La Parashá de la Semana – Rab Yerahmiel Barylka

24 enero, 2020

Parashat Vaerá – Los hechiceros del pasado y el presente

Como sucede con casi todos los versículos de la Torá, el relato del Exilio y de la Redención, obliga a más de una lectura para descubrir mensajes que a veces nos pasan desapercibidos.

Encontramos en el texto a los “jartumim”, magos, taumaturgos, alquimistas, brujos, nigromantes, sabios y hechiceros de Egipto, por primera vez en Bereshit (41: 8, 41:24), cuando su incapacidad para resolver los sueños de Faraón hace que él saque a Yosef de la mazmorra, poniendo en marcha el proceso que llevó a los hijos de Israel a descender a Egipto.

Recientes investigaciones afirman que la palabra jartumim, es una variación hebrea del término egipcio traducido como «lector-sacerdote y experto».

En Vaerá, los hechiceros aparecen en relación con diversas plagas en las primeras etapas de la redención. Ya sea transformando varas en culebras (Shemot 7: 11-13), o exacerbando las plagas en un esfuerzo por probar sus habilidades (Shemot 7:22, 8: 3, 8:14, 9:11). Los brujos egipcios a pesar de sus extrañas habilidades y sus hazañas pasmosas, quedan pálidos frente a la evidente superioridad de los acontecimientos que los desbordan, pero Faraón y la mayoría de los egipcios siguen profesando y confiando ciegamente en sus artes y actividades.

Los egipcios creían firmemente en Heka, deidad mitológica personificación de la magia y la fuerza divina del universo. Desde el punto de vista mitológico, podía ser considerado también un dios creador una fuerza cósmica percibida como eficaz, capaz de manipular la realidad en este mundo y en el próximo.

Las diez plagas pueden relacionarse con las creencias específicas de los egipcios y del ritual de sus jartumim. Incluso el endurecimiento (literalmente, hacer pesado) del corazón de faraón (Shemot 7:3) alude sutilmente a la creencia egipcia de que su corazón debe sopesarse contra Maat la pluma de la verdad, para concederle la entrada a la vida futura, la personificación de la justicia y el orden cósmico. Creían que la ceremonia de juicio de los muertos se centraba en el peso del corazón del difunto en una balanza equilibrada por Maat (en su jeroglífico, la pluma de avestruz), como prueba de conformidad con los valores adecuados.

Hoy, como antes, personas creen en los efectos apotropaicos, -el mecanismo de defensa mágico o sobrenatural evidenciado en determinados actos, rituales, objetos o frases formularias-, consistente en alejar el mal o protegerse de él, del mal de ojo, de los diabólicos espíritus o una acción mágica maligna en particular. Para muchos, esa fe en curanderos, sanadores, chamanes y en sus actos mágicos, es más fuerte que la que tienen en Dios. No en vano recurren a talismanes y supersticiones para protegerse y alejar el daño, sanar dolencias, inducir amor, producir lluvia, dañar a los enemigos nacionales e incluso animar a los muertos en el más allá, cuando están desesperados y las emociones dominan la inteligencia y el raciocinio. Son los jartumim de nuestro tiempo. Son los maestros de antiguas tradiciones literarias y rituales de poder percibido que también en nuestro tiempo tienen muchos discípulos que los siguen ciegamente. La Torá, los retrata como profesionales de élite que poseen habilidades considerables para impresionar a la gente. A ellos recurren los incautos y los desesperados. Las autoridades políticas de más de un país recurren a actos mágicos y a rituales para conservar su poder o se rodean de modernos jartumim para oír sus consejos y desentrañar sus sueños y fantasías.

Uno de los objetivos principales de los milagros asociados con la redención de Egipto fue mostrarle al mundo entero, comenzando por los hijos de Israel, que el Santo, bendito sea Él, es el omnipotente Señor del Universo, el único que supervisa providencialmente lo que sucede. Lo que es imposible de acuerdo con los poderes de magos y hechiceros, es común en las leyes de la naturaleza creada por nuestro Dios. Moshé y Aarón no siguieron las leyes de la ciencia o la naturaleza, porque se guiaron por el verdadero Maestro.

El objetivo de la redención futura será lograr que el mundo entero reconozca la soberanía del Señor, como se afirma en muchos pasajes proféticos sobre la redención, como por ejemplo, al final de Mijá (7: 15-16): «Yo les mostraré maravillas como el día que saliste de Egipto. Las naciones verán, y se avergonzarán de todo su poderío; pondrán la mano sobre su boca, ensordecerán sus oídos».

Así como en la primera redención de Egipto era necesario reconocer que «lo que parece imposible según las leyes de la naturaleza es procedente según las leyes del Señor», así también, ello se producirá en la redención final.

En la Haftará de este shabat, tomada de Yejezkel, leemos: “Y sabrán todos los moradores de Egipto que yo soy .A.”

Esta, por supuesto, es la conclusión que Parashat Vaerá nos enseña como el objetivo de las plagas, que no es la subyugación militar, ni humillar a sus pobladores, ni siquiera convencer a Faraón, sino llevar a todos a reconocer a Dios.

El denominador común entre la reunión de los exiliados de Israel y Egipto se encuentra en este punto de intervención Divina, y esto explica por qué se utiliza la misma redacción para los dos procesos. Todo esto se afirma explícitamente en la haftará en el verso: “Y no será ya más para la casa de Israel apoyo de confianza, que les haga recordar el pecado de mirar en pos de ellos; y sabrán que yo soy .A. el Señor” (Yejezkel 19:16). No menos de cuatro veces en el transcurso de la haftará el profeta repite la oración clave: «Y sabrán que yo soy el Señor», porque la profecía de Yejezkel está dirigida al elemento teológico en la lucha con Egipto, y por lo tanto sirve como el corolario más apropiado para Parashat Vaerá. Así nos recuerda que pese a los aparentes poderes de la jartumim del pasado y del presente, no son ellos los que nos salvarán, sino el Creador.

Entonces viviremos la última redención.

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