera, es como si careciere de Él”, quizás la respuesta a la actitud de Yaakov se encuentre en este simple renglón del Talmud.

Entonces .A. le dijo a Yaakov: «Vuélvete a la tierra de tus padres, donde están tus parientes, que Yo estaré contigo» (31:3).

Allí volvió a ser el patriarca Yaakov.

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* Los nombres de los hijos de Bilhá nos enseñan que Rajel se consoló con ellos, y que además tenía claro que quien se los concedió no fue otro que .A., sin embargo continúa intentando ser madre. Ver el texto hebreo de 30: 6-8 “Y Rajel exclamó: « ¡.A. me ha hecho justicia! ¡Escuchó mi plegaria y me ha dado un hijo!» Por eso Rajel le puso por nombre Dan. Después Bilhá, la criada de Rajel, quedó embarazada otra vez y dio a luz un segundo hijo de Yaakov. Y Rajel dijo: «He tenido una lucha muy grande con mi hermana, pero he vencido». Por eso Rajel lo llamó Naftalí”. Rajel, entiende después lo que había entendido siempre, que la maternidad era un don divino: “Pero .A. también se acordó de Rajel; la escuchó .A. y le quitó la esterilidad. Fue así como ella quedó embarazada y dio a luz un hijo. Entonces exclamó: «.A. ha borrado mi desgracia». Por eso lo llamó Iosef, y dijo: «Quiera el Señor darme otro hijo.» (30:22-24). Después de todo, la respuesta de Yaakov no fue alejada de la realidad. Véase que en el versículo aparece el Nombre dos veces, porque fue oída y recordada.

 

 

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