Israel se une al círculo de las superpotencias, pero se rezaga en su lucha contra la presencia iraní en Siria

Meir Ben-Shabat, John Bolton, Benjamín Netanyahu y Nikolai Patrushev Foto: Kobi Gideon GPO vía Flickr

La reunión en Jerusalén a fines de junio entre los asesores de seguridad nacional de Estados Unidos, Rusia e Israel fue una etapa preliminar para renovar la cooperación entre Washington y Moscú en una variedad de temas. En el contexto sirio, fue un intento de presionar a Moscú para que redujera la ayuda y el apoyo a Irán a cambio de una flexibilización de las sanciones occidentales impuestas a Rusia. Por su parte, Rusia está trabajando para posicionarse como mediador entre Estados Unidos e Irán en temas que van desde el expediente nuclear hasta la influencia regional. Sin embargo, el ataque del 1 de julio contra objetivos iraníes en Siria, atribuido a Israel, indica que incluso si hubo entendimientos entre los tres asesores, no produjeron resultados inmediatos. Israel, por lo tanto, no debe confiar únicamente en el recurso ruso y, en todo caso, debe aumentar su preparación para una provocación iraní del tipo que se vio recientemente en la serie de incidentes violentos en el Golfo. De hecho, Irán ya ha activado las milicias chiís, sus aliados en Siria, para atacar a Israel con armamentos de alta trayectoria. También es probable que explote el fracaso de la mediación estadounidense para demarcar una frontera marítima entre Israel y el Líbano, alentando a Hezbollah en el futuro a responder violentamente a los ataques israelíes.

El 1 de Julio de 2019 dos grandes ataques aéreos fueron llevados a cabo en Siria. Uno, atribuido a Israel, fue contra objetivos iraníes en Siria; el segundo, atribuido a Estados Unidos, tuvo como blanco operativos de al Qaeda en el área de Alepo. Ambos ataques, lanzados aproximadamente una semana después de que los asesores de seguridad nacional rusos, estadounidenses e israelíes se reunieran en Jerusalén, tuvieron lugar dentro de un área que está bajo los sistemas de la defensa aérea rusa y no incurrieron en una respuesta operativa rusa. De ahí la pregunta: ¿fueron los rusos notificados de los blancos en la reunión de Jerusalén? Según informes, aproximadamente doce objetivos diferentes fueron atacados en una demostración continua de la determinación de Israel de retrasar y frustrar el afianzamiento militar de Irán en Siria y los esfuerzos para transferir sistemas avanzados de armas a Hezbollah. Sin embargo, Israel enfrenta la seria determinación iraní de no rendirse y de sostener los esfuerzos de afianzamiento, incluso a costa de la destrucción y las bajas de los repetidos ataques israelíes, con el doble objetivo de desarrollar capacidades militares que amenazarían a directamente a Israel desde el territorio sirio y el Líbano, y el fortalecimiento del arsenal de misiles de Hezbollah en el Líbano.

La reunión en Jerusalén, el 24 de junio, tuvo un formato irregular y puso de relieve el papel de Israel como actor tan influyente en el ámbito regional e internacional que mereció la inclusión en los contactos entre las dos superpotencias, Rusia y Estados Unidos. Según lo que se dice, dominó una atmósfera positiva; pero no se filtró ningún detalle de las discusiones. Los temas presumiblemente incluyeron asuntos globales que afectan las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, junto con asuntos regionales centrados en Irán y el futuro de Siria. Para Rusia y Estados Unidos, esta fue una reunión preparatoria para la cumbre entre los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin durante la conferencia del G20 en Osaka del 27 al 29 de junio, donde los dos líderes discutieron temas que van desde Siria e Irán hasta Ucrania, Corea del Norte y Venezuela. No hubo un resumen formal de la reunión, pero el mensaje público fue que ambas partes estaban satisfechas con el resultado y lo vieron como una etapa importante para renovar el diálogo bilateral y establecer una relación futura positiva entre las dos potencias.

