Benjamín Netanyahu en una ceremonia oficial de homenaje a David Ben Gurión Foto: Amos ben Gershom GPO

Al primer ministro en funciones, Benjamín Netanyahu, le encanta compararse con el virtual fundador del Israel moderno, David Ben Gurión; a pesar de las distancias ideológicas. Y actualmente, está preocupado por su legado. Pero a diferencia del líder histórico, Netanyahu no ha sabido instruir a sus sucesores. Mientras que, Ben Gurión adoptó espiritualmente a los entonces jóvenes promisorios Moshé Dayan y Shimón Peres -tal vez, porque estos últimos pertenecían a una generación menor-; Netanyahu ha asumido aparentemente la estrategia de talar todo árbol que le pueda hacer sombra, por pequeño que parezca.

Sin embargo, no se puede culpar al primer ministro. El ambiente político israelí es altamente competitivo, y Netanyahu se siente lo suficientemente joven como para tener que hacer lo que más odia: pasarle el bastón de mando a otro.

Algunos creen que Netanyahu ve su heredero en el director del Mossad, Yossi Cohen, con quien mantiene una excelente relación. Pero a Cohen le aguardan varios años de espera para entrar en la política, si lo decidiera.

Mientras tanto, su ex socio político y actual contrincante, el diputado Avigdor Liberman, que lidera el partido nacionalista secular Israel Beitenu (Israel Nuestro Hogar) le sigue negando el puñado de legisladores que precisa para formar gobierno.

De esta manera, con la Justicia pisándole los talones, tras la decisión del fiscal general Avichai Mandelblit, de imputarlo en tres casos de corrupción (por presunto soborno, fraude y abuso de confianza), Netanyahu se ha visto condenado encarnar el rol de sobreviviente, y el país entero a entrar en un estado de “liminalidad” política. La liminalidad se refiere, en la antropología de los rituales, cuando no se está ni en un sitio ni en otro. Es decir en un umbral, entre lo que se ha ido y lo que está por venir.

No es que los israelíes no estén demasiado desacostumbrados a vivir literalmente en el límite. Pero la pregunta es si una eventual convocatoria por tercera vez a elecciones generales en el lapso de un apenas año sacudirá los cimientos del espacio político o si el aferramiento a la vida cotidiana y la indiferencia prevalecerán.

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