El suave ocaso de Netanyahu

Benjamín Netanyahu Foto: GPO Amos Ben Gershom

El líder del grupo terrorista islámico Hamás, Ismail Haniyeh, expresó en la Franja de Gaza que el anuncio de imputar al primer ministro, Benjamín Netanyahu, por corrupción eleva la moral del pueblo palestino.

Sin embargo, los festejos podrían ser algo apresurados. El lento ocaso de Netanyahu podría no reflejar necesariamente ni la de la decadencia del Estado judío ni un cambio en la orientación política israelí. Sino más bien, un signo de vitalidad y una oportunidad de renovación y regeneración del sistema.

El primer ministro con su estilo populista habría alienado no solamente a gran parte de su entorno, sino también a las elites del Estado, últimamente a la policía y el sistema judicial.

Netanyahu comenzó fustigando contra los medios de comunicación y luego siguió despotricando contra el jefe de la policía, Roni Alsheikh, y el fiscal general, Avichai Mandelblit, a quienes paradójicamente él mismo nombró.

Es probable que los asesores de campaña le hayan aconsejado en el pasado a Netanyahu a movilizar y unir su base electoral en torno a algún enemigo odiado en forma general: los medios de comunicación, la izquierda,  los árabes, el aparato judicial, la Fiscalía, etc.

La paradoja es que como un boomerang, el primer ministro parece haber logrado unir a conjunto relativamente heterogéneo de personalidades y sectores que sólo compartirían como denominador común la antipatía hacia su persona.

Un caso especial lo constituye el ex jefe de su oficina, durante su primer mandato como primer ministro en la década de los noventa, Avigdor Liberman, reconvertido actualmente en el líder del partido nacionalista secular Israel Beitenu (Israel Nuestro Hogar).

Desde la derecha radical, con paciencia de ajedrecista, Liberman le ha negado a Netanyahu, una y otra vez, el puñado de diputados que precisaba para armar el gobierno, dejándolo arañando esa posibilidad.

Imposibilitado de conseguir los suficientes escaños para armar la coalición, el primer ministro con el bloque ultraortodoxo y de derechas que formó parece haberse quedado limitado al rol de “aguafiestas”.

Se sospecha que la estrategia de Netanyahu consistiría en mantenerse en la casa de la calle Balfour (la Residencia del Primer Ministro) de Jerusalén para cuando desarrolle el proceso judicial en su contra.

Mientras tanto, emergen por primera vez los primeros signos de fisura en el partido que lidera, el Likud, con el desafío del diputado Gideon Saar en torno al adelantamiento de elecciones primarias, y el ensordecedor silencio de la mayoría de sus ministros.

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