En cuanto a la arena siria, el ataque israelí indicó que incluso si existían entendimientos entre los tres asesores (John Bolton, Meir Ben-Shabbat y Nikolai Patrushev), no produjeron resultados inmediatos. La principal demanda que probablemente presentaron Estados Unidos e Israel fue que Irán fuese echado de Siria; a cambio, Rusia presumiblemente exigió la eliminación de las sanciones estadounidenses y europeas impuestas a Rusia, así como la aceptación de la continuación de Bashar al Assad como presidente de Siria. Algunos ven en la negativa de Moscú a vender los sistemas avanzados de defensa aérea S-400 a Irán, junto con la ausencia de una respuesta rusa a los ataques aéreos israelíes en Siria, una señal a Washington de que Rusia está lista para un amplio acuerdo, a pesar de los informes públicos contrarios (Irán ha negado el deseo de procurar el sistema ruso, mientras que Rusia exige formalmente a Israel que detenga sus ataques y respete la soberanía siria). En cualquier caso, un acuerdo que de hecho debilitaría los lazos entre Rusia e Irán y reduciría la presencia de Irán y sus representantes en Siria aparentemente aún no se ha alcanzado.

De hecho, recientemente se han publicado muchos estudios y artículos sobre políticas  que sugieren que Putin está listo para «vender» a Irán y cumplir con las demandas de Estados Unidos e Israel de que sea echado de Siria. Pero esta evaluación no ha encontrado corroboración en las declaraciones de Putin u otros responsables rusos en la toma de decisiones. Al menos en la esfera pública, parece haber una disputa entre las potencias sobre este tema. Los comentarios de Patrushev sobre Irán antes y durante la reunión muestran un cuadro del apoyo ruso a Irán. Esta impresión es sorprendente, porque es claro que ambas potencias también tienen interés en coordinar sus posiciones y cooperar para resolver la crisis de Irán, es decir, para imponer un nuevo acuerdo nuclear en Irán, así como para reducir la influencia iraní en todo el Oriente Medio.

Según Bolton, no hay disputa entre las potencias sobre la necesidad de que Irán y sus aliados (proxies) se retiren de Siria. Sin embargo, Patrushev argumentó que «se deben tomar medidas para reducir las tensiones entre Israel e Irán»; los ataques israelíes en Siria son indeseables «y las preocupaciones israelíes pueden abordarse por medios no militares». Es posible que con respecto a Siria, se acordó que a partir de ahora Rusia y Estados Unidos actuarán en cooperación para promover un acuerdo político, que aparentemente obviaría los foros internacionales existentes (Astana y Ginebra) donde se están realizando esfuerzos para estabilizar el país. El papel de Israel en este contexto no está claro (aparte de recibir informes de la situación), pero ya existen entendimientos entre Rusia e Israel. Estos se centran en el mecanismo de reducción del conflicto militar entre las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y las fuerzas rusas estacionadas en Siria, así como en los acuerdos estratégicos sobre los 100 km que ostensiblemente habrá entre las fuerzas y aliados de Irán y la frontera de los Altos del Golán. A esto se suma la aceptación israelí de facto del hecho de que el régimen de Assad ganó la guerra civil y es el único actor que puede estabilizar el sistema sirio. Este entendimiento se ha reflejado en la falta de una respuesta israelí a la recuperación por parte de las fuerzas de Assad de los Altos del Golán y el área del sur de Siria en el verano de 2018.

