El jueves 14 de marzo pasado, el grupo terrorista islámico Hamás lanzó dos cohetes sobre Tel Aviv. Uno de ellos se desintegró en el aire y el otro cayó en un espacio abierto en el área de Holón. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) prefirieron comprar la versión que los líderes de Hamás ofrecieron a los mediadores egipcios, con los que estaban en ese preciso momento sentados negociando un acuerdo con Israel que traiga la estabilidad a la zona, alegando que los lanzamientos se habrían producido “por error”.
La gran dosis de escepticismo en torno a la explicación del “accidente” ha sido alimentada también por el hecho de que Hamás ya ofreció una justificación similar en octubre de 2018, cuando lanzó cohetes sobre la ciudad de Beer Sheva, haciendo impacto en la vivienda de una familia. La casa quedó completamente destruida pero los habitantes se salvaron gracias a la tenacidad de la madre, que se despertó al escuchar la sirena de alerta y sacó a los niños de la cama hacia el refugio, segundos antes de la explosión. En esa ocasión, el grupo islamista le echó la culpa al mal tiempo: los rayos y los truenos.
Obviamente, la decisión de aceptar la versión de Hamás es funcional a los planes de las FDI y el Gobierno. Los estrategas israelíes prefieren concentrarse en desbaratar los intentos de Irán y sus aliados chií (entre ellos el grupo terrorista libanés Hezbollah) de consolidarse militarmente en la frontera norte con Siria, y un conflicto en Gaza sería una grosera distracción.
Tampoco, quieren que una guerra interfiera en las elecciones parlamentarias en el país, programadas para el 9 de abril.
Además, entienden que Hamás está bajo la presión de una ola de protestas. Evidentemente, el dinero de ayuda, que ha estado enviando Qatar, habría sido dirigido fundamentalmente a los que están cerca de la olla, es decir a quienes son allegados al régimen islamista, lo que probablemente ha desatado el descontento generalizado entre la población de Gaza. Los comandantes israelíes observan con no poca satisfacción que Hamas se está cocinando en su propia salsa y no van a lanzar una guerra que paradójicamente saldría a socorrerlos.
Por otra parte, las FDI no tienen por qué seguir el calendario de Hamás y pueden elegir el enfrentamiento en el momento más apropiado, y por qué no esperar un poco más a que se vaya el general invierno que hace más difícil el combate urbano en áreas densamente pobladas como las de Gaza. Seguramente oportunidades no van a faltar.
De cualquier manera, es de suponer –como sugiere el corresponsal del canal estatal Kan Gal Berger- que entre el primer aniversario de la “Marcha del Retorno”, el 30 de marzo, y el 9 de abril (las elecciones en Israel), Hamás aumente la presión sobre el Estado judío no solamente para tratar de extraer concesiones sino también para desviar la atención sobre la crisis en la Franja.