La asociación solidaria “Neder”: mujeres que mandan medicamentos desde Barcelona para cubrir las carencias de los judíos en Venezuela

Mujeres de la asociación solidaria "Neder"

“Neder es una ONG con dos objetivos: primero dar apoyo a todas las personas que estén en riesgo de exclusión social de la comunidad, a nivel de toda la población judía de Venezuela, independientemente de su filiación a una comunidad concreta o su posición política. Lo otro es exaltar los valores judíos y sionistas”. Así describe Sara Chocron, impulsora de la agrupación solidaria Neder con base en Barcelona, la tarea de este grupo de mujeres, que se dedican a recolectar y enviar medicamentos para miembros de la comunidad judía venezolana.
Chocron, nacida en la ciudad marroquí de Tetuán –que en el pasado contaba con una numerosa e influyente comunidad judía sefardí-, se mudó al país latinoamericano a la edad de 13 años. De allí, emigró a Barcelona cuando cumplió 36, dos años después del ascenso de Chávez al poder. “Mi sentimiento de arraigo y acercamiento con todo lo que es Venezuela es muy fuerte, ha dejado una huella importante en mi”, cuenta durante una entrevista telefónica con Aurora.
En Barcelona ejerce de nefróloga infantil, una especialidad dedicada a enfermedades de riñones. Pero en la ciudad condal le faltaba una parte de la intensa vida comunitaria que tenía en Venezuela: “sentía que mi obligación era aportar y dar mi granito de arena. Por mi sensibilidad ante el tema de Venezuela y por tener familia allá y muy activa en la keilá (comunidad), tuve mucho acercamiento con las necesidades. Y a través de mi prima, que es directora de una residencia de ancianos allá, me puse en contacto con la directora del bikur jolim (centro médico) de Caracas, donde hay la mayor concentración de judíos”, detalla la voluntaria.
Por ello, junto a otras mujeres en Barcelona se pusieron manos a la obra para asistir a la comunidad judía de Venezuela, que hoy en día ronda las 7.000 personas. En su momento álgido, sobre 1988, contaba con unas 32.000. Los envíos de medicamentos no son aleatorios: “la conexión es muy personal: mi prima está ahí, me conecta con la persona indicada para que me pueda dar necesidades reales, y de allí hacemos ese contacto, muy dinámico y muy a la carta”. A continuación, gestionan envíos a Caracas de forma mensual.
El mecanismo de funcionamiento de la entidad, que se sustenta sobre todo por donaciones, es complejo: Sara Chocron recibe la lista con las medicinas necesarias; otras dos voluntarias se encargan de la adquisición y el envío a Venezuela; y en Caracas lo debe recibir un contacto que debe ir variando, porque si fuera siempre el mismo podría levantar sospechas en aduanas. “Podrían decomisar los pedidos, jamás se puede decir que viene de una asociación solidaria, porque sería motivo de vigilancia extrema por el problema de la dictadura que hay en Venezuela”, afirma la voluntaria.
En total, unas 40 mujeres están involucradas en el grupo de ayuda, que se conecta vía grupo de watsapp, donde se publican las necesidades y las involucradas pueden aportar medicinas o dinero para adquirirlas. “La situación se ha estancado, y como tal el ser humano tiene una capacidad de resiliencia increíble”, explica sobre la keilá venezolana. Y prosigue: “lo que para nosotros sería inasumible, ellos lo superan creando alternativas y una red de solidaridad a nivel mundial con mucho ingenio. A nivel comunitario hay un grupo de personas que de verdad se dedican en cuerpo y alma, y esto se transmite a fuera. Este sentimiento de hermandad, unión el uno por el otro, está muy arraigado”.
A nivel político y social, Chocron se muestra pesimista: “no vemos una solución pronta. Aunque Maduro caiga, para poder restablecer un régimen normalizado faltaran muchos años, porque el daño hecho es muy grande”. No obstante, puntualiza que el estatus económico de los judíos venezolanos es, generalmente, bastante elevado, y “viven dentro de lo que cabe en una burbuja irreal, y son conscientes de ello. Pero los que soportan al resto de la keilá son gente que vivía en Venezuela y que ahora viven en otros países, y tienen ese nexo de responsabilidad y siguen mandando dinero”.
La voluntaria afirma que en Venezuela sentía un mayor sentimiento de hermandad, pero pone en valor la iniciativa surgida en Barcelona. “El grupo de mujeres es un ejemplo: nos complementamos como una gran maquinaria, unas aportan su profesión, otras su capacidad intelectual, otras dinero, otras tiempo, que es lo más valioso. Todas vamos ayudando. El sentimiento judío existe, y la bondad también”, asegura.

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