Heidegger y su relación al Partido

26 marzo, 2020
Foto: Wikipedia - CC BY-SA 3.0

 “Heidegger prohibió a Husserl, su maestro y amigo, cuya cátedra había heredado, entrar a la facultad por ser judío (Hannah Arent 1946)”    

Heidegger, en su libro:“Introducción a la Metafísica” editado en el año l953, lleva a través del mejor método socrático con sus alumnos, o sea, por medio de la inducción en la pregunta, a plantear, ¿cuál es la diferencia entre el ser y el ente?. Es interesante cómo con su dialéctica va perfilando al ser del lado del vacío. Y hablar del ser es hacerlo por lo que no es ya que a este no se lo puede nombrar salvo por rodeos. Heidegger está hablando a las generaciones venideras, a sus alumnos, futuros pensadores, a la esperanza de la humanidad. Se dirige al huevo, al embrión de una Alemania nueva y a que ésta se despierte y se nutra del poeta en sus verdades últimas para que ningún invasor pueda arrojarla de la propia tierra, o sea, de su “Deutschland Deutschland über alles”.

Su método es claro y esclarecedor. Entonces, ¿porqué para apoyarse en su decir se nutre de ejemplos que conllevan las palabras Reich y Führer? Dice: ¿“O acaso ´es´ el Estado en la entrevista del Führer con el ministro inglés de relaciones exteriores?”. Palabras que en l953 debieran ser ya malas palabras puesto que están unidas a las atrocidades infringidas a la humanidad. Él oscila entre el Führer y el futuro de Occidente. Posiblemente ambos conceptos estén anudados ya que a raíz del uno se ha modificado el destino del otro. El mundo ya no es el mismo desde que el hombre se atrevió hacer del humano un cobayo de laboratorio. Pareciera que a partir de allí todo estuviera permitido: bebes embotellados, rapto de criaturas para robarles sus órganos, presidentes que especulan con el hambre de su pueblo, la droga como moneda corriente, la pérdida de los ideales, la anomia de los valores. Bien, la lista se hace interminable. ¿Si Occidente toma al ser tan sólo como una palabra evanescente, qué destino entonces resta a la humanidad?

Siguiendo con Heidegger él dice: “cuando el tiempo ya sólo equivale a velocidad, instantaneidad y simultaneidad y el tiempo en tanto historia haya desaparecido de cualquier ex-sistencia en todos los pueblos (…) entonces sí, todavía entonces, como un fantasma que se proyecta más allá de todas estas quimeras, se extenderá la pregunta ¿para qué? ¿hacia dónde? ¿y luego qué?”

Habla de la decadencia espiritual del planeta, del oscurantismo del hombre por descreer en sus dioses por la masificación de los deseos y la desaparición del acto creador efecto del odio y la desconfianza. Un hombre habitado por el pesimismo y falto de horizontes. Pero junto a este Heidegger, pensador brillante, hay un ideólogo Nacional Socialista que justifica posiblemente a su Führer diciendo que la metafísica alemana se debe a que es un país oprimido por tantos vecinos y que por lo “tanto el más amenazado”. ¿No será al revés, que sería ésta una justificación por sus invasiones e irrupciones a sus vecinos las cuales hemos sido testigos de su avasallamiento en las dos últimas guerras mundiales? Dice: “pero este pueblo (el alemán) sólo convertirá en destino esta destinación, de la que estamos seguros, cuando encuentre en sí mismo una resonancia, una posibilidad de resonancia para este destino, al comprender de manera creadora su propia tradición”.

Dice que su pueblo está dormido, que no es capaz de escuchar al Poeta de los Poetas, o sea a Hölderlin, cuando sus palabras son un intento de despertarlo, de conectarlo con su ser más radical.

Entonces, él con su metafísica ¿no estará intentando despertar a sus alumnos, futuros alemanes advertidos, superiores, de una humanidad dormida, intentando que vuelvan al labriego, a las raíces, al hacer utilitario? De allí el impacto que ejercen en él los zapatos usados del campesino en la obra de Van Gogh. Apela a la tradición, a los dioses germanos y su mitología, a la resonancia del ser para sí, al despertar del Pueblo.

