El genocidio de Ruanda, una fiel copia del Holocausto

1 junio, 2019
Foto: Bundesarchiv, Bild 146-1969-067-10 Wikimedia org CC-BY-SA 3.0, CC BY-SA 3.0

Alfred Rosenberg uno de los princi­pales ideólogos del nazismo fiel cola­borador de Hitler, ya desde el comien­zo de la guerra en 1939, sus discursos portaban el mismo prototipo antisemita y racista, dice “la cuestión judía no es­taría resuelta hasta que el último judío abandonara, primero Alemania, y des­pués el resto de Europa”, y en 1941 se declaró finalmente ante la prensa, con notable franqueza a favor de la “elimi­nación biológica del judaísmo en su to­talidad de Europa”.

“La violencia no es sólo la kalásh­nikov o el cadáver en la calle, la vio­lencia está en las relaciones humanas”, refiere Gaël Faye, hijo de un francés y una madre ruandesa.

La violencia y la discriminación es­tán siempre presentes, el punto es no pensar que eso le sucedió solamente al otro, que uno está exento de esa mal­dad, dado que la pulsión de muerte hace a la estructura de todo ser huma­no, entonces la pregunta que se impone es cómo se hace para convivir con ella y que no implique nuevamente que una brutal barbarie acontezca y arrase otra vez con la civilización como ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial.

Lo peor es cuando se naturaliza la discriminación y no se aporta una mi­rada sensible para con el segregado, maltratado y hambreado como ocurre hoy en día con el pueblo africano.

Gaël al relatar el genocidio en Ruan­da en 1994 refiere que lo más difícil de esa masacre es que fue realizada por los propios vecinos y amigos y no por un ejército.

Mucha gente se refugiaba donde habían cascos azules, pero los cascos azules los abandonaban.

Alfred Rosenberg, el racista e ideó­logo del nazismo, bregaba de forma irracional por la aniquilación “de los idiotas, bastardos judíos y mulatos”, dado que todos ellos profanaban la pu­reza de la raza aria superior, todo está establecido en su libro “El mito del si­glo XX”, un escrito delirante que da las normativas para movilizarse contra el “tipo de judíos ruso, de líder del mo­vimiento internacional, esa mezcla ex­plosiva de radicalismo intelectual judío y fanatismo cristiano eslavo”, donde no debemos de olvidar que el nazismo consideraba al judío un zángano preci­samente por ser intelectual, de allí la tan mentada frase de Goebbels cuando vocifera “háblenme de cultura y saco un arma”, o sea, nada de sujeto pensan­tes que pudieran oponerse al régimen nazi , su demagogia vía el lavado de cerebros, hecho que hoy en día lo ve­mos emular en todos los caudillos totalitarios, tanto árabes como de América Latina.

Le quedó como enseñanza que no se puede confiar en las institucio­nes del mundo, y agregó, al igual que Hannah Arendt, que a la hora de la discriminación cada cual debe alzar la mano y defenderse a títu­lo personal, no en nombre de los Derechos Humanos, ni de ninguna institución, ni Nación, cada cual se debe defender a solas, tanto en Ruanda como durante el genocidio durante la Shoá, dado que al poner a los judíos alemanes fuera de toda protección jurídica en cuanto al Estado alemán, amén de ser nomi­nados parias y apátridas, también ellos eran matados por los propios “amigos arios” pues delataban a sus vecinos judíos, sub-humanos, e incluso podían robarles sus bienes, sin recibir a cambio ningún castigo ni encarcelamiento.

Durante el nazismo se prostituyó la justicia con el hecho de las leyes raciales. Lo mismo aconteció con la discriminación en Ruanda con las ca­tegorías sociales entre hutu, tutsi y twa que devinieron en castas. Con la colo­nización a esas categorías sociales las transformaron en raciales y entonces, herencia que también les vino del na­zismo puesto que en Ruanda comenza­ron a medir alturas, narices y colores camino a la discriminación. Entonces, Gaël concluye : “para rehabilitar a las víctimas en su humanidad, la única so­lución es la justicia”. Consideramos que sin justicia no hay democracia, sino demagogia y gobiernos totalita­rios. Pensamiento con el cual adheri­mos rotundamente y que hoy lo vemos como un valor depreciado, la justicia, corrupta, politizada y partidaria, donde los ricos del mundo una vez más son inimputables, y tan sólo el peso de la Ley recae en los pobrecitos cual Jean Valjean, el de los Miserables, que por robar una hogaza de pan por hambre, debe soportar la pena máxima.■

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