Más allá de la coordinación con Rusia, hay un entendimiento estadounidense de que hay un valor en la participación en los esfuerzos para lograr un acuerdo en Siria. Washington está preocupado por el derramamiento de sangre que se redoblará cuando el régimen de Assad, con el patrocinio ruso, decida conquistar el último bastión de la oposición, en la provincia de Idlib. Cerca de tres millones de personas viven en esa provincia, incluidos muchos desplazados internos, y el objetivo principal de Estados Unidos es prevenir un nuevo desastre humanitario y una huida masiva de refugiados. Otra área en el corazón del interés estadounidense es la región kurda, aproximadamente un tercio del territorio de Siria, que está controlada por las Fuerzas Democráticas Sirias, una milicia dominada por los kurdos que fue establecida por Estados Unidos y participó en la mayor parte de los combates contra el Estado Islámico en el noreste de Siria. La milicia kurda controla la mayor parte de la zona fronteriza entre Irak y Siria, un activo estratégico para Estados Unidos e Israel en la lucha para evitar la creación de un puente terrestre desde Teherán hasta el Mar Mediterráneo: justo recientemente hubo informes de acuerdos para establecer vías ferroviarias que unirían a Irán con el puerto sirio de Latakia. Se suma a este cuadro complejo y emergente, Turquía que anunció que no permitirá ninguna autonomía kurda en el norte y el este de Siria, y cuyas relaciones con Estados Unidos están cerca de un punto de crisis, dada la decisión de Ankara de procurar el sistema de defensa aérea ruso S-400. Rusia, por su parte, está saboreando la ganancia financiera, así como la cuña incrustada entre Estados Unidos y un miembro de la OTAN.

Significado

El desarrollo del cuadro es multifacético, pero hay una serie de lecciones que ya se pueden extraer. Es claro que la reunión de asesores fue una etapa preliminar para renovar la cooperación entre Washington y Moscú después de que el Presidente Trump sobreviviera a la investigación del asesor especial Robert Mueller, que no encontró pruebas absolutas de colusión entre la campaña presidencial de Trump en 2016 y Rusia. Un objetivo de la reunión fue coordinar la agenda de la cumbre de Osaka y, en el contexto sirio, fue un intento de presionar a Moscú para que redujera la ayuda y el apoyo a Irán a cambio de una flexibilización de las sanciones occidentales que se le impusieron. Por su parte, Rusia está trabajando para posicionarse como mediador entre Estados Unidos e Irán en temas que van desde el expediente nuclear hasta la influencia regional. En la declaración de Patrushev sobre Israel, que sus problemas con respecto a Irán en Siria se pueden resolver sin recurrir a medios militares, hay un indicio de que Moscú también busca servir como mediador entre Jerusalén y Teherán y transmitir mensajes para ayudar a prevenir errores de cálculo.

Es difícil concebir que Estados Unidos le otorgue a Rusia un papel central en la coordinación sobre Irán, y específicamente entre Israel e Irán. Las inmensas sospechas de Occidente con respecto a los motivos y la confiabilidad de Rusia no le permitirán asignar a Moscú un papel central en traer un orden regional al Oriente Medio. No obstante, es claro que no se pueden tomar medidas hacia un acuerdo sin Rusia. Israel, por lo tanto, no debe cargar todos sus intereses en la porosa canasta rusa y, en todo caso, debe aumentar su preparación para una provocación iraní del tipo que se vio recientemente en la serie de incidentes violentos en el Golfo.

La autoconfianza iraní ha sido minada. Por un lado, hay una creciente preocupación en Teherán de que podría ser vendido, no solo por Occidente, sino también por su aliado, Rusia. Por otro lado, Irán ha emergido más fuerte debido a la ausencia de una respuesta militar estadounidense tanto a sus movimientos en el Golfo como a su violación del acuerdo nuclear en cantidad y grado de enriquecimiento de uranio más allá del nivel permitido. Al parecer, Irán está esperando la oportunidad adecuada para actuar. Ya ha activado a las milicias chiís, sus aliados (apoderados) en Siria, para atacar a Israel con armas de alta trayectoria. También es probable que explote el fracaso de la mediación estadounidense para demarcar una frontera económica marítima entre Israel y el Líbano, alentando a Hezbollah en el futuro a responder violentamente a los ataques israelíes.

Fuente: INSS – Instituto de Estudios de Seguridad Nacional

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