Ya en 1931, introducido por su esposa Elfride, mujer que provenía de una familia de la aristocracia prusiana, leía Mein Kampf del joven ideólogo Adolf Hitler que recién en 1933 daría otro vuelco a la historia de Occidente. Su simpatía por los nuevos vientos segregacionistas le valió ser rector de la Universidad de Friburgo en los años 1933/34. Usó su rectorado de manera caprichosa y despótica. Sacó de la cátedra a su amigo y maestro Husserl, se enemistó con Jaspers. Éste no le perdonó nunca dicha afiliación, pero por sobre todo porque una vez finalizada la guerra y habiendo quedado al descubierto las atrocidades de su responsable, hablamos de Hitler, Heidegger nunca se disculpó ni en público ni en privado por su adhesión a dicho movimiento nazi.

Martín Heidegger asume como rector de la Universidad Alemana el 27 de mayo de 1933 en el lugar de Wilhem von Möllendorf que fue elegido rector el 17 de diciembre de 1932, tomando posesión de dicho rectorado el 15 de abril de 1933. Dado a que pertenecía al partido socialdemócrata, estuvo tan sólo cinco días en el cargo. Presentó su renuncia el 20 de abril, curiosamente el mismo día del cumpleaños de Hitler, por presiones de la prensa nazi y las autoridades locales de Friburgo y no tanto, como se dijo, del ministro.

Heidegger se dirige con su discurso de rectorado al futuro de una Alemania potente diciendo: “en la dirección, lo esencial no es el mero ir delante, sino la energía para poder marchar solo, no por obstinación y afán de dominio, sino en virtud de la más profunda vocación del deber más total. Una tal energía obliga a lo esencial, establece la selección de los mejores y despierta el auténtico afán de seguir”. Está en contra de la libertad académica por parecerle negativa e inauténtica. Empuja a sus estudiantes “en lo futuro a la entera existencia estudiantil como servicio de armas. La Arbeitdienst, voluntaria u obligatoria lo establece el régimen nazi como obligatorio para todos los jóvenes entre 18 y 25 años de ambos sexos, y Martín Heidegger lo integra en su discurso.

Concluye con una cita de la República de Platón, pero le imprime una variante, para nada ingenua. Dice: “Alles Grosse steht in Sturm”. En la República se lee “todo lo grande está en peligro”, pero él al cambiar la palabra peligro por Sturm, pone al equívoco “Tempestad” que en el lenguaje nazi era usado como “asalto”. Entonces, traduce: “Todo lo grande está en medio de la Tempestad”.    

Después de terminada la guerra se relaciona nuevamente con su alumna dilecta, la joven Hanna Arendt, con la cual, en sus años de universitaria, había mantenido un profundo vínculo amoroso. Pensamos que uno de los motivos para esa nueva relación era de un recorte non santo pues era de buena prensa, para quien había coqueteado con el nazismo, vincularse con un judío y que Hanna le hiciera de embajadora de su pensamiento y de su obra que, no está de más decirlo, se encontraba por aquél entonces, desprestigiada.

Pese al amor que sentía por su maestro, Hannah Arendt dice de Martín Heidegger: “…tendría que haber renunciado (al rectorado). Fuera cual fuere el grado de la locura que se le ha atribuido, era capaz de comprender esta historia: (…) el nacionalsocialismo y el antisemitismo (…); no puedo evitar considerar a Heidegger un asesino potencial” (9 de julio de 1946). Pero a pesar de esta afirmación y de reconocer el haber hecho la vista gorda con respecto a su maestro y amante, en 1950 reanudan la correspondencia hasta su muerte. Hannah muere en 1975 y Heidegger un año después.

