Entre verdades y realidades

6 julio, 2020 , , ,
Plaza del centro de Belén - Foto: Wikipedia - CC BY-SA 2.5

El tiempo es muchas veces el instrumento que usan los políticos para que ciertas situaciones se resuelvan. Algunas acciones necesarias no se toman, pues quizás el transcurrir de los años logren que todo sea más fácil.

El tema del conflicto árabe-israelí, en una arista muy delicada como es el conflicto palestino-israelí, ha sido muy resistente al paso del tiempo, y a varias iniciativas para tratar de resolverlo. Muchos planes, uno por cada administración americana casi, y los Acuerdos de Oslo que no lograron concretar el tan ansiado Acuerdo de Status Final.

Realmente, debe señalarse que el verdadero problema radica en el no reconocimiento para los judíos a un estado independiente. Si no se reconoce el derecho de existencia de Israel y, además de ello, se niegan verdades históricas, lograr negociaciones y acuerdos se convierten en una tarea harto difícil.

La perspectiva de las tres o cuatro últimas décadas, se han basado en la tesis lógica de dos estados para dos pueblos.  Tanto en el sector israelí, como en el palestino, ha habido alguna negativa al enfoque.  Pero ciertamente, Israel aceptó los lineamientos de Oslo en los noventa, y en el año 2009, el mismísimo Benjamín Netanyahu, en su famoso discurso pronunciado en la Universidad de Bar Ilán, manifestó su acuerdo a la tesis de un estado palestino.

Los años han pasado, y las verdades y las realidades se han ido consolidando.  La Margen Occidental del Jordán, Cisjordania, tiene asentamientos de israelíes que se establecieron en un territorio bíblicamente israelita.  Allí, en ese territorio, residen unos dos millones de palestinos.  La realidad del terreno requiere que se aplique la ley israelí a ciudadanos israelíes, y la verdad es que asisten derechos históricos a los mal llamados colonos. También, la realidad y la verdad arrojan la certeza que la población palestina requiere de soluciones. Pero, esas soluciones ¿han de ser a costa de la verdad? No.

Cuando se trata de solucionar un problema, en varias oportunidades, utilizando siempre el mismo mecanismo y no se resuelve, entonces significa que el mecanismo no es el indicado.  La ruta de negociaciones que apunta a dos estados para dos pueblos, por muy lógica y racional, no ha funcionado.  El esquema de tratar de apaciguar a árabes y palestinos a fuerza de no señalar verdades molestas, no ha funcionado.  Hoy se tienen negociaciones congeladas y dos entes palestinos separados y enfrentados,  en Gaza y en la Margen Occidental.  El primero más virulento que el segundo, ambos bastante complicados.

La administración Trump ha sido valiente en expresar sin muchas ambigüedades su opinión y presentar una iniciativa que, si bien en el terreno no ha de resultar muy distinta a algunas anteriores, tiene la virtud de reconocer ciertas verdades, aceptar otras tantas realidades.

La otra verdad y realidad, es que Donald Trump ha de estar apurado.  En noviembre 2020 se juega su reelección. Si no es consecuente con su Plan del Siglo, sus electores pueden cobrársela.  Israel, por su lado, no ha contado nunca con un respaldo americano de tanta fuerza y comprensión.  Trump pareciera que debe presionar por su plan, y Netanyahu y su coalición, deben aprovechar la coyuntura.  Esto es realidad y verdad.

El riesgo de desagradar a los enemigos es también una verdad y una realidad.  Como lo es el de incomodar a ciertos aliados circunstanciales, aquellos que prefieren esperar a que el tiempo juegue su papel.

Pero si Trump y Netanyahu no quieren pasar a la historia como otros tantos más, que intentaron y no definieron, deben intentar y definir.  Asumir verdad y realidad.

Esa es la diferencia entre estadistas y charlatanes.  Con todo y los desagradables riesgos.

Sí, porque hay verdades y realidades ineludibles.

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