Emmanuel Levinas y el mal elemental

Foto: Wikipedia - CC BY-SA 2.5

Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, en una entrevista realizada a Hanna Arendt por Günter Gaus, ella afirma que “Esto no debía haber pasado”, pero a pesar de sus mejores deseos, esto llamado Auschwitz sí pasó y no sólo pasó, sino que lleva hoy el nombre de la máxima potencia de Mal marcando un quiebre en la historia, como un antes y un después de esa barbarie. Debido a ello, hemos de asentar nuestra tesis a plantear a Auschwitz como paradigma del Mal del siglo XX.

Con la realización de Auschwitz, el concepto de Bien y de Mal dejan de estar ligados a la Biblia en relación al pecado originario y en cuanto a que ese Adán mítico, signo de que hubo un primer hombre, haya desobedecido la ley divina en relación a no comer el fruto prohibido, el de la sabiduría. Entonces, el hombre habitado en el saber, de allí en más ha de ser totalmente responsable de sus actos, ya no le cabe ninguna ingenuidad y de respuesta diciendo: “yo no sabía”.

La decisión entonces es responsabilidad del sujeto, es su absoluta elección en cuanto a qué lado elige, si el Bien o Mal. Y con Auschwitz redoblamos la afirmación pues quedó demostrado allí que hubo una voluntad de elección, aunque ésta haya sido la peor.

El Mal así no sólo es una condición Radical como lo hubo de plantear Kant (das Radikal Böse) sino que después de lo acontecido en Auschwitz podemos agregarle las categorías de Banalidad del Mal según Hanna Arendt y de Mal Elemental con Levinas, ambos filósofos que escaparon del nazismo y vivieron para testimoniar y articular un saber respecto de él.

El filósofo israelí Saúl Friedländer, en cuanto a la Endlösung va a referir que “Lo que hace a la Solución Final un evento situado en los límites es el hecho de que es la forma más radicalizada de genocidio acaecida en la historia: el intento deliberado, sistemático, industrialmente organizado y sumamente exitoso de exterminar por completo un grupo íntegro de personas en el seno de la sociedad occidental del siglo XX”. Y este hecho fue realizado bajo el más puro concepto y afecto, el de la desimplicación del sujeto, no por ello no debe no ser enjuiciado, hecho que fue realizado de la forma más tenue.

En cuanto a Emmanuel Levinas, él se nacionalizó francés y es responsable de introducir la fenomenología de Husserl y Heidegger en Francia después de la Segunda Guerra Mundial. Se va a preguntar cómo abordar el tema del Mal cuando ya no alcanzan las teodiceas tradicionales de dónde sostenerse, y cuando se trata de justificar el Mal, éste pasa a ser un acto obsceno y ominoso, pues ya no hay forma de reconciliarse con él.

Levinas intenta dar una respuesta ética al Mal entronado en Auschwitz, diciendo que éste ha sido un acto inefable amen de improferible pues no alcanza palabra humana para decir acerca de él.

Levinas entonces se cuestiona si la moral no es engañosa, y para dar una respuesta va a relacionar política, guerra y violencia, y los anuda en el concepto de totalidad, hoy podemos actualizar el término, y decir: globalización. Levinas al respecto dice: “La guerra no manifiesta la exterioridad y el otro como otro, destruye la identidad de lo mismo. El semblante del ser que se muestra en la guerra está fijado en el concepto de totalidad, que domina a la filosofía occidental”.

La justicia parte del reconocimiento del otro, de un par discursivo y ella, la justicia, nace del pensamiento griego y este reconocimiento hace que el hombre no se sienta sólo en el mundo. Pero Auschwitz rompe con el concepto, tanto de justicia como con el de reconocimiento del otro, pensado y visto como un par discursivo entonces, sin Dios como testigo y sin justicia como pensamiento ético-filosófico, el sujeto nazi se toma el atrevimiento y el derecho de franquear todos los límites del otro hasta ese momento conocidos y permitidos. Ya no hay lugar para la moral como la máxima kantiana de “para todos igual”. Ya no hay promesa de justicia ni promesa divina en cuanto a recompensar a los justos, pues al no haber ley moral dice Levinas, se rompen con las promesas y derechos, y cualquiera, de allí en más, puede actuar como el sujeto nazi pues ya se entabló con él un nuevo paradigma. Ya no hay la medida, ni la respuesta justa, en cuanto al binomio crimen y su castigo. Tenemos así una violencia desatada, un moral inexistente y un Dios inoperante.

Se desbarata y desaparece el happy end hollywoodense, hecho que vemos acontecer en la actualidad, con la caída de los finales ilusorios, las agresiones desatadas y la no creencia ya en ningún Otro.

Es así como Levinas concluye “¿podemos hablar de mandamiento absoluto después de Auschwitz? ¿Podemos hablar de moral después del fracaso de la moral?”.

Y esta pregunta no es retórica, ni abstracta, es la pregunta que cada uno de nosotros nos debemos de hacer como sujetos responsables de nuestras pasiones porque una vez desatado el Mal, llamado “Auschwitz”, este nos espera a la vuelta de la esquina, como un acto de mal elemental, sin carga responsable, ni culposa, o sea, un acto de Mal absolutamente banalizado pues ninguna justicia pudo aún categorizar y enjuiciar su potencia improferible, inexplicable en cuanto a esa magnitud de Mal que habita en la estructura de cada sujeto a la espera de ser realizada cuando sabe que en la otra orilla no hay ley que enjuicie a esa potencia mortífera y que empuja a las peores identificaciones, de allí que el nazismo no fue obra de un solo hombre, sino de toda una Europa que vio realizada con el nazismo sus sueños más oscuros, los de erradicar a sus judíos so excusa de purificación aria, o de ser , los judíos los responsables de la caída tanto de “las bolsas” de ayer, de hoy y de siempre. Un chivo expiatorio conveniente, amén de necesario.

Cada vez que un nuevo Mal se desata, éste se realiza de la forma más elemental, sin grandes justificaciones, y siempre tiene como destinatario a “sus judíos” de turno, y desde esa definición: hoy somos todos judíos.

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