Los amigos más cercanos a Heidegger se esmeraron en ocultar todas las pruebas que lo pudieran incriminar por su afiliación al nazismo, sin embargo, como lo ha sostenido Faulkner “el pasado nunca muere, ni siquiera es pasado”, estas pruebas igual salieron a la luz. Pensamiento interesante y vigente frente a la posición canalla de quienes aún siguen sosteniendo falsos perdones y quieren borrar la memoria de las atrocidades de la humanidad con la ley del indulto, manto de humo que hace al encubrimiento de una política al servicio del mejor impostor. Pero la sangre derramada no sabe del silencio de los cobardes, ella desde las entrañas de la tierra clama por un olvido malogrado pues su materia está hecha de la memoria humana.

En cuanto a que la historia no perdona ni olvida, el diario Der Spiegel en febrero de 1966, publicaría un artículo recordando la afiliación nazi de Martín Heidegger. Es Jaspers el que reforzará el no olvido de dicha filiación. Dirá: “No creo que sea conveniente dejarlo en paz. Heidegger es una presencia poderosa, y todo el que busca una excusa para su pasado nazi necesita asirse a él.” Estas son las palabras que Jaspers comparte con Hanna Arendt.

Retomando el pensamiento de Heidegger, su filosofía es clara y esclarecedora. Su sanción respecto de la Cosa es: “las últimas cosas son la muerte y el Juicio Final. En suma, la palabra Cosa (Ding) nombra aquí todo lo que simplemente es Nada”. Le importa la obra creadora como la fuente inagotable que conduce al humano a su origen. Desde esa perspectiva se apropia de las palabras de Hölderlin cuando el poeta escribe:

 Difícilmente abandona el lugar lo que mora cerca del origen

Le importa el origen, la tierra, el culto a lo verdadero. No dejamos de reconocer su pensamiento claro y esclarecedor. Se lo reconoce como el más grande pensador del siglo pasado. Su escritura ha orientado al pensamiento psicoanalítico de corriente lacaniana como así también a las terapias fenomenológicas, existencialistas, al pensamiento de Biswanger, Boss, Minkowski y Rollo May entre muchos otros. Pero a pesar de ello y con todo el desgarro que nos produce, no dejamos de leer entre líneas su deseo más profundo, el más verdadero. ¿A quién van dirigidas sus enseñanzas? ¿A quién habla cuando dice del retorno a las raíces, a la tierra, esa que él piensa que son los otros los que intentan arrebatarle la Vaterland, la patria, a los alemanes?

Entonces, en medio de su clase, sin advertirlo, pero no tanto ya que les está hablando al semillero alemán, en su incorporación casi natural de su decir cotidiano, se le desliza en su habla, palabras como Reich, Führer, invasión a la tierra germana, Sturm, Arbeitdienst, etc.

Pensamos que su metafísica estaría al servicio de un Amo implacable, absoluto, no del lado del Ser precisamente, sino al servicio de un pensamiento discriminatorio y racista como el que ha sostenido un tirano implacable como lo ha sido el Führer, el máximo que ha tenido la humanidad:  Adolf Hitler. Su manera de operar en aquellos que no fueran de una pureza aria, habría de dejar una impronta imborrable y que de ahí en más sería emulada por todos los regímenes totalitarios: borrar a aquellos que son diferentes. El destino de Occidente ha cambiado justamente como efecto de las atrocidades cometidas en los campos de concentración, donde al hombre se lo ha elevado a la función de desecho, de virus y de resto. Su ser allí fue mancillado y su carne enterrada como carroña, sin los rituales funerarios que distinguen cuando el muerto es un humano distinto a un animal. Cámaras de gas, fosas comunes, experimentos con humanos como si fueran ratas de laboratorio eran la manera usual de tratar a los sujetos en los campos de concentración sin el menor atisbo de pensarlos como hombres. Tal es así que los muertos de los campos eran nombrados y etiquetados por los alemanes como “entlassen”, despedido, cual si fueran un bote de basura, un desecho, una nada para nadie. Más aún, un des-dejado, si apelamos a la etimología, o sea, sin dejar con la cobertura, el velo que se hace necesario como un mínimo de respeto por el muerto. Ese mínimo de tierra para que no sea alimento de la alimaña, que por exigirla en los funerales de su hermano le valió la vida a Antígona, la heroína en la tragedia de Sófocles.

