¿Intentan Likud y Azul y Blanco genuinamente formar un gobierno de unidad?

Benjamín Netanyahu y Benny Gantz Foto archivo: REUTERS/Amir Cohen y Corinna Kern

Benjamín Netanyahu y Benny Gantz acudieron anoche a la llamada del presidente, Reuvén Rivlin, que les instó a dejarse de juegos políticos y ponerse a hablar de cómo formar un gobierno de unidad. Pero, ¿realmente están dispuestos a ello?

El presidente lo tiene claro: considera que la ciudadanía ha votado y ha pedido la unidad, al no otorgar mayoría a ningún bloque para formar Ejecutivo. Anoche, montó de urgencia una reunión tripartita y, tras una hora de diálogo y de instarles a llegar a acuerdos, les dejó solos otra media hora para que se pusiesen manos a la obra.

«El pueblo espera que encuentren una solución para evitar comicios, incluso con un coste personal y, en ocasiones, un coste ideológico», les dijo.

Además, el jefe del Estado prohibió que trascendiese la conversación y pidió que los miembros de los partidos cancelasen las entrevistas que tenían programadas para hoy. Rivlin quiere proteger el proceso de filtraciones y comentarios dañinos que puedan abocar al país a unas terceras elecciones.

En principio, ninguno de los candidatos quiere tampoco llevar a la población de nuevo a las urnas, por tercera vez en un año, pero por el momento tampoco parece que estén abiertos a hacer las concesiones que requeriría un gobierno de unidad.

De entrada, Netanyahu ha firmado un documento con los partidos de derecha y ultraortodoxos que normalmente le acompañan asegurando que no les abandonará y que todos ellos deberán entrar en el próximo ejecutivo. Un lastre elegido voluntariamente y con el que llega con poco margen a la negociación.

«Es como una novia que quiere llevar a su hermano, su primo, su vecino y al rabino con ella a la consumación del matrimonio: No va a funcionar», resumía de forma gráfica la situación esta mañana el comentarista Nahum Barnea, del diario Yediot Aharonot.

Razón no le falta: Gantz le ha superado en votos y en escaños (33 frente a 31, de 120) y parece mucho pedir que acepte gobernar con el partido perdedor anclado a todos sus socios.

Azul y Blanco (Kajol Labán), por otro lado, prometió no entrar en un gobierno liderado por Netanyahu, lo que también limita mucho las opciones. Bibi preside el segundo partido más votado, tiene enorme habilidad política y lleva más de una década en la jefatura de gobierno: no va a abandonar sin pelear.

Pero los casos de corrupción que acosan a Netanyahu (cuya anunciada acusación formal por la Fiscalía pende de una audiencia (vista) el próximo día 2 son una mochila demasiado pesada para Azul y Blanco, que se presentó a los comicios como la opción de renovación y la promesa de una nueva (y limpia) forma de hacer política.

Moshe Yaalon, ex jefe del Estado Mayor y tercero en la lista del partido centrista, lo dejó claro tras las elecciones del 17: «No entraremos en una coalición dirigida por Netanyahu. Ha llegado la hora de decirle: gracias por lo que has hecho».

Otro posible obstáculo son las informaciones de que Gantz ya habría entrado en sus propias negociaciones con Israel Nuestro Hogar (Israel Beitenu), de Avigdor Liberman, con quien habría tratado ya incluso sobre el reparto de carteras.

Tras el encuentro de ayer, los dos grandes partidos emitieron un escueto comunicado conjunto -muestra de su buena fe- en el que anunciaban que sus equipos empezarían a negociar hoy. Pero inmediatamente después, se supo que Netanyahu llamó a los líderes de la coalición de derecha Yamina y los dos partidos ultraortodoxos para reafirmarles su compromiso con ellos.

Y Gantz, en una muestra también de inflexibilidad declaró a miembros de su partido que «la gente ha elegido el cambio», por lo que su coalición «no tiene intención» de abandonar «la posición de líder, ni sus principios, ni su camino, ni a sus socios naturales», ni tampoco de formar un gobierno de unidad si Netanyahu no abandona la jefatura del gobierno.

Barnea describe la situación como «una clase de baile: uno da dos pasos para delante y medio paso para atrás mientras la otra permanece quieta».

La posibilidad de acordar una alternancia en el puesto de primer ministro abre distintos escenarios de reparto de poder que dejan espacio para pactar. Gantz podría gobernar primero y Bibi llegar al puesto cuando haya superado sus problemas legales. O este podría comenzar, abandonar el gobierno si es imputado y volver dos años después o ser reemplazado por otro diputado del Likud.

También queda la opción, si no hay acuerdo, de que se de transfuguismo entre bloques, si alguno de los dos líderes consigue atraer votos de los tradicionales socios del otro, o al menos de seis o siete diputados. O si logra los 8 escaños de Liberman, que por el momento no parece estar dispuesto a ceder en su exigencia de un gobierno unitario en el que él esté incluido y que excluya a los religiosos.

Es posible que las dos partes estén tratando genuinamente de superar sus diferencias. Pero probablemente también ambas se están preparando para culpar a la otra en el caso de que no lo logren y haya que volver a las urnas. Una opción de pesadillas para el electorado. EFE

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