De Sderot a Poway: la violencia se ceba con israelíes que huyeron de los cohetes de Gaza

A candlelight vigil is held at Rancho Bernardo Community Presbyterian Church for victims of a shooting incident at the Congregation Chabad synagogue in Poway, north of San Diego, California, U.S. April 27, 2019. REUTERS/John Gastaldo

El nuevo episodio de violencia antisemita en una sinagoga en Poway, California, que se saldó con el asesinato de una mujer de 60 años y tres heridos tras el tiroteo de un joven supremacista blanco, afectó a una familia que abandonó Israel tras haber recibido el impacto de varios cohetes lanzados desde Gaza en su domicilio de Sderot.

Era el último día de la festividad de Pesaj. Los judíos se congregaban en la sinagoga local de la agrupación de Chabad. Entre ellos, varios miembros de la familia israelí Dahan. Desgraciadamente, la hija menor, Noya Dahan, fue herida en la cara y en la pierna después de que John Earnest abriera fuego con su rifle de asalto. “Puede ocurrir en cualquier lugar”, afirmó horas después del ataque el tío de Noya.

En una entrevista en la radio israelí, el padre de la niña, Israel Dahan, afirmó que “venimos de un fuego a otro”, refiriéndose a que en el pasado, la vivienda donde residían en la localidad de Sderot, prácticamente pegada a la frontera con la Franja de Gaza, fue golpeada por misiles en varias ocasiones. Hartos de la tensión y la violencia, la familia se mudó a EE.UU. Pero al poco de instalarse, afrontaron un nuevo fenómeno de carácter antisemita: las paredes de su domicilio fueron pintadas con esvásticas nazis. “Puede ocurrir en cualquier lugar, somos fuertes”, comentó.

El tío de la menor herida, Almog Peretz, explicó que los instintos de supervivencia desarrollados durante los años bajo fuego en la frontera con Gaza le ayudaron a socorrer a varios niños que se encontraban en el interior de la sinagoga cuando entró el joven armado con un subfusil. De repente, le apuntó: “había varios niños conmigo. Agarré a una niña pequeña vecina mía y tres sobrinos y corrí. Abrí una puerta trasera y escondí a los pequeños en un edificio trasero”, dijo Peretz. El terrorista apuntó el arma contra él. Por fortuna, sólo fue herido en una pierna.

Luego, regresó al interior del templo en busca de otra sobrina que no logró rescatar. Al parecer, se quedó encerrada en el lavabo, por lo que permaneció a salvo del tiroteo. Otro israelí que se encontraba en la congregación, Shimon Abitbol, salió con un nieto suyo y escuchó la ráfaga desde el exterior. “Después de escuchar 7 u 8 disparos, pareció que el arma se bloqueó. Entonces, entré a la sinagoga y encontré al rabino Goldstein herido de bala en la mano. Se cubrió las heridos con el tallit (tela litúrgica), una imagen surreal”, explicó.

El propio Abitbol es paramédico en “Magen David Adom”, e intentó salvar la vida de la fallecida Lori Gilbert-Kaye, la única víctima del ataque. “La encontré sin pulso. Su marido, también doctor, me dijo que era su mujer. Luego se desmayó. Fue un momento muy difícil”, añadió.

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