El concepto de cadáver pone al muerto en una condición diferente a la de ser un muerto producido en serie como lo acontecido en los campos de concentración. Los funerales a los muertos y sus rituales no sólo se deben a un planteo ético, sino que son un “estrato acerca del derecho” como lo refiere Giorgio Agamben. La falta de sepultura, que por exigirla, le valió la vida a Antígona dictaminada por Creonte, es una forma de venganza “mágica que se ejercía sobre el cuerpo del muerto que de esta manera era condenado a seguir siendo para siempre una larva, a no poder encontrar la paz”, nuevamente en las palabras de Agamben. Por eso el derecho arcaico en Grecia y Roma obligaba a los funerales y a falta de cadáver se inhumaba un coloso, un doble de cera o una esfinge de leña.

Que los pueblos estén impregnados del ente y se hayan caído fuera del ser hace mucho tiempo sin saberlo y “¿qué ése fuera el fundamento último y más poderosos de su decadencia?”, esa es la pregunta en Heidegger. La decadencia la piensa cuando han olvidado la pregunta por el ser. Hoy se lo atiborra al ser con los aparatajes de la ciencia, con el consumo, todos intentos de borrar de que hay el vacío, la falta estructural, único lugar posible para que la creación sea dada, para que el humano se relacione con otro sin pensar a sus vínculos en un orden de utilidad o de conveniencia :te doy, me das, tenés, me acomodo a  vos porque sos en tu tener y eso me conviene (esta es la manera de operar en el tu gramatical por del discurso de la ciencia acorde a las enseñanzas de Lacan, puntuado en su texto “Lituraterre”) .

Entonces, lamentablemente, estamos asistiendo a un comienzo de siglo con sujetos imbecilizados, dormidos, consumistas, faltos de deseos, encaminados a una depresión desmedida como respuesta a no querer saber de su ser, del lado del vacío y de la posible creación en torno a él y con él.

La negación al saber de la falta hace del hombre un esclavo incesante ya que la humanidad lo arroja a colmarla, tarea que lo pone frente a un servilismo absoluto para sostener a un Amo feroz del cual no encuentra salida. O si la encuentra es desde un intento de atiborrar el vacío, ya sea con el consumo en general, del de las drogas, el alcohol y también con una modalidad bulímica y/o anoréxica, nuevas maneras hoy de dar consistencia al ser. O sea, en vez de hacer del vacío un acto creativo se lo hace tan compacto que ya no nos sorprendemos con nada. El mercado de consumo y la globalización ha saturado toda nuestra existencia. Qué lugar entonces a esta humanidad que descree de todo, y que el vacío necesario, ese que hace a la creación de la vasija del artesano, al poema de poeta y a la nota musical, no sin el silencio que contornea al sonido de la música, donde pareciera que hoy el único cántico que resuena es el tintinear del vil metal y la mecanización que apaga las voces humanas, esas que bregan por querer hablar y no hacer de la existencia de cada cual una relación tan áfona, sorda, tan feroz y tan  brutalmente solitaria.

BIBLIOGRAFÍA

Heidegger M.: Introducción a la metafísica. Ed. Gedisa 1995 España                                                      El rectorado 1933/34.Tecnos 1996 España
                              Entrevista del Spiegel
                              La autoafirmación de la Universidad Alemana

Agamben G.: Lo que queda de Auschwitz. El archivo del testigo. Homo Sacer lll. Ed. Pre-textos. España 2000

Lacan J.:    Lituraterre, Seminario inédito.

Rubin de Goldman B.: Holocausto, ciencia y psicoanálisis. Un nuevo nudo. LecTour, Buenos Aires, 2001
Anorexia y bulimia. Un nuevo padecer. Lugar, Buenos Aires, 2000.
Nuevos nombres del trauma. –totalitarismo, shoha, globalilzación, fundamentalismo, Libros del Zorzal, Buenos Aires 2003.

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